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Strange la observó practicar por más de dos horas. No tenía ningún avance. No era capaz de hacer absolutamente nada todavía, y eso que la llevaba entrenando por cerca de un mes.
La muchacha dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo y soltó un suspiro.
—Es imposible —dijo ella volteándose a mirar a Stephen, el cual se comía una manzana.
—Concentrate más, Karla —replicó simplemente Strange para después darle otra mordida a su manzana—. Enfócate. Visualiza los poderes en frente tuyo...
Karla soltó un bufido, luego un gruñido, después golpeó con fuerza su muslo, agitó los brazos en el aire y trató de nuevo.
No ocurrió nada.
Ella había llegado allí a base de rumores. Rumores que hablaban sobre un brujo tan poderoso, y generoso que compartía sus habilidades con quien fuera que lo encontrara. La verdad era que no le había tomado mucho dar con su localización. Un par de preguntas por aquí, otras peguntas por allá, y boom.
Pero una cosa era encontrarlo, convencerlo, que él aceptara, y luego otra muy diferente, era si tenías lo que se requería para poder desarrollar los increíbles poderes que gente como él tenía.
Para Karla no se le estaba haciendo nada fácil.
Pero tenía una meta.
Encontrar a su hermana. Y el tiempo se iba, rápido, rápido.
—¡Maldita sea! —gritó Karla dejándose caer al suelo.
Stephen alzó una ceja y arrojó la manzana a un basurero.
—Ponte de pie —dijo él acercandose a ella.
—¿Para qué? No importa lo que haga, ni lo que deje de hacer, no funciona. Tú y tus trucos, son puras mentiras.
Strange recordó la vez en que La Ancestral lo había enviado al monte Everest, obligándolo a aprender a usar sus poderes a la mala, y sonrió. No estaba seguro de si una cosa como esa tendría resultados benéficos en Karla.
—Ponte de pie —repitió Strange incluso tendiéndole una mano.
Él entendía la imparable necesidad que tenía Karla de encontrar a su hermana pequeña. También sabía lo obstinada que era, se había quedado a dormir afuera del templo por tres días, si eso no era prueba suficiente, entonces no sabría que lo sería.
—Estas bloqueada —dijo Strange mirándola a los ojos. Ella negó con la cabeza y se pasó los dedos por el cabello—. Todo este tema con tú hermana, hace que no puedas concentrarte en lo que importa ahora, en estos instantes. Necesito que la olvides, un momento.
—No puedo hacer eso. El tiempo se acaba. Esos tipos ya asesinaron a mis padres y se llevaron a Maddie Dios sabe para qué. No puedo darle la espalda.
—No le estás dando la espalda. Estás buscando la forma de salvarla —Stephen tomó aire y frunció el ceño—. Llevas aquí más de un mes, y lo único que has aprendido a hacer es hornear galletas con Wong. Ponte de pie.
—Nos quedan bastante ricas las galletas, que decirte —dijo ella sonriendo y tomando la mano de Strange.
—Cierra los ojos.
Ella cerró los ojos y sintió el calor de las manos de Strange en sus mejillas.
¿Qué...? Pensó sintiendo como estas se calentaban debajo de las palmas de Stephen, al mismo tiempo que sentía como el suave aroma de su colonia se colaba por su nariz.
—Te voy a mostrar algo —dijo él en un murmuro—. Si no quieres alejarte de tu hermana, está bien. Pero, no vas a llegar a ninguna parte si sigues así. Necesito que uses su recuerdo como energía.
—Espera —dijo ella llevando una de sus manos a la mano de él—. ¿Qué pasa si no funciona?
—Pero cuanta confianza me tienes. Soy el Hechicero supremo por una razón —replicó él con tono de burla—. Confía en mí. Quiero ayudarte, de verdad.
—Está bien. Pero que conste, que no voy a dejar de hornear galletas con Wong, incluso si aprendo todos tus truquitos.
Stephen sonrió pero ella seguía con los ojos cerrados, así que no pudo verlo.
—No esperaba otra cosa.
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