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—¡PAPÁ! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! —gritó Noah corriendo por las escaleras que conectaban con el laboratorio de Tony, mientras sujetaba sus pequeños lentes para que no se cayeran al suelo.
—¿Qué pasa, campeón? —preguntó Tony deslizándose en la silla giratoria para alejarse del escritorio en frente de él y poder ver a su pequeño hijo de cinco años.
—Tengo un problema —dijo el pequeño acercándose a él con una mano detrás en su espalda y la otra en sus lentes.
Usaba la ropa que _____ comúnmente le ponía. Una camiseta con alguna referencia a su serie favorita y un pantalón de mezclilla.
—¿Del uno al cien que tan grave? —preguntó Tony cruzándose de brazos y levantando una ceja.
El pequeño hizo una mueca para después dar los últimos pasitos que lo separaban de su padre.
—¿Recuerdas que este sábado es el día de la mamá? —preguntó Noah, la mueca agrandándose en su rostro.
Tony asintió y le hizo un gesto con las manos para invitarlo a seguir hablando. Noah tomó aire, y cerró los ojos con fuerza.
—En la escuela estuvimos las dos últimas semanas haciendo un regalo para las mamás —comenzó a explicar Noah sin abrir los ojos, Tony lo miraba con una media sonrisa en los labios y los brazos aún cruzados bajo su pecho, parecía verdaderamente entretenido por la situación—. Les hicimos una vela y una carta de feliz día. Entonces la maestra dijo que la trajéramos a casa para entregársela a nuestra mamá y...
—¿Y...?
Noah abrió los ojos e hizo un puchero mientras sacaba la mano de atrás de su espalda. En su mano había una vela de color verde oscuro, completamente destruida. La pequeña sonrisa en los labios de Tony se desvaneció.
—Se rompió en mi mochila de camino a casa, papá —lloriqueó el pequeño mientras dejaba los pedazos de vela en el regazo de Tony—. Mamá se va a poner muy triste porque todas las mamás en el mundo van a tener regalo menos ella.
Unas cuantas lágrimas se deslizaron por las mejillas del niño. Tony puso una de sus manos en la espalda de él mientras lo envolvía en un abrazo con la otra.
—Sabes... —dijo Tony mientras acariciaba la espalda de su hijito con el fin de tranquilizar los sollozos que se escapaban de su garganta—. Podemos ir a comprarle muchas velas, de muchos colores y olores...
—Pe-pe-pero no es lo mi-mismo —dijo Noah limpiándose la nariz con el dorso de su mano—, porque está la hice yo con mis manos... Con amor.
Tony frunció los labios y se puso de pie de la silla. Noah secó sus mejillas con el borde de su camiseta y observó como su papa ordenaba rápidamente los planos sobre la mesa y se ponía una chaqueta.
—Tengo una idea —dijo Tony tomando la mano de su hijo y guiándolo a la escalera—, vamos a ir a hacer más velas.
—¿E-enserio? —preguntó Noah esbozando una enorme sonrisa y sorbiendo los mocos para ya no llorar más.
—Sip —dijo Tony mientras subían las escaleras con cuidado de no caerse—, y te prometo que va a estar llena de amor y todo eso.
Noah soltó una carcajada y una vez que llegaron arriba le dio un fuerte abrazo a su papá.
—Eres el mejor papá del mundo.
Tony sonrió y le devolvió el abrazo.
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