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—¡Estoy segura de que a mi hermano le va a encantar! —dijo Wanda esbozando una sonrisa, refiriéndose al bonito y ajustado vestido negro que Verónica había comprado para su cita con Pietro.
—Más le vale —respondió Verónica escondiendo una sonrisa, afirmando la bolsa en su mano derecha con fuerza, mientras avanzaba por la calle con Wanda a su lado.
Los taxis hacían sonar sus bocinas inundando el aire con ruidos innecesarios, mientras avanzaba por las aceras con las cabezas gachas y demasiada información en sus cabezas como para sonreírle a un extraño.
—¿Escuchas eso? —preguntó Verónica frunciendo el ceño. Wanda hizo una mueca y negó con la cabeza.
—¿Qué cosa? —preguntó Wanda al mismo tiempo en que ambas doblaban a la derecha, encontrándose de bruces con un tumulto de gente, obligándolas a detenerse.
Las llamas en el último piso del edificio de cinco pisos color verde militar a un lado de la calle las envolvió en calor y adrenalina. Con codazos y maldiciones Verónica se abrió paso entre la gente, hasta llegar al lado de un oficial de policía que trataba de mantener a todos a raya.
Las personas gritaban y chillaban mientras salían del edificio con mascotas y niños en los brazos.
Verónica intentó empujar al oficial para poder pasar, sus ojos pegados en una mujer que lloraba debastadoramente abrazada a una oficial de policía que trataba de calmarla.
—Señorita, no puede pasar —dijo el oficial deteniéndola y observándola con el ceño fruncido.
—¿Por qué no?
—Porque... ¿hay un edificio en llamas?
—¿Y...?
—¡Verónica! —chilló Wanda al llegar a su lado, la bolsa con el vestido colgando de sus dedos. La mano libre de Wanda se envolvió alrededor del brazo de Verónica y jaló de ella—. ¡Estás loca! ¡Ya vamos! ¡Ni siquiera tienes ropa adecuada!
Verónica rodó los ojos y se zafó del agarre de Wanda de un manotazo, pasó por el lado del oficial empujándolo con fuerza y se acercó a la mujer.
—¡Por favor! —chillaba ella, una suplica que nadie parecía estar escuchando.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Verónica al llegar a llegar a ella. La mujer se volteó a verla, tenía los ojos rojos y le temblaba el labio inferior.
—Mi hija —dijo la mujer volteándose completamente para ver a Verónica—. Rosie... Nos sacaron demasiado rápido, yo...
El corazón de Verónica rebotó en su pecho.
—Ya le dijimos que los bomberos están haciendo todo lo que puede para sacar a su hija, debe tranquilizarse —dijo la oficial de policía tomando a la mujer de los hombros—. Y usted señorita no debería estar aquí...
