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Escuché la voz de Clint a mi espalda, gritando cosas que por el ruido de la batalla no fui capaz de entender.
Estaba en uno de los aerodispensadores ocupándome de las heridas de algunos civiles. Alrededor mío habían al menos unas cincuenta personas heridas que necesitaban de mis poderes con urgencia, y otras quince que parecían estar en buen estado.
—¡_______! —gritó esta vez la voz de Nat. Me volteé y puse una de mis manos sobre mi frente para tapar la luz del sol que me impedía enfocar a la distancia.
Una vez que vi a Nat y Clint, ambos traían a Pietro en sus brazos con mucho esfuerzo, mientras Rogers y Tony trataban de mantener la amenaza a sus espaldas controlada para que estos pudieran avanzar sin preocupaciones. Al salir de la torre, nunca pensamos que esta misión se saldría tanto de nuestras manos, demonios, parecía casi sencilla.
A medida que se acercaron, pude distinguir mejor las heridas de Pietro.
Uno de los civiles que estaba en mejor condición, se dio cuenta de lo que ocurría y comenzó a despejar un área del lugar para que pudiera ocuparme de Pietro. Me limpié el sudor que comenzaba a acumularse en mi frente con la manga de mi camiseta, y apresuré el trabajo que estaba haciendo en la persona en frente mío.
Era una mujer en sus cuarentas, y su hijo pequeño me miraba con sus grandes ojos azules, no podía dejar morir a su mamá justo en frente de él.
Canalicé mis poderes los más rápido que pude y detuve la hemorragia interna y externa de la mujer, no fue mi mejor trabajo, le quedaría una cicatriz enorme y horrible, pero iba a vivir.
Luego me puse de pie y avanza hasta el lugar donde Clint había depositado, con la ayuda de Nat, el cuerpo de Pietro. Mis manos temblaban, mis piernas temblaban, mi garganta se cerraba.
Pietro tenía un gran corte en todo su abdomen y sangraba como una cascada. La sangre salía disparada a borbollones desde su cavidad toráxica.
—Pietro, ¿me escuchas? —dije tratando de no llorar—. ¿Está consciente?
La pregunta iba dirigida a Clint, ya que Nat había vuelto al campo de batalla una vez que Pietro se encontró a salvo.
—No lo sé —respondió Clint—. No ha hablado por un par de minutos.
—Mierda.
Todavía tenía pulso, e irrigación a las extremidades, lo cual es bueno. Pero sus labios estaban comenzado poniéndose azules, y sus ojeras estaban más marcadas que nunca antes.
Comencé a trabajar tratando de no pensar en que tenía al amor de mi vida muriéndose en mi brazos. Comencé a curar todas su heridas, tratando de no recordar que aparte de él, habían decenas de personas muriendo a metros de nosotros.
