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Tony estaba sentado en el sofá, con su brazo alrededor de los hombros de ____, en su mano libre una lata de cerveza, y los pies sobre la mesa de centro. La televisión estaba prendida enfrente de ellos, y estaban viendo una película que ya habían visto miles de veces, pero era la favorita de Roy.
Roy tenía siete años, pero era bastante inteligente para solo tener siete años, y ____ y Tony eran conscientes de aquello. Por lo tanto, para cada celebración que requiriera personajes mágicos, como Santa, el hada de los dientes, el conejo de pascua, Tony y su esposa tenían que ponerse bastante creativos para engañar al pequeño Roy.
Roy estaba sentado en el suelo, mientras se comía una porción de cereales con leche, su atención pegada en la televisión.
—Oye mamá —dijo el niño dejando el plato con cereales en el suelo y volteándose a verlos—. ¿Mañana pasa el conejo de pascua?
—Sí, cariño —respondió ella bajando la mirada para conectar sus ojos con los curiosos ojos de Roy.
—Ya veo... Papi —dijo ahora el niño poniéndose de pie para sentarse a un lado de Tony—. ¿Crees que podamos ponerle trampas? Quiero atraparlo y llevarlo a la escuela el lunes.
—Ah —Tony trató de no reír mientras desordenaba el cabello de Roy—. Creo que si lo atrapamos, podría enojarse y no te traería chocolates nunca más.
—No me importan los chocolates —respondió Roy encogiéndose de hombros—. Los venden en el supermercado, tú podrías comprarme. Lo que quiero es atraparlo y llevarlo el lunes. Le dije a todos mis compañeros que lo haría.
____ ahogó una carcajada y se tapó la boca con una mano.
—Llamaré a Happy —dijo Tony sacando su teléfono celular del bolsillo trasero de su pantalón—. Para que venga de inmediato y se quede toda la noche despierto vigilando, ¿sí?
—¿Puedo quedarme con él?
—Tienes que dormir —dijo ____ poniéndose de pie mientras Tony se llevaba el teléfono al oído—. Si quieres ser un niño grande y fuerte, entonces tienes que...
—Dormir temprano. Ya sé eso. Pero, ¿para qué quiero ser fuerte si puedo ser inteligente?
—Las neuronas también se mueren si no duermes, Roy. Y se acabó esta discusión.
Roy soltó un bufido y se cruzó de brazos.
—Eres una aburrida.
—Soy tú mamá, es mi trabajo ser aburrida. Ahora, vamos, tienes que bañarte y luego cenar.
