CAMINOS CRUZADOS

Pensamientos

Misaki Takahashi estaba terminando de lavar los platos para salir a la universidad, como hacía todos los días. Mientras observaba le espuma perderse en el desagüe, no podía dejar de pensar en su vida actual. Desde que Takahiro comenzó a presionar para que se mudara y se convirtiera en un adulto responsable, las cosas con Usagi comenzaron a ir... como lo dijera... extrañas. Antes era normal que Usagi lo atacara cada que se presentaba la oportunidad, lo celaba por todo y siempre amenazaba con encerrarlo, últimamente apenas si se veían y tenía que admitir que lo extrañaba.

—Usagi-san —Misaki suspiró con la mirada perdida.

— ¿Qué?

Misaki saltó al escuchar esa voz justo a su espalda. Un temblor comenzó a recorrer todo su cuerpo y su respiración se agitó.

— ¡No me asustes de esa manera! —terminó con los platos y comenzó a alejarse para marcharse, un poco enfadado por haber sido descubierto. Una mano le sujetó por el brazo impidiendo que se alejara más y fue empujado contra el pecho del mayor.

— ¿Estabas pensando en mí? —Usagi bajó para susurrar contra el oído del menor, sonrió al notar el efecto que causaba en aquel pequeño.

Lentamente Usagi rodeó la cintura de Misaki apretándolo en un fuerte abrazo. Su boca sedienta comenzó a besar su cuello con desespero y pasión. Lo necesitaba... tanto que dolía. Desde que Takahiro comenzó a exigir que se mudara, Usagi no tenía paz.

—Usagi-san... Usag...—Misaki trataba de alejarse pero sin poner mucho esfuerzo— tengo qu... que... ir a la uni...—su voz fue silenciada con un beso apasionado.

El cuerpo de Misaki respondió como un incendio que calcinó cualquier pensamiento coherente. Se giró para rodear el cuello del mayor y así profundizar su beso. Aunque jugara a negarse, lo cierto es que necesitaba las caricias del mayor. Quería sentir sus manos recorrer su cuerpo, que su boca le devorara por completo y que lo tomara tantas veces hasta hacerle saber que todo estaba bien entre ellos.

Los jadeos comenzaron a llenar la cocina, la ropa de ambos volaba en todas las direcciones y el sudor bañaba dos cuerpos que se entregaban casi con desesperación.

Akihito Takaba caminaba por la universidad casi despreocupadamente mientras observaba a los demás estudiantes. Nunca pensó que un punk como él podría llegar a estar en un lugar como éste, pero gracias a su amante, Asami, pudo entrar a estudiar arte y fotografía. Amaba aprender sobre lo que tanto le apasionaba y realmente era uno de los mejores en su clase. Aun así, sabía que él realmente no pertenecía a aquel lugar. La mayoría de aquellos estudiantes no tenían mayores preocupaciones más que conquistar a sus novias y pasar los exámenes, él en cambio, debía trabajar para pagar no sólo su comida, sino también los útiles para seguir estudiando. No es que Asami no quisiera pagar por todo, es que él se sentía mejor consigo mismo al aportar algo... aunque fuera mínimo.

Akihito no podía dejar de sentirse inferior, alguien muy poca cosa para el gran Asami Ryuichi. Él no solo era poderoso y reconocido en todo Japón, también era tremendamente sexy... Desde que lo conoció, Akihito no pudo alejarse de sus encantos, al final, cayó enamorado del gran yakuza.

Tenía que admitir que Asami siempre lo ha protegido y eso lo hacía sentir bien... pero no era cariñoso, aunque lo compensa con lo apasionado que se mostraba en la cama, al final no lo llenaba por completo.

—Deja de estar pensando idioteces... —se reprendió a sí mismo mientras se ponía de pie. ¿En que cabeza cabía el quejarse por ser el amante de alguien como el gran Asami? Akihito era un maldito afortunado y si lo que necesitaba era cariño, pues mejor se conseguía un perro— ¿me quieres Asami? —su pregunta fue lanzada al viento y de nuevo, como sucedía siempre, volvió a ser víctima de sus inseguridades.

Asami siempre estaba rodeado de personas hermosas y exitosas. Todos ellos eran muy buenas opciones como pareja, tanto así, que siempre las revistas de farándula le inventaban romances con modelos y empresarios, sin importar si eran hombres o mujeres. Claro, Asami nunca le dio ninguna explicación, simplemente le dijo que no prestara atención a lo que decían y él decidió creerle... aunque no dejaba de tener miedo.

Un día, pensaba Akihito, él encontrará a alguien con quien casarse y formar una familia. Si, llegará el momento en que se cansará de mí y me dejará a un lado.

Comenzó a caminar con sus manos metidas en los bolsillos y la cabeza gacha. No estaba de ánimo en ese momento para ver la cara de felicidad de los estudiantes que le rodeaban. Lo mejor para él era ir a buscar a su jefe para ver si le tenía algún trabajo, después de todo, necesitaba el dinero.

No supo cómo fue golpeado por un huracán que lo aventó de culo contra el suelo. Sorprendido abrió los ojos para ver como un ojiverde lo miraba avergonzado antes de ponerse de pie para inclinarse muchas veces.

—Perdón, perdón, perdón —repetía con la cara roja como un tomate —estaba apurado y no te vi, perdón —torpemente extendía sus manos para ayudarlo a levantarse pero solo le estorbaba haciéndolo caer de nuevo. Al final, ambos comenzaron a reír ante lo ridículo de la situación.

—Solo aléjate y déjame ponerme de pie —dijo Akihito con una sonrisa amable.

—Ah, sí, lo siento —le dedicó una sonrisa avergonzada mientras se rascaba la cabeza— a veces, soy un poco torpe.

—No te preocupes, yo también —respondió Akihito sacudiéndose la tierra de la ropa.

—Lo siento, voy tarde a mi clase...

—Tu ve tranquilo... espero no atropelles a nadie más en el camino.

El chico le sonrió aún más rojo que antes.

—Lo sient...

—Si te sigues disculpando no llegarás a clase.

— ¡Cierto! —Comenzó a correr de nuevo alejándose— debo irme... adiós —gritó despidiéndose con la mano.

Akihito se quedó de pie observándolo hasta que lo perdió de vista... parecía ser un chico agradable. Al menos algo divertido pasó ese día para sacarle una sonrisa.