CAPITULO LXXXIX - Una larga espera

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Asami hizo un esfuerzo sobrehumano para no mostrar el mal estado en que se encontraba. Se mareaba pese a estar acostado en la camilla y respirar era cada vez más difícil. Sabía que dentro de poco iba a desmayarse, por lo que no despegaba la vista de Misaki quien no paró de dar órdenes en todo el camino.

―¿Estás seguro que no puedes hacer más?

―No jefe, al menos no con los implementos que tenemos. Pero en un par de minutos estaremos en el hospital.

―Asegúrate que nos estén esperando o ellos van a pagar muy caro cualquier demora.

―Si jefe, de hecho avisaron que ya están en la terraza.

―Más les vale... ―Misaki dijo elevando la mano izquierda de Asami hasta sus labios para luego besarla con ternura―. Pronto estarás bien.

Asami ya no podía responder, ni siquiera mover la cabeza para asentir y tranquilizar a su amante. Puede que Misaki se estuviese mostrando fuerte ante sus hombres, pero él lo conocía a la perfección. Sabía que por dentro su ojiverde estaba muerto del miedo y desesperado por salvarlo.

Podía sentir la gravedad de sus heridas y la posibilidad de morir a causa de ellas. Pero deseaba en verdad sobrevivir a esto y permanecer al lado de este hombre quien demostró ser la mejor pareja que podía conseguir.

Misaki era el mejor compañero de vida y deseaba vivirla a su lado por muchos años más.

Lentamente, la imagen de Misaki se volvió borrosa hasta desaparecer por completo. Los sonidos se escuchaban muy lejos y la negra oscuridad comenzó a envolverlo, arrastrándolo hacia un abismo donde ya no pudo alcanzar al castaño. No sabía si volvería a despertar pero suplicaba por otra oportunidad. Ese amor tan grande que llevaba en su corazón no podía desaparecer con él, era injusto y triste a la vez.

Misaki vio como Asami cerraba los ojos y comenzó a alterarse y ordenarle al doctor que lo despertara. Era terrible verlo en ese estado pues su tez era demasiado pálida, sus labios eran tan azules que casi pasaban a ser morados, las manos que siempre fueron cálidas y fuertes ahora se encontraban frías y sin ningún indicio de vitalidad... al verlo parecía... muerto.

―¡NO RYUICHIIIII! ¡NI SE TE OCURRA MORIRTE O VOY TRAS DE TI A PATEARTE EL TRASERO PORDEJARME SOLO!

―Jefe, solo se desmayó. El señor Asami es fuerte, tenga fe.

Pero Misaki no podía tener fe. Sufrió horribles horas cuando pensó que estaba muerto y que solo encontraría su cuerpo para hacerle un entierro digno. Cuando lo halló con vida su corazón comenzó a latir de nuevo y sin embargo ahora... no estaba seguro que pudiera salvarse.

¡Fueron dos pisparos de un francotirador en su espalda!

¿Cómo puede alguien sobrevivir a algo como eso?

Pese a que deseaba tirarse al suelo para comenzar a llorar como bebé a quien no le han cambiado los pañales en días, logró contenerse y sobrellevar las cosas con entereza y control... necesitaba todos sus cinco sentidos para asegurarse de salvar a Asami.

El helicóptero llegó rápidamente al helipuerto del hospital, como su guardia le había informado, varios doctores esperaban con una camilla llena de extraños aparatos. No perdieron el tiempo antes de trasladarlo. Cada uno de ellos haciendo una labor específica y diciendo cosas que para Misaki sonaba demasiado extrañas.

―¿Cómo está? ―Misaki preguntó mientras bajaban todos en el elevador. Por alguna razón sintió tranquilidad al ver que ya le habían conectado una vía en la vena para transfundirle sangre.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora