CAPITULO LVII - Reencuentro parte 1

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—¡No digan estupideces! Fue por el humo de las antorchas —la torre y los demás guardias seguían de cerca a su jefe y Misaki mientras recorrían la población.

Pese al intenso sol de la tarde, llevaban trajes y lentes oscuros, siempre escaneando el lugar en busca de posibles amenazas. Todos eran profesionales, sabían dónde ubicarse y como moverse para darles libertad a sus protegidos pero siempre manteniendo la seguridad.

—Pura mierda, estabas llorando como mariquita.

—¡Cállate gigantocus! Yo vi tus ojos brillantes.

—Fue el aire salino, me da alergia.

—Soy tu hermano y sé que no tienes alergias.

—La desarrollé la pasada noche.

—¿Entonces por qué no los tienes brillantes ahora? El aire es el mismo.

—Solo me afecta en las noches.

—Ya dejen de hablar sobre eso, todos lloramos, ¡el tema es otro! —ese era otro de los guardias que se estaba impacientando con los hermanos.

—Es cierto, ustedes dos no quieren pagarnos —quien habló estaba de pie justo al lado de Misaki, pero como todos los demás, se volvió experto en parecer serio mientras hablaba con los otros.

—Simplemente digo que no tenemos como verificarlo —la torre insistía a los demás, negándose a aceptar la derrota.

—La apuesta fue que en la noche el jefe le daría como a rata a Misaki. Como lo veo caminar normal, o bien se durmió o se desmayó, no hay más alternativa.

—¡No pueden estar seguros! ¿Acaso alguien les sirvió de colchón para saber?

—¡Eres un asqueroso! —el guardia tosió cuando Misaki lo miró extrañado.

—¡Acepten la derrota y paguen!

—¡Y una mierda que voy a pagar! Misaki tiene cara de satisfacción —gigantocus apuntó un hecho que todos notaron.

—Eso fue un mañanero. Con las ganas que se traían anoche si hicieran algo Misaki estaría inválido justo ahora.

—No estoy seguro, el niño ha ganado resistencia —la torre estaba decidido a no ceder ante los demás.

La pasada noche, gigantocus y la torre apostaron que la parejita feliz tendría sexo hasta el amanecer, los demás dijeron que el menor caería dormido por todo lo que bebió. Por eso esa discusión llevaba horas y no se ponían de acuerdo.

Asami y Misaki seguían con sus cosas sin estar conscientes de lo que sucedía. Kirishima por otro lado, estaba que le daba un aneurisma de escucharlos. ¡Aún no se recuperaba de lo sucedido la pasada noche!

—¡ALERTA TODOS!

—¿Qué pasa? —gigantocus miró alarmado por el lugar.

—¡Se están besando! Si ven a algún perro mirando mal a Misaki ¡lo matan! —ese era la torre.

—Se ven tan... monos. Como que quiero casarme —uno de los guardias dijo sintiéndose muy conmovido.

—Nadie va a casarse contigo por feo.

—¡No lo soy!

—¡Si lo eres! Eres feo desde la cara hasta los pies.

Todos se reían y los intercomunicadores se llenaron de burlas. Kirishima se preguntaba cómo es que eran tan buenos en su trabajo si se la pasaban en esa clase de relajo. ¡Eran peor desde que conocieron a Misaki! a medida que las charlas se daban, quedaba claro que habían dejado de ser compañeros de trabajo para convertirse en familia. Asami obtuvo la lealtad de esos hombres, pero el castaño se ganó su corazón.

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