CAMINOS CRUZADOS

CAPITULO LXX - Noche ardiente en el baño

Asami se movía rápidamente en medio de cuerpos que se retorcían con la música. Muchas veces se vio forzado a empujar a alguno para lograr pasar, pero nada ni nadie iba a lograr alejarlo de su destino. Muchos pensaron que simplemente tenía una meada atravesada, por lo que no le prestaron atención y continuaron con sus rítmicos movimientos.

El mayor abrió la puerta para encontrar a un diminuto castaño con su cadera recostada sobre el mostrador de mármol del baño. Sus manos aferrándose a los bordes como si quisiera evitar caerse. Su ropa estaba sudada y su rostro increíblemente rojo, haciendo que sobresaltara el verde de sus ojos. Respiraba con los labios entreabiertos mientras se lo comía con la mirada.

Asami cerró la puerta con seguro y se subió a destrozar las cámaras de seguridad que sabía habían en el área de lavabo. Todo el tiempo Misaki lo siguió con la observaba como un perro de caza vigilando su cena. El mayor ya estaba a punto de romper sus pantalones ante esa mirada hambrienta.

Trató de recordar si el menor había bebido, en realidad sus amigos le pasaban vasos con algo mientras bailaba, sin embargo, Asami no pensaba que estuviera tan ebrio. Recordó que después de pedirle matrimonio en Italia, la misma mirada que tenía ahora se apoderó de él mientras intentaba violarlo en la presencia de Kirishima.

Muy bien, veamos que puedes hacer estando borracho.

Asami sonrió cruzando sus brazos mientras apoyaba su hombro en una de las columnas de los cubículos del baño.

—¿Me llamabas por algo en especial? —Misaki asintió lentamente con el verde de sus ojos oscurecido—. ¿Qué es?

Los ojos del pequeño se deslizaron descaradamente por todo el cuerpo de Asami, hasta posarse en su entrepierna que obviamente estaba tan dura que ya goteaba. Una pequeña y sonrosada lengua salió para lamerse los labios haciendo que el pobre yacuza casi moje sus pantalones con la sola vista. ¡Su mocoso era todo un seductor!

—Voy a comerme todo eso —nunca en todo este tiempo escuchó la voz tan gruesa en ese pequeño hombre, pero allí estaba, perdido en el deseo y el alcohol.

Asami sabía que mañana se moriría de la vergüenza y tendría que sacarlo por la fuerza de debajo las mantas, pero ahora lo único que importaba era disfrutar ese regalo que cayó del cielo.

Abrió sus brazos como diciéndole ven y cómeme con una sonrisa ladina en sus labios. A Misaki no le importó nada más y caminó para tirar de su corbata y arrancar varios botones de su costosísima camisa. Con ambas manos separó la blanca tela y acarició todos esos duros músculos de su abdomen, luego fue directamente a atacar aquellos pezones con sus dientes y calmando el ardor con su lengua después.

Asami soltó una fuerte maldición debido al placer que le recorrió toda la espina dorsal, era demasiado abrumador el placer que su amante le proporcionaba. Llevó sus manos directamente al trasero de Misaki para masajearlo, con satisfacción pensó que pronto iba clavarse allí hasta llenarlo de su esencia. ¡Como lo ansiaba!

Pero su amante no le daba tregua, lo lamia y mordía por todas partes como si fuera un caníbal y se estuviera muriendo de hambre. Dejó marcas por todas partes anunciando que era suyo si es que alguien se atrevía a mirar... bueno, Misaki descubrió que le sacaría los ojos a cualquier zorra que lo intentara.

No abrió de inmediato los pantalones de Asami, su miembro era tan enorme que la punta sobrepasó el cinturón donde estaba muy apretado, seguramente era incomodo pero no le importó, fue a chuparse esa punta como si fuera una pajilla, succionando fuertemente como si estuviera buscando petróleo allí o algo.

Asami ya estaba contra la pared por lo que al tirar su cabeza hacia atrás se golpeó fuertemente, el dolor no fue notado porque todos sus sentidos estaban en la manera en la que Misaki trataba su miembro. No contento con succionarle la vida por allí, su mano fue a torturar sus pelotas, estrujándolas y jalándolas con fuerza en medio de una muestra de violencia sexual que a ambos le encantaban.