CAPITULO XI - Un Pequeño Beso

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—¡Gira a la derecha! —Takaba indicó en voz alta al conductor que hizo derrapar el deportivo cuando lo hizo. No condujo por mucho cuando de nuevo le pidieron girar a la izquierda casi sin tiempo, obligándolo de nuevo a hacer un movimiento peligroso. Algunas bocinas se escucharon pero ninguno prestó atención, demasiado ocupados en salir con vida de aquel paseo en auto.

—¿Puedes por favor avisarme con más tiempo?

—¡Sí! ¡Gira aquí!

Akihiko volvió a dar vuelta de manera rápida casi chocando con otro auto. Cuando pudo suspirar aliviado por evitar el desastre, Takaba le indicó que se estacionara frente a una elegante fachada.

—¡Por fin llegamos! —Takaba salió del auto muy sonriente. Una vez de pie en la calle, miró hacia todas direcciones. ¡Soy un genio! Pensaba mientras sonreía satisfecho por lograr perder a los guardaespaldas que siempre lo seguían.

—No volveré a seguir tus indicaciones, ¡eres un loco imprudente! —Akihiko reprendió.

—¡Lo siento! ¿Entramos?

El valet parking se llevó el auto deportivo antes de que ambos ingresaran al lugar. El sitio estaba lleno con pequeñas lámparas que no daban demasiada iluminación. El espacio estaba cortado por chimeneas rodeadas por vidrio en sus cuatro lados, al observarlas detenidamente, daban la impresión de estar sosteniendo una enorme columna de piedra por cuyo interior se escapaba el humo. Frente a cada pantalla donde crepitaba el fuego, se ubicaba una hermosa mesa de madera con largas sillas de cuero, los espaldares eran muy altos dando intimidad a los ocupantes de cada mesa.

Akihiko observaba todo el lugar fascinado mientras eran conducidos hacia su propia mesa, una vez que tomó asiento, cayó en la cuenta de que estaba a solas con Takaba... en un lugar muy romántico... con música suave... ¿debería mejor salir corriendo?

—¿Desean la carta o saben que bebida desean tomar? —la voz amable de la mesera lo sacó de sus pensamientos. Disimuló su incomodidad con una leve toz antes de hablar.

—¿Qué deseas tomar, Takaba?

—Pidamos el vino de la casa, ¡es delicioso!

—Tiene muy buen gusto señor, de hecho, nuestro humilde establecimiento es reconocido en todo Tokio por nuestro vino —la mesera sonrió con orgullo antes de continuar—. ¿Desean los señores una copa o una botella entera?

—Tráenos una botella —Takaba interrumpió a Akihiko quien solo pensaba en beber una copa, sin embargo, al ver la enorme sonrisa del rubio, decidió guardar silencio y aceptar una botella entera, siempre puede negarse a beber después.

El peliplateado se quedó observando a la mujer que se retiraba y luego volvió a reparar en los pequeños pero lujosos detalles que estaban presentes en cada rincón. Humilde mi trasero.

—¿Cómo conoces este lugar? —preguntó sin dejar de mirar a todos lados.

—Una vez, me contrataron para sacar fotos de un gran empresario con su amante, él la trajo aquí, como puedes ver es bastante íntimo y discreto. —Takaba tenía los codos apoyados en la mesa y mientras hablaba golpeaba rítmicamente sus dedos sobre la mesa.

Akihiko se quedó observando al rubio por un buen rato, cuando este giró su cabeza para ver hacia la puerta, no pudo evitar ver una evidente y delatora marca en su cuello. Se quedó contemplando la actitud un poco nerviosa de su acompañante y no pudo evitar que una creciente molestia se instalara en su pecho.

—Así que, ¿vinimos aquí para que tu pareja no se entere? —Akihiko sonrió burlonamente.

—¿Qué? —el rubio preguntó aturdido.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora