CAPITULO IV Necesito creerte

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¡Advertencia! este capitulo tiene escenas sexuales explicitas

Asami estaba que no lo calentaba ni el sol. Ver aquellas fotos lo tenía enfermo de rabia y celos. Sus ojos se fijaban una y otra vez en el sonrojo del rubio y sus parpados caídos que formaban una mirada coqueta. Esa mirada era una que solo le dedicaba a él y ahora otro hombre era quien las recibía. ¿Desde cuándo ese par de estúpidos le estaban viendo la cara? Si bien era cierto que nunca habló de fidelidad con Takaba, dio por hecho que ninguno de los dos vería a otras personas, ¡estaban viviendo juntos por el amor de Dios! Ser fiel a tu pareja era una parte implícita de una relación, o eso creía él, era evidente que el rubio no estaba de acuerdo.

¿Qué debía hacer entonces? Dejarlo sería la respuesta obvia, pero solo pensarlo algo dentro de su pecho se quebraba. No podía creer que se había entregado tanto en una relación donde el sentimiento era obviamente unilateral.

—¿En qué me equivoque?

No podía dejar de repetirse esa pregunta una y otra vez. Definitivamente él no era un hombre que demostraba sus sentimientos con palabras, pero sus hechos siempre hablaban por sí mismos. Asami había movido cielo y tierra para rescatar a Takaba más de una vez, hasta recibió un par de balas para protegerlo. ¿Acaso eso no era más demostrativo que solo decir te amo? al parecer no. Pensó Asami con desgano.

—Debo dejarte... ir —su rostro se contrajo como si estuviera succionando un limón.

Dolía. Dolía tanto o más que un disparo directo a su corazón.

Se sirvió un vaso de whisky negando con la cabeza mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa triste. Aquí estoy yo pensando en dejarte ir, cuando una traición así me la pagarían con la muerte. Pero no podía hacerle daño a su rubio. Solo imaginarlo sufriendo le hacía sentirse enfermo. Sin embargo, él se conocía a sí mismo y sabía que terminaría lastimando Takaba si comprobaba que efectivamente lo engañaba.

Imagino su vida sin Takaba... sería tan fría, tan helada como ese apartamento en el que se encontraba.

Volvió a mirar las imágenes. Definitivamente allí había algo, pero muy en lo profundo de su mente, necesitaba encontrar una explicación, algo que lo convenciera de que su rubio seguía siendo suyo y de nadie más... resopló frustrado, no podía creer que aquel punk lo convirtió en un pobre ser débil e incapaz de terminar con alguien que tal vez le fue infiel.

Su corazón dio un salto tan pronto sintió la puerta del departamento abrirse. No perdió detalle de la manera en que el rubio entraba con sus ojos brillantes mirando a todas direcciones, hasta que lo vio sentado en el sofá. Pudo notar la emoción que recorrió su rostro y eso le devolvió la esperanza. Una calidez en su pecho lentamente comenzó a derretir el hielo que se había apoderado de su corazón en las últimas horas.

Trato de mantener un tono neutro al hablar aunque al ver que su rubio titubeó para acercársele comprendió que no lo estaba haciendo nada bien. No dejó de analizarlo en todo momento, tratando de decidir si era mejor preguntarle por aquellas fotos, realmente no quería pelear con Takaba , al menos, no hasta saber a ciencia cierta quien era ese tipo con el que cenó y si en verdad había algo entre ellos. Decidió al final que fingiría no saber nada hasta tener toda la información, de esa manera, lo confrontaría con pruebas en la mano y dependiendo de su respuesta, decidiría que hacer. Sin lugar a dudas, ese era el mejor camino a seguir, pero toda su determinación se fue a la mierda tan pronto escuchó la pregunta llena de nerviosismo que le hizo Takaba.

—¿Pasa... algo? —esa voz se le antojo culpable. ¿Por qué debía temer si no había hecho nada?

—¿Desde cuándo me engañas? —la pregunta salió sola. Su ira era una represa de agua que se rompe en medio de un terremoto... más temprano que tarde, acabaría con todo a su paso.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora