CAPITULO XII - ¿Qué está pasando?

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Esa noche, Akihiko entró a su departamento sigilosamente. Como un ladrón en medio de la oscuridad, se escabulló sin hacer ningún ruido y dando gracias al cielo por que Misaki se acostó a dormir sin esperarlo. No encendió ninguna luz en su camino hasta su habitación, temeroso de anunciar su presencia. Su corazón no paraba de tronar mientras subía por las escaleras y solo cuando se encerró en su cuarto pudo soltar el aliento que no sabía que contenía. Se dejó caer en su cama como un peso muerto mirando hacia el techo, sintiéndose avergonzado, culpable y a la vez... emocionado. No pudo borrar de su mente aquel beso, repasando segundo a segundo lo sucedido. Era imposible para él negar que le gustaba Takaba y al mismo tiempo, su corazón dolía al pensar que podría lastimar a Misaki.

—¿Qué estoy haciendo? —estregó su rostro con ambas manos intentando eliminar cualquier pensamiento del rubio, pero no pudo. Su cuerpo ardía hasta sentir que sus huesos se derretían. No ayudaba sentir el sabor del otro en su boca volviéndolo loco. Su cabeza se llenó de fantasías en donde dos cuerpos se entrelazaban en diferentes posiciones, gimiendo y sudando por el escuerzo. El deseo se volvió casi insoportable y doloroso, llevado por la locura del momento, se abrió el pantalón para liberar la prueba de su pasión. Estaba increíblemente duro, con gotas transparentes brotando como una fuente de manantial que se escapaban y rodaban por su grueso tallo, sin pensarlo lo tomó con su enorme mano, moviéndose rápidamente para buscar un poco de liberación, en su mente, un par de ojos azules y una sonrisa seductora lo envolvían y arrastraban al abismo donde él estaba más que dispuesto a saltar. Tan sumergido estaba en su fantasía que casi podía sentir el calor del otro cuerpo mientras él lo empujaba contra el colchón casi con violencia.

Rodó por su cama hasta quedar sobre su estómago con su mano aun moviéndose frenéticamente sobre su erección, el mundo parecía desvanecerse en medio del calor de su deseo prohibido, aunque aún le quedaba algo de conciencia para morder la almohada y no gritar el nombre que tanto deseaba. Una gota de sudor rodó por su frente hacia su sien para desviarse luego hacia su parpado cerrado fuertemente. No podía ni quería abrir sus ojos por temor a que el rostro del rubio se convirtiera en humo y se perdiera en el aire. Necesitaba aferrarse a su fantasía donde Takaba lo envolvía con piernas y brazos, pidiéndole más en medio de gemidos lujuriosos y en respuesta, Akihiko se enterraba más profundamente en su interior.

Sus caderas se movían furiosas una y otra vez, sintiendo como el intenso calor lo envolvía gratamente, parecía que nunca tendría suficiente y en consecuencia, sus empujes eran más rápidos y fuertes, buscando alcanzar una liberación que no llegaba. Ahogó cada gemido mientras sentía como un hormigueo le recorría la columna, los dedos de sus pies se retorcían como si sufriera un ataque y su mano se movía tan rápido que cualquiera pensaría que intentaba encender fuego.

En el fondo de su mente, oyó claramente cuando la voz del rubio pronunciaba su nombre y solo eso bastó para que su deseo explotara abundantemente, manchando las sábanas y su camisa que aun llevaba puesta. En medio de la habitación oscura, se escuchó el fuerte jadeo de un hombre que estaba perdido en su mente.

Finalmente el deseo dio paso a la razón, Akihiko abrió sus ojos alarmado, mirando a su alrededor temeroso de haber sido descubierto. Observó el desastre que causó sintiéndose inquieto. Si Misaki ve esto... rápidamente acomodó un poco su ropa y tomó las sábanas de su cama para luego correr sigilosamente hacia el cuarto de lavado, tan pronto pudo encendió la lavadora para borrar cualquier prueba de su pecad. Justo antes de dirigirse de nuevo a su cuarto, notó que su ropa también estaba mojada con su semen y sin pensarlo, se desnudó allí mismo arrojando todo a la maquina antes de retirarse para darse un baño.

Realmente se sentía terrible. Mientras se sumergía en la tina su rostro estaba arrugado en una mueca de dolor. Misaki... por favor, perdóname... yo... por temor a que su compañero despertara, Akihiko terminó rápidamente su baño sintiéndose como la peor basura del mundo. Él no podía ver los ojos verdes de Misaki sin recordar lo que había hecho en su habitación. ¿Qué haría? El dolor aumentó en su corazón mientras se ponía su pijama y se acostaba en una cama sin sábanas.

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