CAPITULO LXII - Contratando Asesinos

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Misaki se despidió de Asami fuera del elevador antes de dirigirse hacia la oficina de Kirishima. Tocó la puerta esperando hasta que escuchó un conciso "siga"

—¿Se puede? —preguntó asomando la cabeza.

—Claro pasa ¿todo bien?

—Sí, es solo que necesito hablar contigo.

Kirishima se quitó los lentes para luego limpiarlos con un kleenex, tratando de parecer ocupado con la esperanza de retardar lo máximo aquella charla.

El mayor sabía de qué tema quería hablar el pequeño. Su trabajo de matón.

Sin lugar a dudas eso era algo que temió por mucho tiempo. Desde que conoció a su dulce angelito, se bañó en su luz con la esperanza de salvar su alma. Lo protegió no solo porque comenzó a adorar a ese indefenso joven, sino porque la bondad que irradiaba parecía lavar sus pecados.

Miró por un momento a esos ojos verdes que lo observaban con temor, lamentaba profundamente que guardara algún tipo de reserva para con él, ¡se esforzó tanto por demostrarle que siempre lo protegería! Le dolía muy profundo en su alma que pensara en la posibilidad de ser lastimado. Porque eso decía su mirada, ¿verdad?

Misaki entró despacio, con sus manos revoloteando sin saber qué hacer con ellas, para cuando tomó asiento frente al mayor, estaba que se desmayaba.

Kirishima notó su tono pálido y para ocultar su propio malestar disimuló colocándose de nuevo los lentes. Tuvo que aclarar su garganta para darle firmeza a su voz una vez que tuviera que hablar.

¿Es normal estar tan triste? No lo sabía, pero para él era difícil que ese niño dejara de verlo como su héroe, como un guardián que velaba siempre por su seguridad para mirarlo después como el asesino que era.

Ahora el menor podía ver la verdad de su negro interior, traspasando su alma con esos ojos puros e inocentes No era más que un demonio acostumbrado a desplegar violencia sin arrepentimiento, es más, la disfrutaba.

Suspiró acongojado por su situación actual. Sabía que ni volviendo a nacer sería digno de estar cerca de su ángel.

Todas estas cosas pasaban por la mente de Kirishima sin que el castaño se percatara en absoluto, estaba preocupado por lo que venía a hablar y por ello fue incapaz de comprender que aquel adulto con apariencia serena, estaba desmoronándose por dentro.

—¿Qué tal el día? ¿Mucho trabajo?— Misaki intentaba ser casual. En realidad no lograba encontrar la manera de iniciar con su charla.

—Sabes que siempre tenemos mucho por hacer.

—Es cierto —asintió suavemente, desviando un poco su mirada.

El pequeño estaba demasiado nervioso y Kirishima no se atrevía a intentar consolarlo por temor a ser rechazado.

El silencio se hizo denso. El mayor no deseaba presionar así que fingió leer unos documentos, esperando y esperando... y esperando.

—Yo... —el menor dudó de nuevo antes de continuar—. Vine aquí porque necesito hablarte de algo muy importante.

Kirishima cerró la carpeta que tenía abierta y se recostó en su silla. Las palmas de sus manos nunca dejaron de tocar la superficie de madera de su escritorio. ¡Estaba aferrándose para soportar lo que seguía!

Era una fortuna todos esos años que se la pasó entrenando su rostro para no expresar sus emociones. Fue por eso que pudo mirar "calmadamente" a Misaki y preguntar.

—¿Qué es lo que tanto te preocupa decirme?

—Bueno... sabes que desde que te conocí... ya sabes, cuando casi me atropellas...

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