CAPITULO XXVI - Y Nuestros Caminos se Cruzaron.

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Akihiko pasó la peor noche de su vida. Constantemente le marcaba al celular de Misaki desesperado por hablar con él, pero cada intento terminaba en el buzón de mensajes. No podía soportar recordar el estado en que lo vio la otra noche, estaba preocupado por su salud y asustado por no poder recuperarlo. Encendió el último de sus cigarrillos intentando obtener calma en medio de la tormenta. ¿Qué haría si no conseguía el perdón de Misaki?

Con su mano izquierda comenzó a estregar su cabeza, su cabello parecía un nido de pájaros de lo despeinado que estaba, sólo le faltaba comenzar a arrancarlo hasta quedarse calvo. No encontraba paz para su desasosiego, por una parte dolía demasiado esta separación y por otra... en realidad le preocupaba que le había pasado a Takaba. No lo había llamado porque se sentía demasiado culpable, además ya era suficiente con sus problemas, no quería causarle inconvenientes al rubio con su pareja sin descubriera una de sus llamadas.

—Él está con su pareja y yo me quedé solo...

Akihiko se rio pensando lo irónica que era la vida y lo terrible que era el karma. Había engañado a Misaki con alguien que también estaba en una relación, ahora se quedó solo sin saber que hacer de su vida mientras que el rubio podía seguir como si nada hubiese sucedido.

Después de tantos años de estar acompañado la soledad se sentía terrible. Antes de conocer a Misaki no le molestaba vivir solo, hoy el departamento parecía sofocarlo y lo único que deseaba era volver a tener en sus brazos a su pequeño ojiverde. Necesitaba su calor y aquella voz reprendiéndolo por no hacer su trabajo.

Tal vez sólo es costumbre.

Estaba desesperado. Le dolía demasiado no tener a Misaki cerca, pero no podía dejar de pensar en que si todavía lo amara tanto como antes no lo habría traicionado. Además lo que sentía por el rubio era algo demasiado fuerte ¿Se puede amar a dos personas al mismo tiempo? sentía como si la vida quisiera dividirlo en dos mitades, no quería dejar de ver a Takaba pero tampoco deseaba perder a Misaki. Ahora ya no tenía elección, había sido abandonado por su compañero de los últimos años.

—¿Dónde estás, Misaki?

Volvió a observar su celular con la idea de llamar de nuevo. Estaba decidido a seguir insistiendo hasta que contestara, no importaba si le llevaba años encontrarlo. Necesitaba hablar con él, explicarle que no fue su culpa enamo... ¿Qué estaba pensando? ¿Se había enamorado de Takaba? ¿Realmente lo que sentía no era solo deseo?

Akihiko comenzó a maldecir su mala suerte. Por una parte había perdido a Misaki y por otra jamás podría tener a Takaba para él solo.

Cuando estaba sumergido en lo más profundo de su infierno, escuchó unos suaves golpes en la puerta. No podía ser Aikawa porque tenía llave... ¿Será Misaki?

El escritor se puso de pie como un resorte. Corrió como estaba, descalzo, con la ropa desordenada y el cabello enmarañado, no le importaba su estado con tal de que la persona que tocaba fuera su pequeño castaño.

Abrió de golpe la puerta para quedarse paralizado. La historia de la tarde anterior se repetía, la única diferencia es que ambos se veían lamentables.

—¿Qué te pasó? —Akihiko corrió para tomar el mentón de Takaba quien tenía el rostro lleno de sangre. Estaba temblando y con lágrimas en los ojos.

—Yo... terminé con él... —Takaba se ahogó en sus sollozos.

—El... ¿te lastimó?

—En realidad tuve suerte, pude estar muerto a estas horas.

Akihiko abrió mucho los ojos sorprendido. Takaba ya le había dicho que su amante era peligroso pero no pensó que fuera capaz de lastimarlo de esa manera. Sin pensarlo dos veces se acercó para abrazar al rubio que se veía completamente abatido.

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