CAPITULO XIX - Voy a Luchar por tí

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Akihiko condujo como loco durante todo el día, añorando ver el cabello revuelto de Misaki en medio de la calle. Estuvo en cada lugar que sabía que el joven frecuentaba y al no tener resultado, comenzó a ir a los hospitales de la ciudad sin ningún éxito. Vio con desespero como la luz del día poco a poco iba desapareciendo y la ciudad se iluminaba como árbol de navidad. Estaba a punto de entrar al hospital cercano a su departamento cuando entró un mensaje a su celular de parte de Misaki. Leyó una vez, dos veces... ¿desde cuándo le hablaba así? El menor siempre le gritaba por gastar mucho o retrasarse en su trabajo, pero nunca le había dicho que comprara comida para no molestarlo. Akihiko no tenía problema con liberar al chico de cocinar, pero era precisamente él quien se empeñaba en prepararle siempre sus alimentos, decía que era más sabrosa y saludable.

El mayor subió de nuevo a su auto y condujo hacia su departamento con su cabeza hecha un lio. ¿Cuándo había cambiado Misaki? ¿Dónde estuvo durante todo el día? ¿Estaría con alguien más?

—Vas a tener que darme una muy buena explicación, Misaki.

Condujo aferrándose tan fuerte al volante que sus nudillos estaban en blanco, fue una suerte que no se estrellara con la velocidad a la que iba tardando solo unos minutos en estacionarse y salir corriendo hacia su departamento.

—¡MISAKI! —gritó tan pronto abrió la puerta de entrada. El departamento estaba a oscuras impidiéndole ver. No encendió ninguna luz, subió rápidamente las escaleras y entró directamente a la habitación del menor sin tocar— ¡MISAKI! ¿¡DONDE ESTUVISTE!?

No hubo respuesta alguna. A través de la suave luz que se filtraba por la ventana pudo ver un diminuto bulto envuelto en las mantas. Encendió la luz solo para verificar que el menor estaba profundamente dormido. Sorprendido se acercó para verlo más de cerca y verificar que estuviera bien. Misaki nunca se duerme tan temprano, siempre está haciendo algo para adelantar un poco sus quehaceres del próximo día.

—Misaki...—esta vez susurró suavemente acariciándole la mejilla. El menor frunció sus cejas y se estremeció, en momentos así, odiaba que sus manos siempre fueran tan frías.

Se quedó de rodillas al lado de la cama mirando aquel rostro. Estaba demacrado y unas enormes ojeras lo hacían ver desmejorado. ¿Cuándo enfermó? No quiso hacer ningún movimiento brusco para no despertarlo, estaba tan tranquilo con sus bellos ojos cerrados que sería un pecado sacarlo de sus sueños. Mañana le preguntaría sobre lo sucedido.

Se puso de pie para apagar la luz del cuarto y luego se metió en la cama junto al menor. Tan pronto la abrazó sintió como enterraba su rostro en su pecho y suspiraba profundo, su cuerpo se sintió más relajado y escuchó el suave susurro, lo estaba llamando en sueños y eso le apretó el corazón. Lo abrazó más fuerte contra su cuerpo y de inmediato notó lo increíblemente delgado que estaba.

—¿Qué te está pasando?

Tardó mucho en dormirse, intentando recordar cuando había comenzado a desgastarse de esa manera. Con tristeza tuvo que reconocer que hace semanas que no lo miraba directamente. Estaba demasiado ocupado pensando en Takaba como para prestarle atención a su amante, además se sentía culpable y constantemente alejaba la mirada del menor por temor a ser descubierto. Volvió a recordar la noche anterior y la culpa lo golpeó con fuerza, allí sujetando aquel cuerpo frágil se sintió como la mierda, y sin embargo... no se arrepentía.

Tal vez ya no amo a Misaki.

No era la primera vez que lo pensaba. El rubio entró en su vida como un tornado que destruía todas sus defensas, haciéndolo dudar de lo que sentía por aquel chico que tenía en sus brazos. Indudablemente se preocupaba por él, habían pasado años viviendo juntos como para dejarlo de lado de la noche a la mañana, pero estaba seguro que lo que sintió con Takaba era algo que jamás tuvo con Misaki. El rubio lo llevó a la locura total, envolviéndolo lentamente en su fuerte seducción hasta que le regaló orgasmos tan intensos como nunca pensó que alcanzaría.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora