CAPITULO XXXIX - Esta abstinencia me esta matando

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Misaki quería matarlo, literalmente. ¿Método de asesinato? Tortura constante a través de una muy dolorosa erección constante que nunca era atendida. Desde que comenzaron su relación no pasaron de besos y algunas caricias, muchas de las cuales eran interrumpidas por Kirishima quien parecía tener cámaras en todas partes, pues siempre llegaba en el momento candente.

Cuando fueron a China, Asami no presionó porque sentía al menor temblar y sus ojos se cargaban de miedos. De modo que durante esos días durmieron abrazados luego de manosearse un poco. Si, igual a un par de adolescentes que comienzan a experimentar con el sexo.

El viaje transcurrió sin mayores percances, atendió sus asuntos mientras Misaki se quedaba disfrutando de las instalaciones de aquel enorme hotel que también le pertenecía a Asami, basta decir que lo atendieron como a todo un rey, tal cual se lo merecía. Tuvo sesión de masajes, exfoliación y corte de cabello... aunque no recortaron mucho ya que a él le gustaba pasar sus dedos una y otra vez por esas hebras suaves. Para cuando volvieron a Japón, se veía como una estrella de cine.

—Misaki estás... brillante —Kirishima lo veía concentrado una vez que bajaron del avión, el pequeño sonreía y se rascaba la cabeza aunque luego volvió a acomodar su cabello para mantener su nuevo peinado.

—Fue muy relajante, además no tenía más para hacer porque Asami se la pasó trabajando.

Misaki entró en la limosina y Kirishima aprovechó para acercarse a su jefe y susurrarle.

—Espero no se aprovechara de Misaki.

Asami lo miró seriamente a los ojos, luego resopló rindiéndose ante el hecho de que su asistente se convirtiera en una especie de suegro.

—Esta tan intacto como me lo llevé —...lamentablemente.

Los días se volvieron semanas y el problema en sus pantalones empeoraba, Pensaran ustedes ¿Cómo es posible que el gran Asami se abstenga de tirar al castaño en cualquier lado y enterarse dentro de su cuerpo hasta que grite pidiendo por más? bueno, ese era un misterio que ni él mismo lograba comprender.

Cada que sentía enloquecer por el deseo, miraba ese par de bellos ojos cargados de inocencia que lo observaban llenos de confianza y ternura, era entonces cuando su instinto animal retrocedía y bajaba la intensidad de sus besos o caricias, siempre atento a si Misaki deseaba continuar o detenerse. Muchas veces lo tuvo bajo su cuerpo gimiendo y aferrándose a su espalda con ardiente hambre, en esos momentos estaba seguro que podría hacerlo suyo de una vez por todas, pero justo cuando pretendía desnudarlo y comérselo entero, su suegro tocaba la puerta y si se tardaba en responder, simplemente entraba pretendiendo sentirse avergonzado por interrumpir.

¡Estaba a punto de matar al muy bastardo!

Sentado en su oficina, pensaba en cómo hacer para seguir soportando el dolor permanente en sus testículos. Los únicos momentos de descanso que tenía era en las noches cuando dormía, el resto del tiempo parecía un adolescente libidinoso quien no podía permanecer un segundo sin tener su arma en firme.

Él siempre se ha considerado un hombre adulto con los deseos sexuales normales de su edad, nunca estuvo desesperado por revolcarse en el suelo con otro cuerpo para satisfacerse, es decir, como para poner un ejemplo, durante sus años de relación con Takaba podía perfectamente pasar días e incluso semanas sin estar pensando todo el tiempo en sexo, lograba reprimir su deseo sin ningún problema hasta, que era posible tener un encuentro sexual con su pareja y al fin alcanzar su liberación. Ahora en cambio, por más que intentaba concentrarse en su trabajo difícilmente lo lograba ¿la razón? El objeto de su deseo iba y venía por su oficina durante todo el día. ¿Cómo podría calmarse en una situación así?

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