CAPITULO LXXXIII - Ataque sorpresa

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Los días pasaban para Misaki en completa tranquilidad y felicidad. Era como un sueño del que no quería despertar. Su principal preocupación era finiquitar los últimos detalles de su boda y rotular con su propia mano las tarjetas de invitación. Si, su vida era todo color de rosas.

La única cosa que empañaba sus días soleados, era que cada tanto sentía dolor en cierta parte de su cuerpo que le avergonzaba mencionar, pero no podía quejarse. Asami muchas veces lo buscaba para hacer el amor suave y tiernamente, pero cuando el fuego de la pasión estaba en el máximo, terminaba retándolo para que lo tomara con fuerza y sin ninguna piedad.

El dolor que sentía en su interior, era únicamente su culpa. ¿Quién lo mandaba a buscar la muerte?

Misaki terminó la última invitación con un suspiro cansado, le tomó mucho tiempo y esfuerzo hacerlo pero era lo que deseaba. Algunas veces Asami pensó en pedirle que dejara eso a alguno de sus empleados, pero cada que observaba el brillo cargado de ilusión y amor con el que el ojiverde lo hacía, se abstenía de quejarse por no prestarle atención y le daba espacio para que continuara.

El castaño siempre fue consciente de que descuidaba un poco a su amante en las noches mientras se encargaba de su boda, también de la manera en que Asami se contenía para permitirle terminar con sus ocupaciones ¿Cómo no amarlo? Cada que Misaki recordaba la mueca resignada de Asami cuando comprendía que esa noche no habría sexo a menos que esperara hasta altas horas de la noche, su corazón se llenaba de una calidez indescriptible.

Valga decir que el gran Asami Ryuichi no es un alma que se resigna en la batalla. Si bien las primeras noches esperó con paciencia, al final le ordenó como su jefe, que los detalles de la boda o cualquier otro asunto personal debían hacerlo en horario laboral, las noches le pertenecían única y exclusivamente a él y no estaba dispuesto a hacer concesiones. Misaki no sabía si reír o llorar, después de todo se sentía mal por devengar un sueldo sin ganárselo honestamente, pues practicante lo único que hacía en su oficina era hablar con Hisa y el organizador de la boda, luego seguía rotulando las tarjetas o modificaba la lista de invitados, las horas que dedicaba al trabajo se redujeron demasiado.

Cuando Asami uso su poder como el jefe, Misaki no podía evitar mirarlo con cierta ternura y un poco de frustración, como no supo si aceptar o discutir, se decidió al final por hacerle el amor apasionadamente... por lo que de nuevo estaba sentado en ese momento sobre su muy amado cojín ortopédico.

Al terminar ordenó diferentes filas de sobres sobre su escritorio, sintiéndose extremadamente satisfecho por haber terminado. Ya podía descansar o en todo caso, trabajar realmente.

Observó la hora abriendo mucho los ojos y reprendiéndose mentalmente por haber tenido un olvido tan estúpido. Llegaba tarde a una reunión importantísima, por lo que tomó unos sobres de su escritorio y salió de su oficina tan rápido como el dolor de su cuerpo le permitió.

―¿Ya están reunidos? ―Misaki le preguntó a la secretaría sin detenerse.

―Desde hace unos treinta minutos...

―¿Por qué no me avisaste? ―Misaki continuaba caminando hacia la oficina de Asami. Era notable su enfado por lo que la secretaria inmediatamente habló con un tono de disculpa.

―Lo siento, pero es que el señor Asami me dijo que te dejara trabajar...

―El muy bastardo... ―su voz fue baja y amenazante.

―Perdona, ¿Qué dijiste?

―Nada...

Misaki no se detuvo hasta que llegó a la oficina de Asami. Sin tocar, abrió la puerta como si fuera el dueño del lugar. Sus ojos se centraron inmediatamente en la persona que se encontraba cómodamente sentada en una muy elegante silla, tomando té con movimientos ligeros y sofisticados... parecía que un dios cayó del cielo sin despeinarse un solo cabello.

CAMINOS CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora