Capítulo 7

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—¿Se puede saber a qué ha venido eso? —preguntó Damián irrumpiendo en la habitación de Venus visiblemente molesto.

—No sé a qué te refieres.

Pero Venus sabía perfectamente a qué se refería. La vuelta a casa había sido incómoda y algo tensa. La comida también. Ninguno había mediado palabra ante la atenta y curiosa mirada de Lucía, quien se preguntaba qué les pasaba a esos dos a la vez que disfrutaba de la situación. Estaba acostumbrada a que sus hermanos cerrasen filas siempre entre ellos.

—No estoy para juegos, Venus.

—Yo tampoco —se defendió ella.

Él se quedó en silencio. Odiaba cuando Venus era así. ¿Por qué con ella siempre todo era tan complicado?

—No entiendo que los hayas invitado.

—Y yo no entiendo por qué te importa tanto. Total, no es que fuese algo nuestro, ¿no? Ya estamos ampliando el círculo, ¿qué más dan unos pocos más?

Y, de pronto, Damián soltó una profunda carcajada que ofendió a Venus.

—¿Todo esto es por Paula? —preguntó divertido mordiéndose el labio inferior.

—No sé a qué te refieres —respondió ella a la defensiva.

Claro que todo era por la tipa esa que no paraba de sonreír y de mirar a su "hermano".

—Ven —dijo obligandandole a mirarle.

—Ay, ya —se quejó ella rompiendo el momento—. Tengo muchas cosas que hacer.

—Mentira —dijo él posando su mano en el marco de la puerta.

Entonces Venus miró la muñeca del chico, llevaba puesta la pulsera que ella le había regalado. Sonrió.

—Te queda bien.

—¿Y qué no lo hace? —bromeó él con aires de superioridad.

—Imbécil —se quejó ella avanzando para golpearle, pero entonces él la giró y le cogió de la cintura a la vez que la levantaba.

—Y eso te encanta —susurró a su oído.

—No lo creas, me van más los cerebritos —respondió ella entre risas provocando las carcajadas de este.

Ambos se dejaron caer sobre su cama.

—Yo puedo ser ambas cosas —prosiguió él entre risas.

Venus se giró, lo miró y le retiró un mechón de la cara de forma tierna.

—Claro que sí, tú puedes ser todo lo que tú quieras —respondió ella medio en broma, pero, en el fondo, así lo sentía.

Él sonrió, la rodeó con su brazo y la atrajo hacia sí mismo.

Así, abrazados el uno al otro dejaron que pasasen las horas como si el reloj se hubiese detenido.

La chica tenía los ojos cerrados disfrutando del momento pues sabía que no duraría demasiado. Nunca duraba.

—Damián —pronunció de forma suave.

—¿Si? —preguntó él mirándole con ternura.

Ella no respondió.

—¿Estás bien? —preguntó él al ver cómo ella se quedaba en silencio.

—Shhh —pidió ella y él esbozó una sonrisa.

Era ella quién había comenzado a hablar, pero eso era algo tan típico suyo.

—Creo que deberíamos bajar antes de que alguien nos eche de menos —anunció él después de un rato.

Esperaba que ella le dijese que no, que le pidiese estar un rato más, pero no ocurrió.

—Tienes razón —respondió levantándose de la cama de forma ágil.

Damián le miró confuso. Siempre era ella la que le insistía para este tipo de cosas y él el que cedía. Siempre había sido así. ¿Habría cambiado algo durante el verano?, ¿es que acaso ya no sentiría lo mismo por él?

Debería sentirse bien, pero no podía. Desde el primer día en el que la había mirado lo había sabido. Era ella. No había otra posible. No importaba que estuviese mal o que no pudiese estar con ella. En el fondo de su corazón lo sabía. Nunca sentiría por nadie nada parecido a lo que lo hacía por ella.

—¡Venga! No seas vago y levanta —pidió ella tirando de él.

Claramente el musculado cuerpo del joven era mucho más pesado que el de la chica, por lo que esta no podía moverlo sin ayuda.

—Mira quiénes se dignan a aparecer —comentó Lucía algo aburrida.

Venus avanzó hasta ella y cogió una tajada de queso que esta había partido.

—¿En serio?, ¿es que tú no respetas nada? —pronunció molesta cuando Venus le dio un mordisquitico al embutido.

La joven de pelo castaño le miró contrariada.

—No armes drama que solo es un poco de queso —respondió restándole importancia.

—No, no es solo una tajada de queso, es todo. Siempre te apropias de todo —explotó.

—¡Lucía! —le regañó Damián.

—¿Qué? ¡Es verdad! ¿Es que nunca tienes suficiente?, ¿por qué necesitas quitarme todo? —Cogió aire—. Sabes, me esfuerzo por algo y llegas tú y me lo robas sin siquiera esforzarte —. Hizo una pausa—. En serio, ¿tenías que invitar a mis amigos a tu estúpida fiesta?

Venus suspiró fingiendo que lo que le decía no le importaba. Ella jamás había querido robarle nada. En verdad, en su opinión, había sido Lucía quién había llegado a su vida arrasando y tratando de robarle a su madre.

—¿Todo esto es por los nuevos? —Se rió—. No te preocupes que no tengo ningún interés en ninguno de ellos. Todos tuyos, están a salvo de mí —añadió dándose la vuelta y volviendo a su habitación mordisqueando su pedazo de queso.

—Lucía, en serio, ¿por qué tienes que ser siempre así?

La chica de cabello cobrizo negó con la cabeza. Su hermano no entendía nada y, como siempre, se posicionaba a favor de la malcriada y egoísta de Venus.

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