Capítulo 89

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El profesor de gimnasia miraba asqueado como gran parte de su clase aún no había llegado al gimnasio. 

Cada año era igual, las vacaciones de Navidad se acercaban y los alumnos se relajaban en su clase como si ya estuviesen de fiesta.

Era cierto que se trataba de la única asignatura en la que no había exámenes y que, por orden de la junta directiva, estos últimos días eran más relajados en esa materia, pero aún así estaba harto de que nadie se tomase en serio su trabajo.

Miró su reloj, ya habían pasado diez minutos desde el supuesto inicio de la clase, no podía seguir perdiendo su tiempo. Empezaría la clase con los allí presentes.

—Perdón, estábamos con la profesora de historia —se excusó Lisi, entrando junto a Venus, quien le miró divertida.

Ambas sabían de la mala relación entre esos dos profesores. De hecho, les molestaba tanto la presencia del otro que Elisabeth y Venus estaban convencidas de que no iría a comprobarlo después.

—Que no se repita —dijo entre dientes.

—Sí, lo sentimos —se disculpó Venus con una inocente sonrisa.

—¿Y Sahenz? —preguntó el profesor a la rubia.

Lisi buscó a Milán entre los presentes y al no verlo se encogió de hombros.

—Últimamente está algo raro, casi ni nos vemos —le susurró a su amiga—, aunque no puedo decir que no sea algo que agradezco.

Damián entró a toda prisa en clase.

—Lo siento —dijo sin poner ninguna excusa.

Venus trató de no mirarlo. No quería, ni podía, ver su cara y saber que le había hecho daño.

—Te está mirando —susurró Lisi dándole un pequeño codazo a su amiga—. Creo que sigue esperando que le respondas algo.

Y entonces Venus supo que se refería a Alejo. Tragó saliva. Aún no había decidido qué iba a hacer.

En el fondo sabía que ella había hecho cosas muchísimo peores, como acostarse con Damián justo después de comenzar a salir con Alejo. Pero la verdad era que se sentía traicionada. Le gustaba que Alejo solo la viese a ella, que no tuviese intenciones ocultas como el resto. Que no fuese a por su reputación, su estatus social, su dinero... que solo le importase ella. Con todo el tema de Damián le había hecho darse cuenta de que, en cierto modo, era como los demás. Que cuando la miraba, no la veía a ella sino un medio para conseguir algo...

—Bien, si no hay más interrupciones empezaremos ya la clase.

—¿Dónde crees que estará Milán? —preguntó en voz baja Lisi.

—Conociéndolo humillando a alguna pobre alma que se le haya cruzado en el camino —bromeó Venus entre risas, aunque estas risas se cortaron enseguida cuando lo vio entrar junto a Paula.

Este tenía el cuello de la camisa mal puesto y su castaño cabello estaba revuelto.

Desvió la mirada hacia Paula, quien se toquiteaba sus dorados cabellos y mostraba una triunfante sonrisa con sus labios rojos.

—¿Se puede saber qué coño has hecho? —explotó Venus mirando al hasta ahora novio de su mejor amiga.

—Oh, venga ya Venus, no te pongas así. Tan solo pasábamos un buen rato. No entiendo por qué te escandalizas tanto, tú mejor que nadie deberías entenderlo —respondió guiñándole un ojo.

Damián dio un paso furioso, pero Venus se le adelanto.

—No te mereces mi desprecio y mucho menos a Lisi, eres un cabrón.

Esas palabras causaron la risa del chico.

—Oh, claro, yo soy un cabrón, pero mi novia la folla becados es una santa, ¿no?

De pronto todo el mundo comenzó a cuchichear y a mirar a Elisabeth.

—¡Ya basta! —chilló el profesor tratando de que la situación no se descontrolase más.

—Milán, yo... 

Elisabeth no sabía qué decir. Milán lo había averiguado todo y en ese momento veía cómo su futuro se le iba escapando entre las yemas de los dedos. Sin él su familia estaba perdida. Necesitaba recuperarlo por humillante que fuese.

La tensión se palpaba en el ambiente. Todos aguardaban en silencio esperando a qué sería lo siguiente que descubrirían.

— ¿Pero tú quién te crees que eres? Le debes una disculpa —anunció Sergio, quien trataba de controlarse.

—¡Cállate!

El chillo de Elisabeth pilló a todos por sorpresa. El joven tan solo le estaba defendiendo.

—Lisi...

—No. Esto no es asunto tuyo. No te quiero en mi vida, creo que te lo dejé muy claro el otro día. No quiero saber nada de ti, ni de tus estúpidos sentimientos. Tan solo has sido un error que quiero dejar atrás—. Dicho esto y dejando a Sergio completamente desolado se giró hacia Milán—. Lo siento. No ha sido más que una vía de escape, un juego. Lo siento, no va a volver a pasar.

Venus apretó fuerte su puño. No soportaba ver esa situación. Cómo su amiga se estaba arrastrando por un hombre al que ni quería ni realmente necesitaba y cómo por el camino destrozaba al que realmente amaba. Tensó la mandíbula. ¡Por dios, era Mery Elisabeth Esmegraldo! La persona más fuerte, decidida e inteligente que conocía. Esa chica no necesitaba a nadie para salir adelante, y mucho menos al imbécil de Milán.

En ese instante todas as miradas se centraron en Milán. ¿Perdonaría él su traición? Milán y Lisi eran pareja desde niños. Todos envidiaban ese amor. Ricos, guapos, elegantes, inteligentes, perfectos... eran la pareja de moda. Siempre lo habían sido. Pero ahora estaban descubriendo que no era oro todo lo que relucía. Y parecía que la realeza también guardaba trapos sucios bajo la cama.


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