Capítulo 85

798 112 8
                                    


—¡Tú!

Carlos miró aterrado como Mateo avanzaba sin piedad hacia él.

El chico no tenía nada claro si estaría enfadado o no por no haberle respondido al mensaje de hacía unas noches. Pero, ¿qué debía de haberle respondido? Mateo le había ignorado durante toda su vida y de pronto, de un día para otro, le insinuaba quedar para tener más que palabras. Así, como si fuese lo más normal del mundo.

Carlos no estaba acostumbrado a eso. Le gustaban las cosas más calmadas. Más convencionales.

Dio un par de pasos hacia atrás mientras comprobaba alarmado cómo Mateo seguía avanzando hacia él de forma decidida a paso firme.

Miró hacia los lados. Estaban solos. Nadie intervendría y lo peor, no podía huir. Era demasiado tarde.

—¿Esto es por el mensaje? Porque... —titubeó.

Mateo frenó en seco al escucharle y se quedó unos segundos pensativo para recordar a qué mensaje se refería. Entonces lo recordó. Carlos le había dejado en visto cuando le había dicho de quedar para echar un polvo.

Sonrió divertido. No le había sentado mal ese desplante. Le había llamado la atención, eso sí. No estaba acostumbrado, eso era todo.

—No, no era eso, pero ahora que lo dices, no respondiste —comentó curioso sin perder su sonrisa.

No había signo de enfado ni de molestia en su voz. Tan solo curiosidad.

Carlos respiró aliviado. No quería tener esa conversación con el chico. Era un tema íntimo y le resultaba incómodo.

—¿Entonces qué quieres? —preguntó tratando de recobrar la tranquilidad.

—Es el tipo ese.

Carlos miró hacia los lados buscando a alguien, pero no había nadie. ¿A qué tipo se estaba refiriendo?

—El macarra.

Carlos parpadeó un par de veces.

—¿Alejo? —preguntó dubitativo y por la cara de Mateo supo que había acertado—. ¿Qué le pasa?

—Que es imbécil.

—¿Has venido solo para insultar a mi amigo?

—No —admitió rodando los ojos—. Quiero que hables con él y le hagas ver lo equivocado que está.

La naturalidad con la que Mateo hablaba sorprendió a Carlos. Insultaba a su amigo, le pedía un favor y le señalaba que Alejo estaba equivocado. Y todo sin una pizca de pudor o de duda. ¿Así eran las cosas en su mundo?

—No.

Trató de sonar firme y eso sorprendió a Mateo.

—¿Por qué? —preguntó curioso.

—Porque no es cosa mía. Ni siquiera sé qué está pasando —expresó—. Además, ¿por qué me lo pides a mí? ¡Llevas años ignorándome!

Silencio. Por primera vez Mateo Rodrigo Iturat se había quedado sin saber qué decir.

—Bueno, eso no es del todo cierto. No te ignoraba a propósito. Simplemente no sabía que existías.

Esas palabras, pillaron por sorpresa a Carlos, quien no pudo reprimir una carcajada. Era la peor defensa que había escuchado en su vida.

Mateo sonrió.

—¿Entonces me vas a ayudar? —preguntó esbozando su más encantadora sonrisa.

—¿Tengo otra opción? —preguntó fingiendo resignación.

En realidad, por raro que fuese, estaba disfrutando de ese instante. De la atención de Mateo, de su aura encantadora.

—Puedes contarme por qué no me respondiste al mensaje —provocó él giñándole un ojo.

—Bien, dime qué quieres que hable con Alejo —Suspiró—. Pero no te prometo nada. Es de cabeza dura.

Mateo rodó los ojos de forma dramática.

—No sé por qué no me sorprende —comentó con una pequeña risita.

Después comenzó a contarle todo lo del saco de boxeo y las discusiones.

—No voy a meterme en eso —sentenció Carlos al terminar de escuchar toda la historia.

—Mirá, no me gusta tu amigo, pero quiero a Venus y ella está mal por su culpa.

—¿Por su culpa?

—¡Sí! ¿No has escuchado toda la historia?

Carlos negó con la cabeza.

—Creo que estáis tan acostumbrados a que todos os den la razón que pensáis que la tenéis por derecho. ¿No te has parado a pensar que quizá todo esto sea culpa vuestra?

Mateo lo miró ofendido.

—Ya te he dicho que Damián no ha tenido nada que ver en lo del saco.

—Puede, no lo sé, aunque tampoco me extrañaría. ¡Habéis hecho cosas horribles y aún así seguís siendo intocables! ¿No eráis conscientes de que algún día esto tenía que pasar? Que vuestras acciones os pasarían factura...

No sabía cómo se había armado de valor para decir todo lo que sentía, pero en ese momento, Carlos se sintió muy bien y Mateo se dio cuenta de que ya no hablaban de Alejo o de su saco. Que hablaban de él.

—Lo siento —pronunció Mateo casi sin ser consciente de ello.

Esas palabras también sorprendieron al chico.

—¿Qué?

—Creo que eres increíble, y siento haberme perdido la oportunidad de haberte conocido antes.


————————————————————————————

Hola, antes que nada perdón por la ausencia sin previo aviso y mil gracias por la paciencia y por darle una oportunidad a esta obra que es mi mayor tesoro.

Quería explicaros que he pasado un mes bastante malo. Varias personas de mi familia han estado malitas entrando y saliendo del hospital, por lo que me he centrado en ellas y he dejado de lado lo demás, como el libro.

Por suerte parece que todo se ha encarrilado, así que vuelvo con todo y desde hoy vuelven las actualizaciones diarias.

Muchas gracias y un beso enorme!

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora