Capítulo 17

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Venus sentía como el estrés de estos últimos días agarrotaba sus músculos y revolvía sus pensamientos. Necesitaba liberar tensión. Soltarse. Dejar de pensar. Y solo sabía una forma de hacerlo.

Se vistió y caminó hacia el gimnasio del instituto con la mochila al hombro.

Se quitó la ropa, la dejó en el vestuario y salió con tan solo un mallot negro y plateado y las deportivas.

Una vez en la sala del gimnasio, Venus se hizo un moño apretado, se descalzó sobre la colchoneta y comenzó a estirar sin percatarse que Alejo entraba a la sala.

Este la miró embelesado. El mallot se ajustaba a su piel a la perfección y mostraba su delgado, pero tonificado cuerpo bajo él.

Sonrió y prefirió mantenerse en silencio junto a la puerta para no espantarla, pero cuando esta se levantó y comenzó a practicar un par de saltos, este no pudo evitar una carcajada.

Venus se giró.

—Perdón no quería interrumpir tus saltitos —dijo este divertido colocándose sus guantes de boxeo.

Esa frase ofendió a Venus. Estaba harta de siempre lo mismo.

—Claro, porque la gimnasia no es mas que dar saltitos y eso no es deporte. Pero golpear a alguien hasta dejarlos inconsciente o acabar medio gilipollas por recibir tantos golpes sí que lo es.

Se notaba que a la chica no le había hecho ni pizca de gracia el comentario de Alejo.

—Eh, yo, no quería...

—Déjalo —respondió ella seca.

—¿Podemos volver a empezar? —pidió él —. He sido un gilipollas, lo admito.

—Claro —Sonrió—. Siempre y cuando me demuestres que dar saltitos es tan fácil como suponías.

Alejo carraspeó.

—Y tú harás lo mismo con el saco.

Venus avanzó ágilmente hasta el saco.

—Por favor, cualquiera es capaz de dar golpes —anunció con una burlona sonrisa y  golpeando con todas sus fuerzas su puño contra el saco.

Alejo trató de impedirlo, de explicarle que sin guantes no debía de golpearlo, pero fue tarde.

La sonrisa enseguida se esfumó de la cara de la chica. Un dolor insoportable invadía su mano, pero no pensaba admitirlo.

—Lo ves —dedicó otra sonrisa.

Alejo caminó apresuradamente hasta la chica.

—Deberías ponerte hielo —recomendó.

—No lo necesito —respondió seca—. Estoy bien.

—Se te va a hinchar.

Venus se llevó la otra mano hacia sus nudillos y los acarició inconscientemente.

—Déjame ver —dijo él agarrando su mano y examinándola.

Estaba algo hinchada y se hincharía más en las próximas horas, pero no se había roto ningún hueso. Se pondría bien.

—Ya te he dicho que estoy bien —exclamó ella apartando la mano —. Te toca.

Él se rio.

—Yo no tengo miedo a admitir que no sé hacerlo.

Ella fingió un sonrisa.

—¿Estás en un equipo? —preguntó curioso.

—No.

Ambos se quedaron en silencio.

—No tengo disciplina y tampoco me gusta jugar en equipo —añadió ella a modo de explicación.

—¿Tú?

Alejo sonrió sorprendido. Era la primera vez que la chica se interesaba en algo suyo. O que al menos le devolvía la pregunta.

—No, solo lo hago para sacar todo lo que llevo dentro. Para dejar de pensar —admitió.

—Bien, entonces no molestes —respondió ella dirigiéndose hacia la barra.

Alejo se rio. No se tomó mal las palabras de la chica. Se estaba acostumbrando a que esta cortase sus conversaciones de improvisto y que volviese a lo suyo como si nada.

—Me debes una frase.

Venus sonrió divertida y fingió que no le había escuchado mientras continuó con su ejercicio.

Ambos se concentraron en lo suyo como si el otro no estuviese hasta que Venus decidió que era suficiente y se fue hacia la salida.

—No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace parecer así —comentó de improvisto.

— William Shakespeare —respondió él divertido mientras caminaba hacia ella.

—Muy bien.

Su voz no era de suficiencia. Más bien estaba complacida de que él hubiese reconocido la cita.

—¿Y qué he ganado?

Venus se rio por el descaro del chico.

—¿Y qué quieres? —preguntó curiosa de saber hacia dónde quería el chico que avanzase esa conversación.

—¿Un café?

—Hecho —respondió ella guiñándole un ojo y desapareciendo del lugar.

Alejo cerró el puño y lo atrajo hacia sí mismo en signo de victoria.

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