Capítulo 38

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Las rondas se fueron sucediendo entre chupitos, confesiones, alcohol y risas. Los chicos estaban bastante alcoholizados y ya no les daba tanto reparo confesar determinadas intimidades.

—Nunca te he visto con ningún chico. Bueno, te he visto tontear con muchos, pero nunca te he visto dado dar un paso más con ninguno —dijo Lucía a su hermanastra.

—¿Cuál es la pregunta? —preguntó Venus algo aburrida.

—Antes has dicho que estabas enamorada, pero yo nunca te he visto con nadie y tú no eres de las que se queda parada. Así que, ¿hay alguien?

Venus se quedó en silencio un par de segundos.

—Si te refieres a si tengo novio de la manera tradicional, no —Hizo una pausa—. Si hay alguien especial, sí.

—¿Desde cuándo?

—Solo has pagado por una pregunta.

—Lo doblo si me respondes a ambas.

—Desde hace años.

—¿Qué?

Todos contemplaban la escena sin perder detalle. Alejo se sintió extraño. Había pensado que entre Venus y él había una especie de conexión, pero parecía que todo había sido cosa suya.

—¿Por qué no te rindes ya?

Venus se giro hacia su amiga. No se esperaba esa puñalada precisamente de ella.

—¿Eso es una pregunta del juego?

Adhara sonrió cansada. No entendía por qué su amiga seguía con ese misterioso chico con el que las cosas eran tan complicadas.

—Llevas años con un chico con el que nunca terminas de llegar a nada. Con el que todo es a escondidas. Con el que no es capaz de decir frente a todos lo que siente por ti. Por el que te veo estar mal día sí y día también. Con alguien de quien no eres ni capaz de hablar con tus amigos. Y mi pregunta es ¿vas a aguantar eso toda la vida o vas a darte cuenta de una vez de que no te merece? Y te pago diez chupitos de tequila por esa respuesta.

Venus fingió una risa de suficiencia, pero esas palabras la habían herido. Que fuese precisamente ella quien la tirase a los pies de los caballos. Venus había confiado esa información a su amiga en momentos delicados. Ella no tenía ni idea de toda la historia. Claro que lo pasaba mal, pero también era feliz. Damián era capaz de hacerle sentir cosas que nadie más. Con él se sentía libre por muy atrapada que estuviese. Con él se sentía de una manera que no podía explicar y que su amiga jamás entendería.

Cogió su vaso y comenzó a beber chupito a chupito sin dudarlo. No iba a enfrentarse a esa respuesta. Sintió cómo el alcohol quemaba su garganta al caer por ella, pero eso no importaba.

—Y, si os parece bien, yo me retiro de esta caza de brujas —dijo levantándose del suelo.

Nada más hacerlo sintió cómo su cuerpo se tambaleaba. Su visión estaba algo nublada. Todo se movía. El alcohol le estaba pasando factura.

Adhara se levantó tras ella y se acercó para sujetarla. Se sentía culpable. No había querido herirla, solo quería que se diese cuenta por una vez que ella merecía mucho más.

—¿Te rindes así como así, pija? Yo pensaba que eras mucho más dura.

Las palabras de Anisa la sorprendieron.

—No es cuestión de dureza, sino de orgullo.

—¿Y de qué te sirve el orgullo?

—Me sirve para levantarme cada día y tirar adelante.

—¿Tú crees?

—Bueno, creo que todos hemos bebido suficiente y deberíamos dormir algo —intervino Sergio tratando de mediar entre ambas.

—Sí, yo estoy algo cansada —reconoció Adhara y Alejo le apoyó.

—Como queráis —aceptó Anisa.

Había sido un completo fracaso de fiesta. Los ricos eran demasiado sentidos para su gusto.



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