Capítulo 53

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Venus tocó la puerta de Lucía nada más llegar a casa. Esta le abrió la puerta y le miró atentamente. No tenía muy claro para qué la llamaba. ¿Iría en sol de paz o querría pelear como de costumbre?

—¿Cómo estás? —preguntó algo preocupada.

La chica de cabello cobrizo le miró sin terminar de asimilar todo lo sucedido en ese día. Entonces le puso la mano en la frente.

—¿Tienes fiebre? Ya van dos veces en un día —dijo en tono burlón.

Venus le apartó la mano.

—En serio, ¿has venido solo para eso?

Venus rodó los ojos.

—No. Quería invitarte a una fiesta.

Lucía comenzó a hacer aspamientos.

—Vale, ¿quién eres tú y qué has hecho con mi odiosa hermana? —preguntó entre risas.

—Ay, ya, no me mires así. No pienses que lo hago por ti —dijo tratando de sonar borde—. Lo hago porque me han invitado a un botellón y no sé qué se pone la gente en esas fiestas. Además, si tú vienes también es más fácil que me dejen ir —mintió.

Lucía comenzó a reírse y fingió que se creía la excusa. En verdad, Venus la había invitado porque creía que la chica necesitaba despejarse un poco.

—¿Y desde cuándo Venus Cahué va a botellones? —preguntó burlona.

—No sé, Alejo me ha invitado y he pensado que sería una buena idea para despejar la mente y no pensar...

—En el chico misterioso —terminó Lucía la frase.

—Tú también podrías conocer a alguien allí y olvidarte de tu chico misterioso —respondió Venus levantando las cejas como cuando mandas indirectas.

—No, en serio. Esta amabilidad empieza a darme mal rollo —le miró frunciendo el ceño—. ¿Tú quieres llevarme a algún descampado para deshacerte de mí y quedarte con mi cuarto, verdad?

Venus comenzó a reírse.

—No sería mala idea. Nunca he entendido por qué tu cuarto es más grande que el resto —respondió pensativa.

—Y ahí está la Venus de siempre —respondió Lucía aliviada dándole un abrazo.

—Ya, ya —se quejó Venus alejándola—. Entonces, ¿vienes?

—Está bien, pero no me hagas pasar vergüenza —advirtió.

—¿Yo? Como si eso fuese posible —respondió llevándose la mano al pecho y fingiendo una cara de superioridad.

Ambas bajaron juntas a cenar, ante la sorpresa y alegría de su madre, quien decidió no decir nada temerosa de romper ese momento.

—Cariño, ¿cómo es que no has vuelto con tus hermanos a casa después de clase?

—Tenía un trabajo pendiente —mintió ella.

—¿Qué trabajo? —inquirió Damián.

—Uno —se limitó a responder ella.

—¡Venus!

—¿Qué?, ¿es que ahora tengo que darle explicaciones a él acerca de mi vida? 

Damián apretó el tenedor contra la mesa.

—Puede que a él no, pero a mí sí —respondió su madre.

—Un trabajo de historia que le han mandado por llegar ya iniciado el curso. Para que se ponga al día —mintió Lucía.

Damián le miró sin entender por qué su hermana mentía. Ese trabajo era falso y los tres lo sabían. Sin embargo, no sería él quien mandase al frente a Venus.

—Me parece bien —respondió la madre.

—Por cierto, esta noche Venus y yo tenemos que ir a un sitio.

Elena miró a sus hijas con cierto brillo en los ojos. Bajaban juntas, se defendían, no se gritaban y ahora iban a ir a algún lado juntas. Era un sueño cumplido.

—Claro, pasarlo bien.

Las chicas se miraron extrañadas. Había sido demasiado fácil. 

La verdad era que Elena llevaba años luchando porque esas dos se llevasen bien, así que estaba encantada de que las chicas hiciesen cosas juntas.

—Pero no volváis muy tarde, eh —dijo al darse cuenta de que su entusiasmo era más que evidente.

—Bien —respondió Venus sin muchas ganas mientras subía al cuarto a arreglarse.

Había pasado más de una hora desde que Venus se había ido a cambiar y Lucía estaba más que harta de esperar. ¿Pero qué estaba haciendo? Iban a un botellón, no a una boda. ¿Por qué tardaba tanto?

—¡Venus! —chilló.

—¡Ya voy!

Se escuchó desde arriba de las escaleras.

Enseguida apareció con unos pantalones negros de cuero, bastante apretados; un top corto morado, que dejaba al descubierto su vientre plano; y una chupa de cuero a juego con los pantalones. Se soltó el pelo y lo revolvió.

—¿De qué vas vestida? —preguntó Lucía entre risas.

Ella llevaba un pantalón vaquero y una blusa roja bastante casual.

—Te he dicho que no sabía qué ponerme —respondió Venus mirando el atuendo de su hermanastra.

Damián la repasó con la mirada con evidente disconformidad.

—¿Me cambio? 

—Sí.

—No.

Damián y Lucía respondieron a la vez. Ambos se miraron.

—Venus, estás genial, como siempre. Baja y vámonos.

Lucía no quería esperar una hora más a que Venus se volviese a cambiar. Iba un poco llamativa, sí, pero bueno, a estas alturas estaba más que acostumbrada a que Venus acaparase toda la atención.

Elena miró a su hija algo horrorizada, ¿pero qué llevaba puesto? Elena tenía un estilo mucho más clásico.

—¿A dónde vais exactamente? —preguntó preocupada.

—A una fiesta de un compañero de clase.

—¿Qué compañero? —preguntó la madre revisando la indumentaria de su hija.

—Alejo —respondió Lucía tratando de salir de ahí cuanto antes.

Damián apretó los dientes. Ese tipo de nuevo.

—Es un muerto de hambre interesado en el dinero de la familia.

—Te equivocas, esa es Paula —desafió Venus.

Elena miró a ambos sin terminar de entender.

—El camarerucho —descalificó Damián.

Lucía suspiró y agarró a Venus del brazo sabiendo que si no se iban ya, no se irían nunca.

—Te queremos, mamá. Adiós —gritó saliendo por la puerta y arrastrando a Venus hasta dentro del coche.

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