Capítulo 41

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Los tres amigos reían animadamente en la piscina, mientras aprovechaban para salpicarse o tratar de ahogarse en broma entre ellos.

—Sois unos abusones —se quejó Venus tratando de sonar seria.

—¿Eso crees? —provocó Damián acercándose hacia ella y arrinconándola entre el bordillo y su cuerpo.

—Sí, eso creo —respondió ella agarrándose a su cuello—. Creo que os aprovecháis de que soy una pobre chica indefensa a vuestra merced —añadió haciéndose la desvalida.

—Oh, bueno, creo que entonces tendré que aprovecharme de esa situación —dijo él aprisionándola más.

Venus sentía un cosquilleo interno que no sabía cómo frenar. El contacto con su cuerpo medio desnudo le estaba excitando demasiado. Casi hasta había olvidado que Mateo estaba ahí.

—¿¡Pero qué es esto!?

La voz de Elena los sobresaltó. Ambos se despegaron al instante. Sus rostros estaban desencajados. No sabían qué decir ni qué hacer.

—Elena, no es lo que parece —trató de explicar Mateo.

—¿Qué no es lo que parece? —explotó la madre.

Estaba realmente molesta.

—Mamá, déjame que te explique —dijo Venus saliendo de la piscina a toda prisa.

Damián miraba la escena agobiado, pero él no podía salir de la piscina. No aún. Con todo el acercamiento, los juegos, los roces y el cuerpo tan solo tapado con ese sexy conjunto de lencería de Venus, Damián no había podido evitar que mi miembro reaccionase. Salir en ese estado no beneficiaría en nada.

—No, no hay nada que explicar. Es que no me lo puedo creer —dijo su madre mirando a los dos sin dar crédito a lo que veía—. ¿Es que no se puede confiar en vosotros dos? De ti me lo podía esperar, Venus, pero de ti no —añadió mirando decepcionada a Damián.

Venus se quedó helada. ¿Qué de ella se lo podía esperar? 

—Señora Dábalos —comenzó Mateo.

—No, Mateo, no los justifiques. Tengo dos hijos que son unos irresponsables. Sabían perfectamente que esta noche teníamos una gala benéfica. No les he pedido otra cosa y llego y me los encuentro aquí sin preparar —se quejó—. ¿De verdad era tan difícil?

Los tres respiraron aliviados. Así que todo eso era por la gala. Se habían olvidado por completo.

—Tienes toda la razón, mamá. Lo siento muchísimo —dijo Venus avanzando hacia ella y tratando de darle un beso a modo de disculpa.

—No, a mi zalamerías no —se quejó—. Y no me mojes.

Venus cogió su ropa y corrió escaleras arriba a darse una ducha y a prepararse.

—Venga —dijo Elena al ver que Damián aún no salía de la piscina—. Mateo, ¿quieres venirte con nosotros? Puedes ponerte algo de Damián.

Mateo negó con la cabeza. No le gustaban nada esas galas, eran un auténtico coñazo para él. Además, la ropa de Damián no le harían justicia, parecería un cuerpo escombro. Damián era bastante más alto y musculado que él.

—Como quieras, y tú sal ya de una vez que Lucía y Jorge nos esperan ya allí —insistió Elena mientras se iba a su cuarto a darse los últimos retoques.

Una vez se fue Mateo comenzó a reírse. Necesitaba soltar toda la tensión acumulada por el momento.

—No te rías que casi nos pillan —recriminó Damián.

—¿Pero tan horrible sería? —preguntó este.

Damián le echó una de esas miradas de deja el tema que no es el momento y Mateo suspiró y salió de la piscina.

—Bueno, qué, ¿sales ya o vas a esperar a que se te baje eso?

Damián salió aprovechando que su madre no estaba y se dirigió a su cuarto.

—Tranquilo, eh. Ya conozco la salida, no hace falta que me acompañes —se medio quejó Mateo—. Desde luego, no hay peores anfitriones que estos dos. Yo no sé por qué sigo siendo su amigo, no me traen mas que problemas —comentó mientras iba saliendo de su casa.

En verdad, por mucho que Mateo se quejase Venus y Damián eran como sus hermanos. Los quería incondicionalmente y sabía que ellos sentían lo mismo por él.

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