Capítulo 54

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El chófer aparcó el coche, abrió la puerta y ayudó a Venus a bajar del vehículo.

Lucía estaba algo cansada de esa situación. ¿Por qué siempre le ayudaba solo a ella?

—¿En serio? ¡Es que no me lo puedo creer! ¿Pero qué le pasa a ese tipo?, ¿o es que solo trabaja para ti y yo aún no me he enterado?

—En verdad es culpa mía —reconoció desviando la mirada.

—¿Qué?

—Le besé.

—¿Te has tirado al chófer? —preguntó incrédula— ¿No me digas que él es el chico misterioso?

El hombre no llegaría a los treinta años y, sin duda, estaba bastante bueno. Era atractivo, pero era un empleado. 

—No, no y baja la voz —le pidió mientras avanzaban hacia la fiesta.

—¿Entonces?

—Estaba enfadada y le besé.

—Muy normal. Yo cuando me enfado con las personas les grito, pero tú les besas.

—No estaba enfadada con él.

Lucía arqueó una ceja. ¿Qué quería, que le suplicase por el resto de la historia?

—Me enfadé con —Estuvo a punto de decir Damián, pero reaccionó a tiempo—. Con el chico misterioso y le besé —Lucía fue a decir algo, pero Venus no le dejó—. Ya sé que fue un error. Una tontería, pero bueno. Ya está. Ahora creo que piensa que estoy interesada, pero que no pasa nada por la familia —reconoció tratando de poner carita de niña buena.

—Joder, Venus. Tú siempre utilizando a todo el mundo —se quejó Lucía.

—Yo...

No supo qué decir a eso. Sabía que había estado mal, pero no consideraba que fuese para tanto. 

—Olvídalo —dijo Lucía avanzando hasta donde estaban Alejo, Anisa, Adhara y Carlos.

Venus se quedó ahí sola. Aunque esa soledad no le duró demasiado tiempo. En pocos segundos tenía un corro de chicos a su alrededor.

Comenzaba a agobiarse. Sentía que le faltaba el aire. Estaba acostumbrada a que los chicos se interesasen en ella, pero no a que lo hiciesen de esa manera. Los chicos de la alta sociedad eran ¿cómo decirlo? Más respetuosos.

Esos eran unos completos babosos que la miraban como si la estuviesen desnudando y que cada vez se acercaban más y más a ella.

—Afrodita.

Venus jamás se había alegrado tanto de escuchar esa voz. Estiró el brazo tratando que Alejo la sacase de allí.

—¿Estás bien? —preguntó él.

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Era una mezcla del frío que hacia a esas horas en la calle y de lo incómoda que se sentía con toda esa situación.

Alejo se quetó enseguida su abrigo y se lo ofeció a ella.

Ella sonrió y lo aceptó agradecida.

—¿Qué quieres beber?

Venus miró las botellas. No conocía ninguna marca. Los vasos eran de plástico y estaban agolpados en el suelo. Además, la gente cogía los hielos con las manos. ¡Era un auténtico horror!

—Estoy bien —dijo, pero su cara evidenciaba que quería largarse de ahí.

Alejo la miró algo preocupado.

—Sé que este no es tu ambiente, pero creo que si te relajas un poco podrías pasarlo bien.

Ella desvió la mirada hacia donde los babosos seguían repasándola al milímetro.

—Creo que no quiero relajarme.

Él le cogió de los hombros.

—Pueden ser algo gilipollas, no te lo niego, pero no te van a hacer nada, ¿vale? Son buenos chicos. Además, estás conmigo. Yo te he invitado y yo te cuido.

Venus frunció el ceño. No necesitaba que nadie le cuidase. Ella sabía hacerlo perfectamente. No era eso lo que le pasaba. Era un cúmulo de todo, pero eso no se lo podía explicar. Y no era justo amargarle la fiesta a Alejo por sus propios problemas. Para eso hubiese sido mejor no ir.

—Ponme lo que sea —Alejo sonrío al ver que Venus parecía dispuesta a ceder—. ¡Pero sin hielos!

Él comenzó a reírse.

—Está bien, lo que sea sin hielos —repitió entre risas—. ¿Te puedes quedar aquí un minuto a solas?

—No te preocupes que yo puedo cuidar a la pija —intervino Nisa abrazando a Venus por detrás.

—Perfecto —respondió él yendo a preparar algo.

—¿Y Adhara? —preguntó Venus.

—Ha ido a mear —La cara de venus al escuchar eso provocó una gran carcajada de Anisa—. Porque las pijas no meáis, ¿no?

Venus esbozó media sonrisa.

—Meamos, pero no en público y no hablamos de ello —respondió haciéndose la digna.

—Tomo nota —comentó—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

El tono de la chica había cambiado.

—Claro, tú pregunta. Luego ya veré si respondo —dijo ella con sinceridad.

—Es sobre Adhara.

—Dime.

—¿Está con alguien?

Esa era una pregunta difícil. Adhara era celosa con su vida privada. Venus sabía que salía constantemente con chicos, pero si había alguno que le importase de verdad, eso ya ella lo desconocía.

—Creo que —Hizo una pausa. No quería decir nada que pudiese lastimar a su amiga—. Que está algo confundida. Que tiene miedo a sentir de verdad —reconoció.

No era la respuesta que Anisa había pedido, pero le servía.

—Tengo que...

—Ve —aceptó Venus con una pequeña sonrisa.

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