Capítulo 35

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Venus y Damián estaban abrazados tumbados en la cama en silencio. La joven tenía medio cuerpo encima de él. Apoyaba su cabeza en el pecho sintiendo cada respiración y cada latido de su corazón. Siempre le había relajado eso.

Damián abrió la boca para decir algo y entonces ella se colocó encima de él y tapó su boca con sus manos.

—No —pidió ella.

Sabía que estropearía el momento y le diría que debían volver a la realidad.

Él rodeó la cintura de la chica con sus fuertes brazos y se aprovechó de su peso para girar sobre ellos mismos.

Esa acción pilló desprevenida a Venus, quien se quedó aprisionada entre el musculado cuerpo de Damián y su cama.

—No —insistió ella con la respiración entrecortada por tenerlo encima suya.

Podía sentir cada parte de su cuerpo. Ese leve temblor de sentirla tan cerca. Su mirada recorriendo su cuerpo al milímetro.

—Venus, tenemos que ir a cenar —dijo él tratando de controlarse.

No era lo que más le apetecía en ese momento. De hecho, con el giro, la falda de Venus se había subido y la blusa estaba movida dejando al descubierto el sujetador blanco de encaje de la chica.

Quería quedarse con ella en esa habitación para siempre, pero no podían. No debían.

—Ostia, la cena —dijo ella tratando de apartarlo, pero él pesaba mucho más que ella.

—Eso acabo de decir, la cena —respondió él entre confuso y divertido.

No entendía por qué de pronto a Venus le preocupaba tanto esa comida.

—No, no, quita —le pidió—. Joder, voy a llegar tarde —añadió golpeando su brazo para que le dejase salir.

Damián se levantó y le ayudó a ella a hacer lo mismo.

—¿Me explicas?

—Anisa me ha invitado a cenar en su casa, va a hacer una especie de mini reunión.

—¿Quién? —preguntó arqueando una ceja.

—Anisa.

Él le miró sin saber aún de quién hablaba.

—La nueva. La rubia —trató de explicarle, pero este seguía sin saber a quién se refería—. La que habla como en los barrios bajos —concluyó a sabiendas que así sí que sabría quién era Nisa.

—Ah.

Venus comenzó a rebuscar por sus cajones.

—¿Y vas a ir porque...? —preguntó curioso.

—Porque ha creído en mí cuando ninguno de vosotros lo ha hecho, por ejemplo.

—Venus...

—Tú has preguntado.

Él levantó las manos en símbolo de rendición y ella sonrió.

—¿Y no puedes pasar y quedarte aquí? —preguntó abrazándola por detrás y pronunciando esas palabras en su oído.

Venus sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo. Eso era algo que la excitaba mucho y él lo sabía. Tomó distancia, no quería quedar mal con Anisa.

—Ceno todas las noches aquí contigo, por una que no esté no te vas a morir —respondió en tono burlón.

—Eres lo peor —bromeó lanzándole una de las blusas que Venus había sacado del armario y había ido tirando por la habitación.

—Oh, buena elección —provocó ella examinando la blusa color burdeos con algo de hombreras.

Él torció el labio simulando disgusto.

—Y no me entretengas que no llego —se quejó a la vez que se quitaba el uniforme del colegio y comenzaba a ponerse la blusa con unos pantalones negros, mientras Damián no perdía detalle.

Una vez lista Damián le acompañó hasta la puerta, donde estaba Lucía con un minivestido negro.

—¿Y tú a dónde vas? —preguntó Damián.

—No actives el instinto hermano protector —se quejó Lucía—. Anisa ha organizado una pequeña cena.

—¿Tú también vas? —dijo de pronto Venus.

Ambas se miraron sorprendidas y algo molestas.

—Seguro que Alejo le ha dado la brasa hasta que te ha invitado —se quejó.

—¿Y eso? —preguntó Damián.

Eso sí que le interesaba.

—Quizá sea que le caigo bien, ¿no?

—O quizá sea que su amigo babea por donde tú pasas y le ha hecho el favor —respondió Lucía con voz burlona.

—A ver, podemos volver a lo de ese Alejo —pidió Damián serio.

—Tan solo es la imaginación de Lucía —Se giró hacia ella—. Sabes, que tú sientas tanto pánico de pensar que puedo caer bien a Anisa solo demuestra el propio miedo que tú tienes a no ser suficiente para el resto. A que llegue alguien en cualquier momento y te sustituyan por esa persona —le dijo sin ningún reparo en cómo podían sentarle esas palabras a su hermanastra.

—¡Venus! —le regañó Damián.

—Eres una zorra —espetó Lucía.

—¡Lucía! ¡Ya basta las dos! —gritó autoritario.

Estaba harto de esa situación y de que esas dos no apartasen sus diferencias ni por el bien de la familia.

—Divertíos en esa fiesta —dijo cerrando la puerta dando un portazo.







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