Capítulo 73

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—Ey, estás roja —comentó Damián divertido mientras se acercaba a Venus y trataba de besarla sin éxito.

Él la miró confuso. No había nadie en la cocina, no debían guardar las apariencias.

—Lucía sigue durmiendo y Elena y Jorge no han vuelto —explicó él con una sonrisa mientras le abrazaba por atrás.

En cuestión de segundos, Venus se deshizo del abrazo y dio un sorbo a su zumo de naranja.

Esa frialdad por parte de la joven después de lo que había pasado hacía unas horas comenzaba a agobiar y preocupar a Damián.

No sabía muy bien cómo actuar. Se sentía confuso. ¿Sería que Venus se arrepentiría de lo que había pasado?, ¿debía sacar el tema?

—¿Estás bien? —preguntó él preocupado mientras se sentaba a su lado.

Venus ni siquiera le miró. Estaba furiosa. Furiosa con él y consigo misma. Y no entendía la actitud de Damián. ¿Debería sacar el tema de los mensajes? No. La verdad era que no quería ningún tipo de explicación. Solo quería estar tranquila y no pensar.

—Perfectamente —respondió ella haciendo gala de una de sus mejores sonrisas.

Sin duda esa estaba siendo la actuación de su vida.

Esa reacción solo hizo aumentar la confusión de Damián.

—¿Quieres hablar de lo de anoche?

Para él eso era complicado. No era un chico al que le gustase hablar de sentimientos, pero estaba claro que a Venus le ocurría algo y él quería saber qué era para arreglarlo.

—No —Tomó otro trago—. Pasó y ya está —añadió como si no fuese un tema importante para ella.

Esa frase fue un duro golpe para Damián, pero no dejó que Venus lo notase.

—Pasó y ya está —repitió él descolocado mordiéndose el labio por dentro.

Venus asintió y tomó el último trago de su zumo.

—Venus, ¿me estás jodiendo? —explotó él molesto.

No entendía por qué ella actuaba así, como si no hubiese sido importante para ella. Sabía que eso no era cierto. Lo había sentido cuando la tenía entre sus brazos. Estaba seguro de que para ella había significado tanto como para él.

La chica lo miró tratando de estar lo más serena posible. Por dentro deseaba chillarle. Gritarle que era un hipócrita y que lo odiaba, pero no quería darle el gusto. Ni a él ni a Paula, así que se limitó a mirarle en silencio.

—¿Qué quieres, Damián? —preguntó aburrida—. Nos acostamos, sí. Ya está —añadió levantándose de la silla.

—¿Ya está?, ¿eso es todo? 

Damián no podía más. Se sentía frustrado por esa barrera que Venus había creado a su alrededor. Esa barrera que ni entendía ni sabía cómo derribar.

—No me jodas, Venus, que no estoy de humor —advirtió.

Su cuerpo comenzaba a tensarse. Sus puños estaban cerrados con fuerza y la vena de su cuello estaba excesivamente marcada.

Ella se encogió de hombros como si la cosa no fuese con ella, pero en el fondo estaba destrozada. Claro que para ella había sido muchísimo más que solo sexo, pero no se lo diría, no después de descubrir que se mensajeaba con Paula.

—Muy bien, como quieras, Venus —aceptó él—, pero se acabó. No sé a qué estás jugando, pero yo no voy a jugar más a eso —anunció serio.

Venus lo conocía a la perfección y sabía que no bromeaba, que Damián había tomado esa decisión y esa vez sí que la seguiría.

Se sentía dolida y algo ofendida. Era él quien le había fallado, ¿y aún así era él quien se daba por vencido?

Medio sonrió y luchó ferozmente por que sus lágrimas no se asomasen mostrando su dolor.

Aun con todo ella le quería y aunque ya hubiese tomado la decisión de terminar con eso, escucharselo decir a él le dolía. Le dolía muchísimo. Aunque no lo admitiese, deseaba con todas sus fuerzas que él hubiese luchado.

—Venus, ¡estás roja!

La voz de Lucía los interrumpió.

Damián trató de relajar sus músculos para no llamar la atención de Lucía. Lo último que le faltaba era que después de todo eso Lucía los descubriese.

Venus sonrió. Nunca se había alegrado tanto de escuchar esa voz ligeramente aguda. Le había salvado de romperse frente a Damián.

Lucía avanzó hasta su hermanastra sin ser consciente de lo que acababa de interrumpir y le miró el brazo que estaba ligeramente rojo.

—¿Estás bien?

—Sí, creo que me he pasado un poco con la temperatura del agua de la ducha. Enseguida volverá a su color natural —respondió con naturalidad tratando de olvidar la conversación con Damián.

Lucía aceptó la respuesta. La verdad es que no le importaba demasiado.

Miró a ambos. Siempre se había sentido el patito feo de la familia. Venus y Damián parecían auténticos modelos. Siempre llamaban la atención fuesen donde fuesen. Eran atractivos a rabiar. Ella, por el contrario, tenía una belleza más común. Sin embargo, en ese instante, al mirarlos no percibió eso el magnetismo habitual que ellos emitían, y más cuando estaban juntos. Pero en ese momento parecían agotados. Realmente cansados. Extasiados.

—Por cierto, ambos tenéis un aspecto horrible. Como se os nota que necesitáis un buen polvo —bromeó divertida.

Damián cogió aire y abandonó la cocina echo una furia.

—¡Ey, que era una broma! —se disculpó Lucía extrañada al ver cómo se había tomado su comentario su hermano.

Damián siempre había sido bastante serio, pero no acostumbraba a tomarse las bromas tan mal. Lucía no entendía qué había ocurrido.

Miró a Venus en busca de una respuesta.

—Olvídalo, vamos a clase que llegamos tarde —dijo Venus tratando de que Lucía no indagase más en el tema. 

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