Capítulo 56

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—Aquí tienes tu cubata sin hielos—anunció Alejo ofreciendo a Venus un vaso de plástico con un líquido marrón obscuro en su interior.

La chica prefirió no preguntar qué era. Seguramente la respuesta la decepcionaría, aunque tampoco es que tuviese demasiadas expectativas de esa fiesta.

Entonces, Sergio apareció como si nada y se juntó a ellos. Iba algo despeinado. Venus le miró curiosa. No recordaba haberlo visto al bajarse del coche.

—¿Otra vez con la chica esa? —preguntó Alejo divertido.

—¿¡Qué!? —exclamó Venus perdiendo los nervios.

Los dos chicos la miraron confusos y ella le dio su vaso a Alejo. Cogió a Sergio del brazo y lo arrastró fuera de allí ante la atenta mirada de Alejo y la suplicante cara de Sergio, quien pensaba que Venus se había vuelto loca.

—¡Ya puedes empezar a explicarme! —le chilló.

Sergio no tenía ni idea de lo que estaba pasando. ¿Por qué a la chica parecía importarle tanto lo que él hacía en su vida privada? No es que fuesen grandes amigos ni nada. De hecho habían conversado un par de veces tan solo.

—Venga, que no tengo todo el tiempo del mundo —increpó.

El chico le miró flipando. ¿Pero qué le pasaba a esa chica?, ¿se habría vuelto loca por completo? Además, en menudo lío le estaba metiendo. Seguro que Alejo luego le pedía un par de explicaciones. ¿Y qué le iba a decir él? Si no entendía el ataque de celos de la chica.

—A ver, tranquilízate —pidió él poniendo su mano en el hombro de la chica.

—No me toques —espetó ella—. ¿Quién era la chica?

Sergio miró a todos los lados deseando que alguien interrumpiese esa inaudita e incómoda situación.

—No me lo tomes a mal, pero con quien estoy o dejo de estar no creo que sea asunto tuyo —respondió tratando de sonar lo más educado posible.

—Sí que es asunto mío cuando la chica con la que estás es mi mejor amiga —Hizo una pausa—. Mi mejor amiga que tiene novio —añadió remarcando la palabra novio.

Todo comenzó a tener sentido. Al parecer Lisi le había hablado de lo suyo a Venus y por eso esta lo estaba encarando.

Sergio sonrió. Si le había hablado de él debía significar que era algo serio para ella.

—Bueno, creo que, en ese caso, Lisi ya es mayorcita como para ocuparse de sus propios asuntos.

—No tienes ni idea —increpó ella—. Lisi está en un mal momento.

—¿Qué le pasa?

Se le notaba preocupado. Quizá lo que había entre esos dos era algo más que sexo. Pero eso no era lo que Lisi le había contado.

—Son temas familiares —Desvió la mirada—. No puedes aprovecharte —Era casi una súplica.

Venus y Sergio no habían compartido demasiado tiempo juntos, pero la chica sentía que él era un buen chico. Que era de fiar. En cierto modo, Sergio tenía la inocencia y la bondad de un niño.

—¿Crees que me estoy aprovechando de ella? —preguntó ofendido.

No era eso lo que Venus había dicho. En verdad no creía que nadie pudiese aprovecharse de Lisi. Era Lisi. Ella se aprovechaba del resto y volvía la situación siempre a su favor. Pero Venus sabía que no estaba pasando por un buen momento. La quiebra económica de su familia le estaba superando y sabía cuál había sido siempre el sueño de su amiga. No podía dejar que renunciase a lo que siempre había querido solo por un momento de bajón.

—No, no es eso —rectificó—. Es solo que lo vuestro no es real, no puede funcionar.

No quiso sonar hiriente, pero sí que dañó a Sergio.

—¿Y tú qué sabes? Vas de amiguita ahora, pero ¿y en el colegio qué? ¿Dónde has estado estos días?, ¿dónde estás cuándo ella te necesita? 

Sergio había devuelto el golpe. Y de qué manera lo había hecho.

Venus fingió una sonrisa y levantó las manos en señal de rendición.

—Tú mismo, pero la conozco. Y tú no puedes darle lo que ella necesita.

—¿Y tú qué sabes qué necesita?

Dinero. Dinero y poder. Pero claramente eso jamás se lo confesaría a él. El chico no podría entenderlo. Jamás comprendería lo importante que era su apellido para Lisi.

—Necesita a Milán y no lo va a dejar nunca.

—¿Y si tanto lo necesita, por qué le engaña conmigo?

Ahí estaba la vena de machito que todos los hombres sacaban cuando les herían el orgullo. Venus negó con la cabeza. Sergio no entendía que ella no quería hacerle daño, que solo trataba de protegerle. De protegerle a él y a Lisi. De protegerlos de un futuro lleno de dolor en el que ninguno lograría ser feliz. Lisi no dejaría a Milán. Nunca lo haría. Él era su pasaporte para salvar a su familia.

—No digo que quizá ella no sienta algo por ti. Lo desconozco —reconoció—. Pero para ella sentir algo no es suficiente como para echar todo por la borda —explicó—. No sé qué sientes por ella y no me voy a meter en eso. Lo que sí que puedo decirte es que si sientes lo más mínimo por ella, termina esto. Porque si seguís con esto vas a hacer que ella lo pierda todo. Y si eso ocurre créeme que jamás va a perdonártelo.

Sergio se quedó en silencio y ella volvió a la fiesta junto al resto. Ya le había dicho lo que pensaba. No era necesario seguir haciendo leña del árbol caído.

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