Capítulo 12

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—Lo pasaste bien en la fiesta, ¿eh?

Venus, sentada sobre la tapa del váter, miraba a Adhara.

Esta sostenía un cigarrillo dentro del batículo, apoyada en la ventana. Tenía las manos finas, pero poco cuidadas. Sus uñas estaban hechas un desastre de tanto mordérselas. A su piel le pasaba algo parecido. Tenía buen cutis, pero algo seco por la falta de crema.

—¿Tan mala cara tengo? —preguntó Venus y cruzó las piernas a lo indio encima de la taza.

Adhara dio una calada a su cigarro y la miró con sus ojos azules cristalinos. Tenía unos rasgos angelicales, pero se empeñaba en maquillarse de forma agresiva y ocultarlos.

—No —Hizo una pausa—, bueno, eso también —Se rio—. Lo digo porque me mandaste mil mensajes la madrugada del domingo—añadió cerrando la puerta de ese baño.

No querían que nadie del instituto entrase durante el descanso y las pillase.

Venus ladeó la cabeza y se llevó las manos a ella.

—¿En serio?

Adhara y ella eran amigas desde hacía bastante tiempo, pero nunca hablaban fuera de ese baño. Era como si la una no existiese para la otra fuera de ese diminuto espacio.

—Sí, me escribiste diciéndome lo mucho que me querías e invitándome a la fiesta —le dijo entre risas mientras le ofrecía un cigarro a su amiga.

Sabía de la manía que tenía esta de tener uno entre sus manos aunque no fuese a darle ni una calada. De hecho, en cierto sentido ella había sido quien se la había generado.

—¿Qué dices? —preguntó avergonzada cogiendo el cigarrillo.

—Sí, hasta llegué a pensar que te habían secuestrado y hablabas en clave.

Venus le lanzó el rollo de papel, pero Adhara lo esquivó y este salió por la ventana, provocando las risas de ambas y que la chica del cigarrillo se agachase rápidamente por si alguien la veía.

—Shhhh —pidió aguantando la risa.

—En serio, ¿quién pone una ventana en un baño público?

—Pues la misma persona que pone paredes que no llegan ni al suelo ni al techo entre baño y baño —se limitó a responder Adhara.

—No es lo mismo. Con eso es suficiente para que no te vean.

—De eso nada, si me agacho o me subo a la taza del váter te puedo ver perfectamente.

—¡Adhara! 

—Es verdad.

Ambas volvieron a reír.

—Por cierto, a ver cuándo te estiras y traes tú los cigarrillos —animó.

—Yo no fumo —se defendió ella.

—Pero me los gastas igual, ¿o qué crees?, ¿qué una vez manoseado y chuperreteado los voy a reutilizar? —preguntó ella.

Venus se llevó el cigarrillo apagado a la boca y arqueó una ceja.

—No lo sé, dímelo tú —la provocó.

—Oh, sí, Venus. El deseo de toda mi vida siempre ha sido poder introducirme en la boca algo que ha estado en la tuya, me has pillado —respondiendo fingiendo excitación.

—¡Lo sabía! —exclamó Venus orgullosa.

Ambas sonrieron y se quedaron en silencio. No eran una amistad al uso. De hecho, si no hubiese sido por ese día hacía unos años jamás se hubiesen dedicado una palabra.

Venus era la chica popular, Adhara la rebelde con una fama cuestionable dentro del instituto. La primera siempre estaba rodeada de su grupito de inseparables, la segunda no tenía demasiados amigos, por no decir ninguno en ese lugar. Sin embargo, esa extraña unión funcionaba. Encajaban a la perfección la una con la otra. Al menos en la soledad de ese baño.

Todo había comenzado un día lluvioso. Adhara se resguardaba, como de costumbre, en el baño fumando uno de sus cigarrillos. Quería estar sola y que el día pasase lo antes posible para poder volver a casa y centrarse en sus cosas. Entonces había entrado ella hecha un desastre. Venus tenía el rímel corrido y la respiración entrecortada.

Adhara no se había inmutado en un principio. No quería meterse en los asuntos de esa superficial chica, pero cuando esta se había sentado en el frío suelo y Adhara había notado que no podía respirar decidió salir. A la chica le estaba dando un ataque de ansiedad y ella sabía mucho de eso. No podía dejarla ahí sola.

Le ofreció un cigarrillo. Venus le había dicho que no fumaba, pero Adhara le había contestado que no importaba, que tan solo lo sujetase con fuerza y se centrase en él.

Poco a poco la chica se había ido calmando y habían entablado una ridícula conversación sobre nada en particular, pero que lo había significado todo para ambas.

Adhara nunca le había preguntado por qué estaba así y Venus tampoco había sacado el tema durante los siguientes años de amistad. Lo que ninguna de las dos había confesado era que ese encuentro les había salvado la vida a las dos.

—Debería irme —anunció Venus.

—Sí, no vaya a ser que los zánganos se sientan perdidos sin su reina —respondió en tono burlón dando otra calada.

—Los zánganos no... —Hizo una pausa—. Da igual —añadió entre risas a sabiendas de que a su amiga poco le importaba su explicación.

Adhara se llevó la mano estirada a la frente y le dedicó un saludo militar a modo de despedida.

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