Capítulo 84

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Venus se sentía confusa después de la discusión con Alejo. En cierto modo se sentía divida y no sabía qué pensar. Su corazón le decía que Damián no había sido, o al menos eso era lo que ella deseaba creer con todas sus fuerzas, porque si había sido él ya no habría vuelta atrás en su relación. Pero a su vez su cabeza le decía que Damián sí que era capaz de eso y que estaba siendo muy injusta con Alejo.

Sacudió la cabeza. Tampoco era justo que el chico le pusiese en esa tesitura sin pruebas. De alguna manera era como un ultimatum, como si de algún modo le estuviese obligando a decidirse en ese momento entre ambos. Pero eso no tenía ningún sentido. Alejo no sabía nada de la relación entre Venus y Damián. No podía saberlo. Aunque ese tono... Ese tono y esa forma de decirle lo de que nunca le llamaba "hermano" había helado la sangre de la chica. Le había aterrorizado más de lo que nada nunca lo hubiese hecho.

Avanzó por el pasillo de su casa hasta llegar a la puerta de Damián y la tocó con suavidad esperando a que él le invitase a entrar.

Mientras esperaba sentía cómo su corazón se aceleraba y su garganta se secaba. No estaba del todo segura de lo que iba a hacer, pero no quería seguir pensándoselo. Si seguía meditándolo, ya no se animaría.

Damián abrió la puerta y le miró algo confuso.

—¿Has sido tú? —preguntó ella antes de que él pudiese abrir la boca para decir algo.

Damián parpadeó un par de veces a la espera de más información que no llegó.

—Voy a necesitar que me digas algo más —pidió aún confuso.

—El saco —añadió ella algo seca.

Damián parpadeó de nuevo y movió su mano en círculos pidiendo que avanzase.

—¿Qué saco y qué quieres saber si le he hecho?

Venus rodó los ojos.

—Sabes perfectamente de qué te hablo.

Damián suspiró.

—Venus, en serio, no estoy para jugar a las adivinanzas ahora contigo. Si quieres saber algo pregúntamelo directamente.

La chica le miró a esos ojos azules tratando de descifrar si estaba siendo sincero o no. Si le decía la verdad o si tan solo estaba jugando con ella.

—¿Has destrozado tú el saco de boxeo de Alejo? —preguntó duditatiba.

La pregunta ofendio en cierto modo a Damián, pero no dejó que ella lo notase.

—¿Por qué tendría que haberlo hecho yo?

Venus analizó cada palabra que él dijo, pero no había ningún tipo de señal de que fuese culpable o inocente. Su tono tan solo denotaba curiosidad.

Debía arriesgarse y no sabía qué hacer. Se quedó en silencio. Si el chico no se defendía sería porque sí que había sido él, ¿no?

—No entiendo que lo hayas hecho —dijo ella decepcionada.

Damián negó con la cabeza disgustado.

—Y yo no puedo creerme que se te pase por la cabeza que haya sido yo.

—No me vengas con esas, hemos hecho cosas peores —reconoció ella a la defensiva.

—Sí, pero no el uno al otro —aceptó él dolido—. Sé que él te importa y yo no jugaría sucio.

Le había costado decir eso en voz alta. Una cosa era ser consciente de ello, pero otra admitir a viva voz que a Venus le pasaba algo con ese idiota.

—¿Y por qué no te has defendido cuándo te lo he preguntado?

—¡Porque no tendría por qué hacerlo! —explotó—. Porque no tengo que convencerte de que no soy un ser tan horrible como tú te piensas que soy —Continuó—. Porque tú ya deberías saber que jamás haría algo que te dañase a ti en lo más mínimo.

—¡Mentira! —chilló ella—. ¿Y lo de Paula qué?

Su voz estaba medio rota.

—¿Qué pasa con ella ahora? —respondió Damián entre cansado y dolido.

Estaba cansado de ese tema, de que ella siempre utilizase a esa chica como excusa para no estar con él, de que no entendiese que la nueva no significaba absolutamente nada para él.

Venus desvió la cabeza y se mantunvo en silencio.

—Muy bien, haz lo de siempre —se quejó él y ella soltó una irónica risa—. ¿Qué?, ¿no vas a decir nada? Estoy cansado de que me acuses siempre de mil cosas y que luego nunca seas capaz de decirme qué es lo que se supone que he hecho —Venus le dedicó una falsa sonrisa mientras lo iba escuchando y eso provocó que Damián se fuese encendiendo más y más—. ¿En serio?, ¿vas a quedarte callada? Si quieres finge que esto nunca ha pasado, como la otra noche. Porque eso no ocurrió, ¿no? No nos acostamos.

Ese cinismo estaba haciendo que la sangre le ardiese a Venus. ¿Cómo se atrevía?

—¿Ah, pero qué significó algo para ti? —reprochó ella tratando de sonar sorprendida.

—¿Pero se puede saber qué coño te pasa? —preguntó él fuera de sí.

Poco le importaba ya que alguien los escuchase o los pillase. No entendía qué era lo que le pasaba a Venus y esa vez no lo dejaría pasar.

—Que sé lo de Paula. Lo sé todo. Sé que te mensajeaste con ella justo después de acostarte conmigo —explotó ella incapaz de reprimir las lágrimas que caían sin control.

Damián se quedó en silencio. La respuesta le había pillado desprevenido.

—¿Sabes de qué hablamos?

Venus se secó las lágrimas con el brazo y dio unos pasos atrás. No lo sabía y no le importaba tampoco.

—Estaría bien que de vez en cuando confiases en mí como antes —Suspiró—, y que cuando tuvieses una duda siguieses viniendo a mí de frente para que te la respondiese —añadió visiblemente afectado de estar perdendo esa relación con ella—. Paula me escribio por una cosa de Milán y suya, y yo le respondí para decirle que no me metiesen, que no quería saber nada de eso.

Venus se quedó en silencio pensativa. Lo conocía y sabía que hablaba en serio, que no le estaba mintiendo. Y también sabía que con su actitud lo había dañado. Le había hecho daño a él y se lo estaba haciendo a ella misma.

¿Qué le estaba pasando?, ¿desde cuándo ella era así con él?, ¿cuándo su relación con Damián había derivado en eso?

—Si lo hubiese sabido...

—Si hubieses venido a mí todo hubiese sido diferente—rectificó él.

Venus desvió la cabeza. Ya era tarde. Todo había cambiado irremediablemente.

—¿Cuando todo...?

Venus no pudo terminar la pregunta.

—No lo sé —reconoció él entendiendo perfectamente lo que ella quería saber: "¿Cuándo todo se había ido a la mierda entre ellos dos?". Él también deseaba saberlo.

—Lo siento —dijo ella, pero él negó con la cabeza.

—No me pidas perdón, no es tu culpa.

—Damián —comenzó ella avanzando hacia él.

—Creo que es mejor que te vayas —articuló él como pudo desviando su mirada hacia la puerta—. No puedo volver a hacer esto. Al menos no ahora—añadió.

Venus aceptó y se marchó de ahí con peor sensación de la que había entrado. A veces enterarse de la verdad dolía más que vivir en la ignorancia. Había sido mucho más fácil odiar a damián y creer que él tenía la culpa de todo. Correr hacia los brazos de Alejo y tratar de olvidarse.

Ahora todo estaba mal. Sabía que la culpa había sido suya y se sentía destrozada.

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