Capítulo 14

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—Bueno, qué, ¿lo hacemos todos juntos, no? —preguntó Mateo mirando a Lisi.

Con ella se libraría de hacer el trabajo.

Esta esbozó una falsa sonrisa.

—No.

—Había que intentarlo —admitió.

Una vez Lisi y Venus se quedaron solas en el cuarto de estar, ambas comenzaron a sacar sus libros, bolígrafos y cuadernos.

—Sushi y macarons, ¿verdad? —preguntó Venus.

Era la tradición. 

—Y unas brochetas de fruta con chocolate.

—Claro —dijo Venus avanzando hacia la cocina.

Allí abrió la caja de los macarons, siempre le pedía al cocinero que los tuviese preparados, eran su perdición; y ordenó al chef que preparase el resto.

—Luegos nos pasas el trabajo —bromeó Mateo cogiendo un dulce.

—Lo siento, aprecio mi vida lo suficiente como para no enfadar a Lisi —bromeó, aunque en cierto sentido era cierto.

Elisabeth era una de esas personas que tenían un pronto horrible. Cuando se enfadaba lo mejor era apartase y dejar que otro fuese el blanco de toda su furia.

Caminó de vuelta al salón y colocó los macarons en una bandeja.

Lisi ya había empezado a escribir. ¡Qué sorpresa! Se rio.

—No me desconcentres.

Venus levantó las manos a modo de disculpa y cogió un dulce.

El tiempo pasaba despacio. Estaba aburrida en silencio mientras su amiga hacía el trabajo.

—¿Quieres que...?

—Shhh —interrumpió Lisi, necesitaba estar concentrada para que el resultado fuese perfecto.

El cocinero vino con las bandejas.

Venus cogió un par de piezas de nigiri de salmón.

Lisi comía y seguía trabajando en silencio sin descanso.

—En serio, ¿no te puedo ayudar en nada?

—No.

Venus supiró y cogió el móvil.

Iba a decirle a su amiga de hacer algo mientras tanto, lo que fuese, pero entonces vio que tenía el rostro algo desencajado. 

—¿Pasa algo?

—No —respondió ella demasiado rápido.

—Lisi —insistió ofreciéndole un dulce.

Esta lo devoró en dos segundos. Esa era una clara muestra de que sí que le ocurría algo. 

Cogió otro y lo volvió a engullir.

—Es él —confesó alargando su mano y tragando un par de californias roll de salmón, queso y aguacate.

Eran demasiado grandes, lo que provocó que se atragantase y comenzase a toser.

Venus se giró hacia todos los lados.

—Él, ¿quién?

—El tío con el que...

No quiso terminar la frase. Era demasiado embarazoso.

Venus se quedó en silencio. Sabía a lo que se refería, pero seguía sin tener ni idea de a quién se refería.

—¿Quién es el tío con el que...?

—Joder, Venus, él. El chico del coche —explicó.

—¿¡Qué!?

—¡Baja la voz! —pidió ella.

No quería montar un escándalo y que todos se enterasen. 

Venus meneó la cabeza. No quería molestar a su amiga, pero la cosa tenía tela.

—Vale, o sea que te has tirado a uno de los nuevos, ¿y qué? —dijo tratando de restarle importancia.

—Sí, al agricultor... —reconoció bajando la cabeza como si se tratase de una total humillación.

—¿Eh?

—Me trajo tomates al día siguiente. ¡Tomates! ¿Alguna vez te ha pasado algo así? —prosiguió avergonzada ante las carcajadas de su amiga.

—Bueno, es original, al menos. Eso hay que reconocerle al chico—respondió sin poder parar de reír—. Y muy práctico también. Las flores están anticuadas, no sirven para nada.

—Venus, no tiene gracia... 

—Cierto —dijo tratando de serenarse—, pero ¿te gusta?

—No, fue sexo, ya está —sentenció—, pero no puede enterarse nadie.

Venus asintió con la cabeza. No sería ella quien se fuese de la lengua. Con ella sus secretos estaban a salvo. Además, Milán nunca le había caído demasiado bien. Lo soportaba porque era del grupo, pero eso era todo.

—En serio, es que no me lo puedo creer. ¿Cómo he podido...? —No terminó la frase—. Y encima con ese.... Es que soy idiota.

—Ya está. No pasa nada, en serio. No digas eso, ¿vale? Todo va a ir bien. Milán nunca se va a enterar —trató de consolarla—. Además, en el coche yo no he notado nada. 

—¿Segura?

—Sí, venga, descansa un poco que yo termino el trabajo.

Lisi arqueó una ceja.

—No estoy tan desesperada.

Venus se dejó caer sobre el sofá mientras Lisi seguía con el trabajo. Ella no sacaba malas notas, notables casi siempre, pero para su amiga eso era un horror. No podía permitirse ninguna nota que bajase del 10.


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