Capítulo 18

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Venus llegó exhausta a su habitación después del entrenamiento. Tan solo deseaba dormir durante horas, pero algo, o mejor dicho alguien interrumpió sus planes.

—¿Qué haces en mi habitación? 

Damián se giró divertido.

—Así que has vuelto a entrenar.

—No has respondido a mi pregunta.

—Estaba aquí para enterrar el hacha de guerra —reconoció encogiéndose de hombros.

Desde la conversación acerca de la fiesta de cumpleaños de Lucía, los jóvenes no se habían dirigido la palabra. Damián estaba molesto de que Venus siempre generase problemas entre sus padres y Venus había decidido que no iría tras de él.

—Bien, enterrada. Y ahora vete que voy a quitarme la ropa.

Él sonrió pícaro y se acercó a ella.

—¿Y mi presencia te molesta para eso? —preguntó con todo seductor.

Esta se mordió el labio inferior.

—No, pero después de la ropa va la ducha, así que o te unes o te vas —provocó ella.

En realidad ya se había duchado. Su pelo aún mojado la delataba, pero ese no era el punto y ambos lo sabían.

Damián miró hacia la puerta. Estaban solos en casa. Lucía se había ido con Elena a por un disfraz y Jorge estaba trabajando.

Dio dos pasos hacia la puerta y echó el cerrojo. Después comenzó a quitarse la camiseta dejando al descubierto sus marcados abdominales.

—¿Esperas a alguien más? —bromeó él a ver que esta seguía teniendo toda la ropa.

Venus desvió la mirada hacia los pantalones del chico.

—Yo aún te veo con mucha ropa —reconoció con carita angelical.

Él avanzó hacia ella y comenzó a quitarse los pantalones.

—¿Mejor?

—Algo —reconoció ella sin desviar su mirada.

No le importaba que Damián notase que todo tipo de imágenes nada correctas recorrían su mente.

Ella sonrió y comenzó a quitarse la ropa mientras entraba en el baño de su cuarto.

Se soltó el pelo y entró a la ducha a la vez que invitaba a Damián a hacer lo mismo.

El agua comenzó a recorrer sus cuerpos desnudos.

Ambos se miraban deseando que su cuerpo se fundiese con el del otro, pero ninguno tomaba la iniciativa.

Damián echó algo de gel en sus manos, las frotó y comenzó a recorrer el cuerpo de Venus.

Esta cerró los ojos y disfrutó del tacto. De los dedos de Damián por su cuello bajando hasta su cintura, pasando de forma intensiva por sus senos. De la sensación de pequeñas descargas que sentía cada vez que él rozaba una de sus zonas erógenas. Cada bello de su piel estaba erizado y sus pezones duros como piedras.

Nunca antes había experimentado una sensación igual. Nunca se habían atrevido a dar ese paso. Normalmente se masturbaban uno frente al otro sin perder el contacto visual o guiaban con sus manos la manos del otro sobre su propios cuerpo. Pero jamás se habían dejado llevar de esa manera.

Se apoyó en la pared y no pudo evitar morderse con fuerza el labio inferior cuando notó cómo los dedos de Damián comenzaban a acercarse hacia su zona íntima.

Este sonrió y pasó sus dedos de forma suave por la zona interior de sus muslos.

Venus abrió los ojos.

—Si vas a enjabonarme, al menos, hazlo bien.

Damián sabía perfectamente a lo qué se refería.

Eso era saltarse las normas y lo sabía, pero en ese momento no le importó. Solo quería complacerla.

Estaba excitado y ver cómo Venus deseaba que sus manos recorriesen todo su cuerpo hacía que no pudiese controlarse. Así que no lo dudó y comenzó a introducir los dedos en ella.

Venus no pudo evitar un leve gemido y Damián continuó sin apartar ni un segundo su vista de ella. Verla así era indescriptible. 

No pudo evitarlo y la besó con todas sus fuerzas mientras con su mano seguía dándole placer.

Venus no lo pensó dos veces. Correspondió su beso y bajó su mano hasta el miembro erecto de este para comenzar a masturbarlo ella también.

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