Capítulo 50

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Venus salió de allí tratando de fingir que nada había pasado. Que esa conversación no había vuelto a hundirla. Que cada vez tenía más claro que no había una solución posible con Damián. Que querer a una persona con todo el corazón a veces no era suficiente para estar juntos.

Cada vez que hablaban tan solo empeoraban más y más las cosas y Venus ya no sabía cómo actuar. Cómo salir de ese círculo vicioso que los destrozaba a ambos.

Caminó por el pasillo hacia su la siguiente clase cuando escuchó a alguien sollozar. Trató de centrarse en los lloros para descubrir quién era y de dónde provenía. Esperaba que fuese Paula. Esa tipa le había quitado lo que más quería en el mundo y ella pensaba hacerle lo mismo.

Caminó hasta el hueco debajo de las escaleras y se encontró a Lucía hecha un ovillo llorando a moco tendido.

Seguramente debía de haberle dejado ahí, pero no pudo. Su relación no era la mejor, pero aún así le causaba un sentimiento raro verla en ese estado. Notaba cómo se le encogía el estómago.

Se sentó junto a ella.

—¿Qué te pasa?

Lucía comenzó a secarse las lágrimas a toda prisa. No quería que Venus le viese en ese estado. No quería darle munición en su contra.

—¿Para qué?, ¿para que se lo cuentes a todo el mundo y podáis reíros juntos de mí? —espetó furiosa.

—No —respondió ella colocando su mano en el brazo de la chica—, porque, aunque seas una parásita chupasangre imposible de despegar de mi vida, durante estos años te he ido cogiendo algo de cariño —Lucía levantó la cabeza y le miró algo confusa—. Solo un poco —advirtió con una tierna sonrisa—. Y que te quede claro que eso no cambia nada entre nosotras. Me gusta la relación que tenemos tal y como está.

Lucía se medio rio.

—Venga, dime. ¿Por qué la persona más valiente que conozco está sorbiéndose los mocos de una forma tan lamentable y asquerosa? —provocó tratando de que Lucía le viese como la Venus de siempre, pero eso ya no era posible.

—Es por un chico —reconoció avergonzada.

Venus se quedó en silencio. Ella no era precísamente la más indicada para aconsejarle en ese tema. Su vida amorosa era un gran desastre, así que...

—¿El chico del que hablaste en la fiesta? —preguntó tratando de sonar amable.

—Sí —admitió ella.

—Te has enamorado de él y él no va a dejar a su novia —adivinó ella.

En verdad Venus se sentía mal. Podía detestar a Lucía por mil motivos, muchos no tenían que ver realmente con la chica de cabello cobrizo, sino con las propias inseguridades de Venus, pero lo que sí que tenía claro era que Lucía era alguien que lo daba todo por los suyos y no se merecía eso.

—¿Por qué sigues entonces con él? —preguntó sin terminar de entender.

—¿Nunca has querido tanto a alguien que no importa lo demás? Que no importa que esté mal, que los demás no puedan entenderlo, que estar con esa persona te haga daño, te destroce...

No pudo continuar. Las lágrimas comenzaron  a  desbordarse de nuevo.

Venus la abrazó con fuerza casi sin darse cuenta. Entendía a la perfección esa situación. Nunca se hubiese imaginado que precisamente Lucía pudiese comprender ese sentimiento. Parecía que ambas podían entenderse mejor de lo que nunca ninguna de las dos se hubiese imaginado.

—Sé que yo no soy quien para darte consejos y que seguramente creas que no tengo ni idea de lo que hablo y que tampoco tengo derecho alguno a meterme en tu vida, pero déjalo —Le acarició el pelo—. Nadie deja a su pareja por alguien que ya tiene. Si te quisiese ya la habría dejado. Vivir así no es vivir. Te mereces algo mucho mejor.

Lucía escuchó atentamente sus palabras. Sabía que Venus tenía razón, pero a veces la razón no era suficiente para frenar al corazón. Se secó las lágrimas.

—¿Y tú por qué estás con un chico que te esconde? —preguntó curiosa—. Cualquier tío del colegio. Mejor dicho, cualquier tío que conozco gritaría a los cuatros vientos que está contigo. Cualquiera haría lo que fuese por salir contigo y tú estás con el que no te valora como para chillarle al mundo que te quiere.

No era una crítica ni palabras que iban a hacer daño, tan solo una reflexión en alto.

—Supongo que... —Se quedó en silencio. No tenía una respuesta. Lo único que podía decirle era que porque le quería, pero ¿era eso suficiente?—. Ya no importa porque lo hemos dejado. O bueno, como se diga en estos casos —Suspiró.

Era extraño. Ambas se habían sincerado con la persona que más habían odiado durante toda su vidas y se habían comprendido. Se habían sentido bien. Seguras. Extrañamente unidas.

—Venga, vamos al baño a lavarte esa cara y nos vamos a clase antes de que alguien note que no estamos ahí —dijo Venus levantándose y ofreciendo su mano a Lucía.

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