Capítulo 13

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Todos en clase se giraron y comenzaron a armar barullo. La profesora había anunciado que tendrían que entregar un trabajo en parejas para la semana que viene. Había que estar rápido y escoger bien antes de que te quedases solo y te emparejasen con vete tú a saber quién.

La profesora trató de que le hiciesen caso. Aún quedaban cinco minutos para terminar la clase, pero parecía que no existiese.

—Muy bien, la clase ha terminado. Nos vemos mañana —anunció resignada poco antes de que sonase la campana.

—Yo voy contigo —se apresuró a decir Venus agarrando a Lisi.

Elisabeth era una de esas personas perfeccionistas que no se conformaba con menos de un 10. Nada le parecía suficiente y al final siempre acababa haciendo los trabajos ella sola mientras indicaba al resto que la mirasen. Vamos, un completo chollo para cualquiera.

—¿Te apetece que lo hagamos juntos?

La cantarina voz de Paula dirigiéndose a Damián provocó el total silencio de ese grupo.

Venus clavó sus ojos en los del chico.

—Voy con Mateo —se excusó.

—Oh, claro —respondió ella fingiendo que no le importaba—. Entonces solo quedamos nosotros —añadió con una sonrisa mirando a Milán.

Este aceptó con una caballerosa sonrisa.

Por su parte, Anisa y Sergio se giraron rápidamente para pedirle a Alejo que fuese su compañero.

—¡Yo lo he dicho antes! —anunció Nisa.

Alejo era un buen estudiante, así que levantaría su decadente media.

—Os aprecio, de verdad, pero no voy a hacerlo con ninguno de los dos. 

Estos pusieron cara de ofendidos mientras Alejandro se giraba hacia el chico que estaba sentado detrás suya.

—Carlos, ¿te pones conmigo?

Este abrió la boca para responder, pero no logró articular palabra alguna. Era la primera vez desde que estaba en ese colegio en la que alguien le pedía que hiciese algo con él.

De hecho, año tras año todos parecían olvidarlo y se pensaban que se trataba de un estudiante nuevo.

—Claro —dijo con apenas un hilo de voz.

—Venga, yo voy contigo —dijo Lucía cogiendo a Sergio del brazo.

—¿Y yo? —preguntó Nisa sin demasiada preocupación.

Nadie respondió.

Entonces ella se subió encima de la mesa para llamar la atención de todos.

—A ver, ¿alguien sin pareja? —chilló.

—Qué ordinaria —comentó Paula causando la risa de Lisi y Milán.

Adhara levantó la mano.

—Ala, pues ya estamos —le dijo Anisa saltando hacia el suelo y avanzando hacia ella.

—Pero bueno, ¿esa de dónde ha salido?, ¿es que no sabe comportarse en público? 

Paula pronunció las palabras lo suficientemente fuerte como para que esta les escuchase, buscando provocarla, pero no logró ese efecto.

Anisa estaba muy acostumbrada a ese tipo de comentarios. Toda su vida había tenido que soportar a chicas como esas.

—Bueno, ¿os venís a comer y empezamos el trabajo? —preguntó Venus a Lisi y Mateo.

Estos aceptaron y caminaron alegremente hasta el coche.

—¡Esperadnos! —gritó Lucía desde la puerta del colegio corriendo a la vez que arrastraba a Sergio.

Lisi cogió aire y entró en el coche.

—¿En serio vamos a ir todos juntos? —se quejó.

Venus se encogió de hombros. No soportaba a Lucía, pero vivían juntas. No podía dejarla ahí tirada. Su madre nunca se lo perdonaría. Y posiblemente Damián tampoco lo permitiría.

Lucía y Sergio entraron en el coche como un elefante por la cacharrería.

—Ay, me estás pisando —se quejó Mateo empujando a Sergio hacia Elisabeth.

—Aparta —advirtió esta con voz seca.

—Venga, que entramos todos. Apretaros un poco —dijo Sergio ni corto ni perezoso, como si el coche fuese suyo.

—Joder, ¡que no entramos! —insistió Mateo.

—Que sí, venga, solo hay que apretarse más.

—Que no, que este coche no es para tantos.

¿Pero es que él era el único que veía lo evidente de esa situación? ¡Que no entraban! Mateo ya no sabía cómo más decirlo para que se diesen cuenta.

—¡Basta! —explotó Venus—. Que todo el mundo se siente donde está y se esté quieto hasta que lleguemos a casa.

Nadie quiso rechistarle y todos obedecieron.

Venus miró a Sergio. ¿En serio acababa de sentarse encima suya? Arqueó una ceja.

—Has dicho que nos sentásemos —dijo con total naturalidad mientras el coche arrancaba.

—Levántate ya —advirtió Damián remarcando cada sílaba.

Fue a hacerlo, pero en la curva el joven se movió y cayó donde Lisi, quien estuvo rápida y lo empujó donde Mateo.

—¡Ey! —volvió a quejarse.

—A ver, que yo encantado de quedarme en un sitio y así, pero no se si os habéis dado cuenta de que todos tenéis vuestro culo sobre un asiento y que no me habéis dejado espacio para el mío, así que o me pongo encima vuestra o me explicáis qué hago —explicó Sergio provocando una carcajada de Lucía.

—Pobre, tiene razón —admitió.

Venus se levantó y se sentó encima de Damián, quien la abrazo haciendo de cinturón de seguridad.

—Ya tienes sitio.

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