Capítulo 30

1.1K 147 10
                                    


Venus sabía que se había metido en un camino sin retorno, pero ya no había nada que hacer. Debía seguir hacia adelante y buscar la salida. Y para ello era necesario sacar toda la mierda que la obstruía.

—Sí que te apartaste —dijo mirando a su madre a los ojos—. Te volviste un zombi en vida. Te olvidaste de mí. Te pegabas los días entre la cama y los grupos esos de apoyo. Solo me hablabas para decirme lo horrible que era mi padre, para decirme que nos había abandonado —Sus ojos iban llenándose de lágrimas y la visión se emborronaba—. ¡Tenía cuatro años! No entendía qué pasaba, yo solo necesitaba a mis padres y tú me quitaste a ambos —acusó dejando que las lágrimas comenzasen a caer.

—Venus —pronunció su madre completamente rota, pero la joven no había terminado de hablar.

—Y entonces apareció Jorge y todo cambió. Fingiste que todo iba bien y decidiste convertirte en la madre del año. Seríamos la familia ideal, pero no por mí, por ellos, por la familia de película que tú tienes en tu cabeza. Por esa que queda tan bonita en las fotos —explotó.

Le costaba respirar. Notaba como algo le oprimía el pecho. El aire le faltaba, pero necesitaba terminar de sacarlo todo.

—Así que, ¿de verdad te sorprende que recurra a la única persona que siempre ha estado ahí para mí? —preguntó entre sollozos entrecortados—. Crees que soy una persona narcisista y egocéntrica, y quizá lo sea, no te lo niego, pero tú me has enseñado a serlo.

—Venus, por favor —insistió su madre tratando de acercarse a ella.

Durante todo ese tiempo nunca había sido consciente de el dolor que ocultaba su hija. Jamás había pensado en lo que el distanciamiento de su padre le podía haber dolido, ni tampoco se había percatado en lo que había supuesto para ella aceptar a una nueva familia.

—Ya está, mamá. Hace tiempo que ya no me importa todo eso, pero hoy esperaba más de ti —le reconoció apenada—. Que pienses que tu propia hija es capaz de tirar a una chica por las escaleras me hace ver que hace mucho tiempo que nos perdimos la una a la otra.

Venus se mordía el labio inferior tratando de que este dejase de temblar. Las lágrimas volvían a agolparse y sentía ese incómodo picor en la parte de arriba de la garganta que sientes cuando estás a punto de echarte a llorar.

Elena no supo qué decir. Solo quería abrazarla, que supiese que la creía y que la quería con todo su corazón. Que la quería más de lo que nunca querría a nadie. Que ella era lo más importante de su vida, su niña. Y que sentía muchísimo no habérselo demostrado, haber hecho que su pequeña se sintiese así. Que sabía que no había sido la mejor madre del mundo, pero que había tratado de hacerlo de la mejor forma posible. Pero que sentía muchísimo que eso no hubiese sido suficiente para protegerla.

—Lo siento —admitió en voz alta dejando caer las lágrimas.

Venus levantó la vista y miró a su madre. Se la veía tan desolada como ella misma estaba.

—Lo vamos a solucionar, ¿vale? Si tú dices que no has sido, no has sido, pero esa chica a lanzado una acusación muy grave y esto no se va a quedar así. Voy a hablar con la directora...

—No —interrumpió Venus.

—Venus, lo que esa chica está haciendo es un delito. Te está acusando de haberla tirado por las escaleras.

—Lo sé —admitió—, pero ahora mismo lo único que quiero es quedarme aquí. Por favor —suplicó—. Dame unos días, deja que todo se calme, que piense. Por favor —volvió a pedir.

Esta vez madre e hija dejaron de reprimir sus lágrimas y se fundieron en un abrazo.

Todo estaba dicho. No era necesario más. El amor de una madre y una hija estaba por encima de todo. Elena y Venus no habían sido ni la mejor madre ni la mejor hija, pero se querían y eso era suficiente para ambas.

Aprenderían de los errores del pasado.



MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora