Capítulo 77

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—¡Ya quita esa cara! —pidió Venus mirando a su amigo.

Mateo continuó farfullando mientras andaba golpeando a una piedra, como cuando lo hacen los niños cuando están molestos o  simplemente aburridos.

—¡Mateo! —insistió ella.

Él frenó en seco.

—En serio, ¿en qué momento de nuestra amistad has entendido que tenía ganas de morir? Porque no puedo imaginarme ni un solo momento en el que yo te haya dado a entender eso.

Venus se rio por lo dramático que era su amigo, entrelazó su brazo con el de él y prosiguió caminando.

—No es un barrio tan conflictivo —Sonrió—. Además es un sábado a las cinco de la tarde, no te van a atracar —añadió tratando de tranquilizarlo.

Mateo volvió a frenar y se pasó los dedos por su oscura cabellera. Su amiga no le estaba entendiendo en absoluto.

—¡Ya sé que no me van a atracar!

Venus le miró sin entender qué le pasaba. ¿Entonces por qué estaba haciendo tanto drama por ir?

—¡Damián me va a matar cuando se enteré! —Venus negó con la cabeza—.No, tienes razón, quizá se apiade de mí y tan solo me parta la cara —rectificó nada conforme.

—Sabes que no lo hará.

Mateo sabía que eso era cierto, pero se sentía tan mal traicionándolo que le hubiese gustado que fuese cierto. Damián era una persona fría. Era serio y con un temperamento bastante malo, pero no era agresivo y menos con él. Solo sacaba esa vena cuando alguien hacía daño a Venus.

—No quiero ir —dijo con voz de niño pequeño.

—Mateo... —rogó ella—. Eres mi mejor amigo y quiero que los conozcas más —pidió—. ¡Adhara te caerá genial!

Ya casi habían llegado. Anisa, Adhara, Sergio, Alejo y Carlos les esperaban en círculo riendo animadamente.

Mateo continuó caminando hacia ellos mientras analizaba a cada uno de los allí presentes. Sin duda, quien más posibilidades tenía de caerle bien era Adhara. A decir verdad siempre le había llamado la atención. En cierto sentido eran muy iguales. Bueno, lo eran salvando las distancias claro estaba.

Ambos disfrutaban del alcohol, la fiesta y el sexo sin ningún tipo de pudor ni convinciones sociales.

La diferencia era que a él nadie lo juzgaba. Por los pasillos del colegio se podían escuchar miles de rumores sobre la chica, que si era una zorra, que si se tiraba a todo lo que se moviese, que si iba encamiada a dedicarse a lo mismo que su madre... ¡Ridículo! Él se había acostado seguramente con más chicos que ella, y sin embargo nadie se atrevía a decirle nada. De hecho, admiraban lo mucho que triunfaba. Así que no entendía por qué a ella no le daban el mismo trato.

Quizá era porque de3sde el primer día él dejó claro que no toleraría ni una. Había quién había insinuado algo por ser gay, pero él y sus amigos no toleraban ese tipo de comentarios. Suponía que su reputación le precedía y la gente se lo pensaba dos veces antes de decirle algo. Sin embargo, seguía siendo ilógico para él. ¿Qué le importaba al resto con quien se acostaba Adhara? ¡Pura envidia! tenía claro que era eso.

Y Mateo no entendía que la chica no se defendiese de esos rumores o de las horribles burlas y comentarios del resto, sobre todo de Milán y ahora Paula.

Él siempre había creído que con su vida cada uno podía hacer lo que le viniese en gana. Como si los demás pudiesen decir que eran mejor que ella. Eran unos completos hipócritas...

Así que sí, debía reconocer que sí que le causaba curiosidad de conocer a la verdadera chica de la letra escarlata.

Todos saludaron amablemente cuando Venus y él se juntaron.

—Bueno, haría las presentaciones, pero creo que ya todos os conocéis bastante bien, ¿no?

Mateo examinó a todos al milímetro hasta percatarse en un chico alto, de piel ligeramente bronceada y cabello y ojos marrones.

—Presentame al nuevo —pidió entredientes sin dejar de repasar al nuevo con la mirada.

Venus sonrió e hizo caso omiso esperando que su amigo dejase el tema y así luego le podría explicar que no era nuevo.

Mateo carraspeó tratando de llamar la decisión de su amiga, pero al ver que no le hacía caso dio un paso al frente. No tenía problemas en hacerlo él mismo.

—Bueno, ya que nadie nos presenta, soy Mateo —dijo ofreciendo su mano a Carlos, quien lo miró confuso, pues ya sabía quién era.

Venus agarró su brazo rápidamente y lo echó atrás.

—Está de broma —dijo entre risas, aunque no logró convencer a nadie.

Mateo la miró confuso. No estaba de broma, quería conocer lo más a fondo posible a ese tío.

—Bueno, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Venus tratando de cambiar de tema cuanto antes.

Todos se miraron entre ellos sin saber muy bien qué responder y entonces Mateo y Venus comprendieron el plan. Iban a estar ahí, en la calle, en un banco, como los niños. Hacía años que ellos no quedaban para no hacer nada. Solían ir a casa de alguno, o algún club o establecimiento...

—¿Aquí?, ¿a la intemperie?, ¿sin comida?

La voz de Mateo evidenciaba lo horrorizado que estaba.

Venus trató de controlar su risa. Adoraba a Mateo, pero a veces era excesivo.

—¡Podríamos hacer un picnic! —ofreció Sergio entusiasmado.

Mateo se rio, pero enseguida se dio cuenta de que no bromeaba.

—¿Dónde me has traído? —preguntó sin quitar aún su tono horrorizado.

—No os preocupéis por él. Os está tomando el pelo —mintió Venus tratando de sonar convincente—. Mateo es así —se rio.

—Sí, soy así —repitió él forzando una sonrisa e indicándole a su mejor amiga que le debía un buen brunch.



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