Capítulo 42

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—¡Venus, te estamos esperando! —chilló su madre desde el hall—. Vamos a llegar tarde —se quejó a Damián, quien estaba junto a ella con un traje negro ceñido que evidenciaba su musculatura, una camisa negra y una corbata fina roja.

—¡Ya voy! —Se escuchó justo después de un portazo.

Venus comenzó a bajar las escaleras con un vestido de noche con cuello oblicuo, sin mangas y con escote en V en la espalda. Era de color rojo intenso, a juego con la corbata de Damián, y caía hasta sus pies de forma recta. El pelo se lo había dejado suelto con alguna ondulación en las puntas.

—Estás preciosa, cariño —dijo su madre nada más verla.

Damián no articuló palabra, tan solo esbozó una embelesada sonrisa.

Juntos llegaron hasta el hotel de cinco estrellas donde se celebraba la gala benéfica.

—Llegáis tarde —reprochó Jorge.

Él y Lucía llevaban media hora esperando y no era un hombre que se tomase demasiado viene se tipo de cosas.

Venus al ver a Lucía no pudo evitar una carcajada. Llevaba un vestido a cuadros con volantes. No sabía cómo había llegado desde la fiesta ni cuándo se había ido, pero si lo había hecho por ese vestido, alguien debía decirle que no le había merecido la pena.

—¿Por qué ella puede llevar eso y yo tengo que llevar este saco? —se quejó la chica de cabello cobrizo.

—Son compromisos, Lucía, ya lo hemos hablado —trató de explicar Elena.

Para las galas, los diseñadores siempre les ofrecían vestidos que la familia lucía. Era parte del acuerdo publicitario.

—Ya, compromisos, pero yo parezco un mantel y ella va como si fuese una reina.

—Yo puedo explicar eso —provocó Venus divertida.

—¡Venus! —advirtió su madre—. Y tú, Lucía, no hagas caso que vas guapísima. Es un estilo más moderno e innovador —dijo para calmar las aguas, pero no surgió efecto.

Nadie convencería a la chica de que iba espantosa. Que ese diseñador tenía un gusto pésimo y  que ella lo estaba pagando mientras Venus lucía un precioso vestido que marcaba todas sus curvas y virtudes.

—¿Entramos ya? —preguntó Jorge molesto.

Los cinco avanzaron hasta la sala de reuniones del hotel. Allí unas cien personas conversaban animadamente de pie mientras sostenían copas de champán y mostraban sus elegantes vestimentas.

Pronto la familia se separó y comenzó a socializar con el resto. 

Venus estaba aburrida. De niña le encantaban estos actos, pero ahora le parecían insulsos y eternos. 

Levantó la vista en busca de algún camarero que pasase con las bandejas con las copas de champán y justo entonces vio a Alejo. Llevaba un traje negro, al igual que el resto de las personas que estaban sirviendo. 

Venus fue a fingir que no lo había visto, pero era tarde. Él también se había percatado de su presencia. Ambos se quedaron unos segundos en silencio sin retirar la mirada el uno del otro. Su último encuentro no había sido del todo agradable. Las palabras del chico habían dañado a Venus y esta le había dejado tirado en casa de Anisa.

—Vengo a rescatarte —susurró Damián a su oído a la vez que le ofrecía una copa.

Venus sonrió al escuchar su voz y rompió el contacto visual con Alejo.

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