Capítulo 80

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Venus entró algo temerosa a casa al escuchar los gritos. Reconocería esas dos voces en cualquier parte del mundo.

Avanzó con cautela hasta donde Damián y su madre discutían acaloradamente. Venus nunca los había visto así. En verdad, Damián tendía a ser el hijo perfecto y apenas tenía desencuentros con sus padres.

—¿Se puede saber qué es lo que te pasa?

Su madre estaba completamente fuera de sí.

Venus dio un par de pasos más temblorosa. Necesitaba saber qué estaba pasando. Por qué su madre estaba tan histérica y Damián parecía luchar con todas sus fuerzas para controlarse.

Miró tímidamente la escena tratando de no alertarlos de su presencia y vio como su madre no paraba de zarandear un papel entre sus manos.

Venus trató de focalizar la vista para averiguar qué era, pero lo fue imposible. 

Entonces, Damián le vio y le echó una mirada de súplica y de advertencia al mismo tiempo. Venus no terminó de entender por qué Damián parecía querer indicarle que se fuese, pero en cuanto su madre se acercó a ella y le dio el papel lo entendió. La discusión no iba con Damián, si no con ella. Él tan solo la estaba defendiendo.

—¿Me puedes explicar qué es esto?

Venus miró a su madre y después la carta que prácticamente esta le había lanzado.

Tragó saliva y la abrió algo desconcertada. Al ver el tipo de papel lo entendió enseguida.

—Mamá —trató de explicar aclarándose la garganta—. No te dije lo de la boda...

Elena no le dejó terminar.

—¿Crees que me importa que tu padre se haya decidido a joderle la vida a otra persona? —explotó.

Venus le miró sin entender su enfado y decidió dejar pasar ese comentario. Matthew y su padre eran realmente felices. De hecho, aunque en un principio ella se había resistido, había acabado completamente rendida a ese hombre. Era encantador y hacía a su padre inmensamente feliz. No podía pedirle más.

Elena arrebató el sobre y sacó una carta del interior, dejando la invitación a parte. Damián dio unos pasos en actitud defensiva hacia Venus. Sabía que Elena jamás le haría nada, pero instintivamente necesitaba protegerla. Sabía que era un tema delicado para Venus y, aunque no estuviesen en su mejor momento, él siempre estaría ahí para ella.

—¿Harvard, Yale?

La voz de Elena ya no estaba tan agresiva, más bien rota. Su rostro se había desencajado conforme iba leyendo la carta.

Venus alargó el brazo y se hizo con ese pedazo de papel. Enseguida reconoció la letra de su padre.

—¿¡La has leído!?

Esa vez fue venus quien comenzó a sentir toda la rabia saliendo al exterior. No comprendía cómo su madre se había atrevido a hacer eso. Era su intimidad. Era una carta que su padre le había escrito a ella. A ella y solo a ella. Elena no tenía ningún derecho de leerla.

—¡Soy tu madre y me preocupo por ti!

—¿Por mí o por ti?

Elena no pudo evitarlo y en dos segundos se vio a sí misma cruzándole la cara a su hija.

—No vuelvas a hablarme así —advirtió.

Venus se llevó la mano a la mejilla. Le ardía. Pero no era dolor por el golpe, más bien por la situación. Por la rabia. Por el no poder hacer nada.

—No te preocupes, en cuanto cumpla los 18 no vas a tener que preocuparte más de mí —amenazó y se fue a su cuarto sin esperar respuesta.

En realidad no era cierto. Venus no se sentía así. Quería a su madre, le quería muchísimo, pero a veces era demasiado complicado controlar todas las emociones. Y más en esas situaciones en las que parecía que tenía que escoger entre su padre o su madre. ¿Por qué tenía que hacerlo? ¡No era justo! ¿Por qué no podía quererlos a los dos?. ¿por qué sentir eso le convertía en una mala hija?

Cerró la puerta de su cuarto de un portazo, se tumbó en la cama y comenzó a leer la carta.


Hola, pequeña.

¿Cómo estás?, ¿has visto la invitación? Al final Matt y tú os habéis salido con la vuestra. Ese tándem vuestro va a acabar conmigo... En fin, ¿tienes ya claro si al final vendrás con alguien? Matt insiste en tener las mesas ya organizadas, ya sabes como es... Aunque no te preocupes, ya sabes que por ti esperaremos hasta el último día. Estamos deseando conocer a ese chico, aunque Matt no para de decirme que no lo asuste y que me comporte. Desde luego, no sé qué imagen tenéis de mí...

Bueno, te escribo para darte una noticia que creo que te encantará, aunque reconozco que a mí me apena un poco, pequeña. Matt ha estado hablando con el decano de la facultad de derecho de Harvard y está deseando conocerte. Cree que encajarás perfectamente en la universidad y prácticamente le ha garantizado que estás dentro si ese es tu deseo. Sé que Harvard es tu sueño, pero sigo sin perder la esperanza de que le des una oportunidad a Yale. Sé que te encantaría. Sabes que tienes las puertas abiertas. Está más cerca de casa, es mejor y ahí pasé algunos de mis mejores años.

¿Ha quedado suficientemente resaltado lo de que es mejor, verdad? He prometido a Matt que no te lo diría, así que será nuestro secreto. Pero claro, ¿qué te va a decir él si estudió en Harvard? Recuerdo el día en el que le dijiste que querías ir allí, creo que no os he visto sonreír tanto a ambos en la vida. Os brillaban de una manera especial los ojos y supe que él era el correcto. Que podíamos ser una familia de verdad juntos.

Ahora me arrepiento un poco... creo que me estáis excluyendo.

¿Funciona mi chantaje emocional? Supongo que no. Ya lo he intentado con Matt y me ha dicho que aprenda a hacerlo mejor para los juicios... ¿Qué te parece?

En fin, pequeña, que te echamos muchísimo de menos. Deseamos tenerte aquí ya con nosotros, pero es lo que toca... Y que sepas que ya hemos terminado las obras de tu habitación. Creo que te gustará. O al menos eso dice Matt. No te puedes ni imaginar lo locas que ha vuelto a todas las diseñadoras. Creo que, en cierto modo, el trabajar en tu habitación le hacía sentirte cerca.

Te queremos mucho,

Tus padres

PD: saludos de parte de Madoc (bueno me ha dicho que te diga no sé cuántas mil cosas, pero creo que con "saludos" lo puedo resumir).


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