Capítulo 51

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Lucía y Venus llegaron tarde y juntas a la clase de gimnasia. Todos los miraron asombrados por su cercanía.

—Ay, ya, no te pegues tanto —se quejó Venus tratando de actuar como de normal y así no levantar sospechas.

—Ni que yo quisiese que se me pegase algo de ti —respondió esta siguiéndole el juego.

—Señoritas, ¡ya basta! Encima de que llegan tarde no me formen un escándalo —regañó el profesor algo aburrido de las continuas broncas entre las hermanastras—. Pónganse junto a sus compañeros—Hizo una pausa—. Por favor, chicos a este lado y chicas a este otro. Hoy tendremos clase de baile.

Lucía suspiró. Odiaba bailar. Bueno, bailar no. Odiaba esos estúpidos bailes de gala que ensayaban en el colegio.

Una vez todos se colocaron en fila chicos frente a chicas, el profesor se posicionó en medio.

—La clase de hoy será de vals.

Las chicas comenzaron a cogerse del brazo entre ellas y a cuchichear. 

—Señoritas, por favor —pidió le profesor—. Venus y Damián, ¿podríais hacer una demostración? 

Estos se miraron en silencio. Siempre bailaban juntos y a decir verdad eran realmente buenos. Los mejores de la clase. Los que siempre habrían el baile en las demostraciones. Se compenetraban a la perfección.

—En verdad, profesor, este año tengo otra pareja de baile —anunció ella.

Todos miraron sorprendidos.

—Ustedes siempre bailan juntos —comentó el profesor extrañado—. He intentado mil veces que cambien de pareja y nunca me han dado el gusto.

—Lo sé, por eso. Creo que es el momento.

—Bien, ¿y con quién quiere bailar?

Venus se quedó mirando a los chicos en silencio. En verdad no lo había pensado. Tan solo no quería bailar con Damián.

Se acercó hacia Mateo, pero este empezó a negar con la cabeza. No quería para nada estar en medio de esos dos. Así que Venus no tuvo otra opción que buscar a otro bailarín.

—Él mismo.

—Muy bien, el señorito Carlos Ponsa le acompañará entonces.

Carlos miró aterrado cómo Venus lo cogía del brazo y lo llevaba al centro. 

Siempre había pasado inadvertido. Nunca nadie lo escogía para nada y, por una vez que eso ocurría, ¿tenía que ser para eso? 

Venus colocó su mano izquierda sobre el hombro del chico y agarró su otra mano. 

—No muerdo —anunció al ver que él mantenía una especie de distancia de seguridad.

—No sé bailar, deberías recordarlo del año pasado —respondió él en un susurro.

—Tú acércate más y sígueme —respondió ella con voz tranquilizadora—. Y baja un poco más esa mano.

Él hizo caso, pero la bajó demasiado, prácticamente hasta los glúteos de la chica. Con los nervios no era casi consciente de sus actos.

—No tanto —se quejó ella y él la subió un poco más.

Venus cogió aire. Iba a ser un desastre.

La música comenzó a sonar y ambos comenzaron el baile.

—Venus, recuerda que él es quien debe dirigir y no al revés —recordó el profesor.

Carlos estaba realmente agobiado. Le sudaban las manos, le temblaban las rodillas y no paraba de pisar a Venus.

—Vale, suficiente. No queremos lesionar a la señorita —Se giró hacia ella—. ¿Ahora podría bailar con su hermano de una vez?

Venus se separó un poco y se limpió el sudor de las manos que Carlos le había impregnado. Había sido bastante asqueroso.

—En verdad, yo puedo bailar con ella.

Todos se giraron hacia Alejo.

—No tengo tiempo que perder —se quejó el profesor.

—Denos una oportunidad.

El profesor aceptó. Iba a perder más tiempo discutiendo con esos niños caprichosos que esperando a que terminasen.

—¿Sabes bailar? —preguntó ella algo asombrada.

—Averigüémoslo —respondió él pícaro agarrándola de forma firme, pero delicada.

La música comenzó a sonar y el baile fluyo de manera natural.

—1, 2, 3. 1, 2, 3  —Iba contando el profesor mientras ellos bailaban con soltura—. Muy bien, chicos —felicitó—. Contacto visual, recordar que es un baile sensual, de compenetración.

Venus y Alejo se miraron mientras proseguían bailando y él notó enseguida que algo pasaba.

—¿Qué te ocurre? —preguntó mientras le daba una vuelta.

—Muy bien ese giro.

—Nada —mintió ella.

—No es verdad. No tienes esa carita de siempre.

—¿Qué carita?

—¡Cuánta pasión! —volvió a felicitar el docente—. Bien, el resto podéis empezar.

Damián cogió a Lucía y trató de acercarse lo más posible a esos dos.

Alejo comenzó a echar hacia atrás a Venus, sosteniéndola con fuerza para que no se cayese.

—Esa carita que siempre oculta esa preciosa sonrisa. Esa que hace parecer que el resto deberíamos pagarte para que nos la muestres.

Venus se rio.

—Espera, ¿acabas de darme una gratis? —preguntó volviendo a levantarla y pegándola a su cuerpo.

—Ese tío es un gilipollas —se quejó Damián.

—¿Por qué te cae tan mal? 

—Porque va de buenecito.

—Es buena persona —respondió Lucía mirando al suelo para no pisar a su hermano.

Odiaba ese tipo de bailes.

—Todo el día pegado a Venus. Parece su sombra.

—Eso es cierto —reconoció la chica—. Tiene un gusto pésimo —añadió entre risas.

—Ay —se quejó Damián cuando Lucía le pisó.

—No te quejes tanto y céntrate en el baile.

—Me has pisado.

—Porque me desconcentras con tus comentarios sobre Alejo y Venus. ¿Qué más te da a ti que estén juntos?

—¿Cómo que estén juntos? —preguntó dejando de bailar.

—Sí, que bailen juntos.

Damián respiró aliviado.

—¿Te pasa algo? —preguntó ella preocupada.

Nunca había visto a su hermano así. 

—No, nada, no me siento muy bien. Eso es todo.



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