Capítulo 32

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Venus, Adhara y Anisa entraron juntas a clase provocando los cuchicheos y las miradas indiscretas de todos los allí presentes.

Todos miraban divertido la extraña amistad. Todos menos Damián, quien no quitaba su mirada de Venus. Esta lo había ignorado desde ese fatídico día en el que la discusión se les había ido de las manos. Quería hablar con ella, lo necesitaba, pero ese no era el momento. No montaría una escena que pudiese perjudicar aún más a la joven.

Paula sonrió triunfal. Parecía que le había ganado la partida a Venus y lo había hecho sin suponerle un reto. Demasiado fácil en su opinión.

—¿En serio, Venus?

Esta se giró hacia Elisabeth.

—¿Algo que quieras compartir con el resto, Lisi?

La rubia comenzó a reírse mientras se retiraba el pelo.

—Por favor, no caigas tan bajo.

Venus arqueó una ceja provocando a que esta siguiese.

—¿Ahora te juntas con la hija de una prostituta?

—El término correcto es Madamme, Elisabeth. Tú deberías saberlo —respondió burlona.

Entonces fue Milán quien se dispuso a intervenir.

—No me extraña que tú conozcas la diferencia, Venus, pero tienes que entender que el resto no se junta con ese tipo de gente. Aunque a ti sí que te pega —dijo el chico con su particular lengua viperina.

Paula fue a reírse, pero entonces Damián se levantó.

—Milán, creo que te estás olvidando a quién te estás dirigiendo —dijo tratando de controlarse. 

Damián era poco tolerante con todo lo que pudiese herir a Venus. Lo de Elisabeth lo había dejado pasar porque conocía la relación que ambas tenían. Sabía que podían llegar a herirse, pero que en el fondo les unía una verdadera amistad. Así que ahí él no debía meterse, pero con Milán sí que no lo permitiría.

—Venga ya, Damián —dijo este tratando de justificarse ante su amigo.

—¿Venga ya, qué? —preguntó con tono frío y autoritario marcando cada palabra—. Dime, ¿hay algo más que creas que deberías comentar? Estoy deseando oírlo.

Milán tragó saliva. No sería él quien se enfrentase a Damián y menos sin munición. Conocía el mal temperamento de su amigo y más si el asunto tenía algo que ver con Venus.

—No necesito que me defiendas —espetó Venus—. Y al resto, que sepáis que Adhara tiene más decencia y respeto que todos nosotros juntos. Así que sí, ahora me junto con hijas de Madammes —respondió con fuerza—. Y, quién sabe, igual con suerte se me pega algo —respondió guiñándole un ojo a Milán en forma de provocación.

Después agarró con fuerza la mano de Adhara y le dedicó una sonrisa.

—Por favor, tomen asiento —pidió la profesora entrando por la puerta.

—Muévete —pidió Alejo a Sergio.

—¿Qué? —preguntó este confundido.

—Que te muevas —repitió entre dientes tratando de que nadie más lo escuchase, pero no salió según lo previsto.

—Señorita Cahué, parece que tiene un admirador en la sala —comentó la profesora—. Podría sentarse junto a él para que podamos comenzar la clase cuanto antes.

Venus se rio mirando a Alejo y este bajó la cabeza queriendo hundirse lo más posible.

—Oye, ¿cómo estás? —preguntó Anisa en voz baja—. ¡Que majo tu hermano!

Venus sonrió tímidamente. Estaba acostumbrada a que Damián siempre la respaldase, pero esa vez no se sentía así. No quería que diese la cara en público por ella. Lo único que hubiese querido es que la hubiese creído, que hubiese estado ahí para ella, para consolarla en el momento preciso.

—En serio, esta semana se ha metido en más de un lío por ir cerrando bocas —añadió.

—¡Señoritas, silencio! —increpó la profesora.

—Sí, Damián es así —comentó desviando la mirada hacia él.

—No, en serio. Si no llega a ser por él esto se hubiese ido mucho de madre —insistió.

—Nisa, creo que ya ha quedado claro el concepto —intervino Alejo algo molesto.

Como si Damián hubiese sido el único que hubiese intercedido en favor de la joven.

Nisa rodó los ojos y volvió a girarse para fingir que prestaba atención a la clase.

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