Capítulo 82

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Alejo miraba a Venus en silencio. Se había colocado en el suelo, con las piernas cruzadas, tal y como ella le había dicho, pero no había aguantado más de tres minutos con los ojos cerrados.

El silencio le aburría y le resultaba incómodo.

Miró el gimnasio. A esas horas estaba vacío, pero pronto volvería a estar tan abarrotado como de costumbre.

Venus y él habían quedado un rato antes de las clases. Ella había prometido que era para algo especial, algo que no olvidaría.

Alejo torció el labio. No era eso lo que él se había imaginado con las palabras de la chica. Le había extrañado el hecho de que lo convocase en el gimnasio del colegio y no en otro lugar más apartado e íntimo, pero tenía tantas ganas de verla, después de la desastrosa quedada del día anterior en la que apenas había podido pasar tiempo junto a ella, que no le había dado demasiada importancia.

Suspiró y acto seguido notó la gélida mirada de ella clavada en él.

A toda prisa, Alejo cerró los ojos de nuevo y fingió que él no había sido. Sabía que no colaría. Tan solo estabas ellos dos.

—Afrodita —llamó él en un susurro abriendo tan solo uno de sus ojos.

No obtuvo respuesta.

—Afrodita —repitió él algo más alto, pero continuó sin respuesta alguna.

—¡Venus! —insistió él probando con el verdadero nombre de la chica.

Esa vez la chica cogió aire por la nariz de forma dramática, lo fue soltando por la boca poco a poco, abrió los ojos y lo miró dándose por vencida.

—¡Por dios, contigo es imposible!, ¡eres peor que un niño!

Alejo sonrió satisfecho, mientras ella negaba con la cabeza.

—No vuelvo a meditar contigo —aseguró ella levantándose.

—¿Qué culpa tengo yo de no poder entrar en trance?

Ella lo miró seria.

—¡Nadie entra en trance! Cierras los ojos, te callas, piensas en tus cosas y ejercitas tu paciencia —explicó.

—¿En serio? —preguntó él algo decepcionado.

Ella se encogió de hombros. 

Eso era lo que ella hacía, al menos. Eso de dejar a mente en blanco y entrar en una especie de estado superior no terminaba de creérselo. 

—¡Pues vaya timo esto del yoga!

—No has hecho yoga. Tan solo te has sentado, mal por cierto, y te has dedicado a mirar la sala y a mí —corrigió ella esperando a que Alejo se levantase de una vez—. Y has durado menos de diez minutos —regañó.

—Ya, no es lo mío.

—¿Entonces por qué has venido? —preguntó ella curiosa.

—No pensaba que fuésemos a meditar.

—¿Y qué pensabas que íbamos...? —Se quedó en silencio al darse cuenta de la respuesta—. Oh, ya... —añadió sin poder evitar una carcajada.

—No es tan descabellado —se defendió él algo ofendido.

—¿Aquí? En medio del colegio a media hora de que entren todos... —continuó riendo—. Así que eres de esos... —provocó y él comenzó a reír junto a ella.

—Creo que después de lo de ayer soy de cualquier tipo con tal de tenerte unos minutos sin interrupciones —medio bromeó.

Venus sabía que Alejo iba en broma, pero en parte le entendía. Mateo les había estado interrumpiendo cada conversación; se había estado colocando en medio todo el rato; y había tratado por todos los medios de que estuviesen lo más distanciados posibles.

—Lo siento. Mateo es mi mejor amigo desde niños. Es como mi hermano —trató de justificar—. A veces se toma demasiado en serio ese papel...

—Ya... —respondió este entre risas—. Creo que lo hacía más bien por tu verdadero hermano.

—¿Por Damián? —preguntó confusa.

Alejo desvió la mirada. No entendía por qué Venus nunca lo llamaba "hermano". Si hasta a Mateo lo había calificado así en algún momento.

—Sí, ya sabes que no le caigo demasiado bien —dijo Alejo sin terminar de expresar los otros motivos que creía que tenía.

—No, Damián no tiene nada que ver en eso —mintió ella.

—Como sea, la verdad es que fue bastante...

—Intenso —se apresuró a decir Venus antes de que Alejo completase la frase y dijese algo peor.

Venus apreciaba a Alejo, pero no consentiría que dijese algo malo de Mateo.

El chico sonrió. "Intenso" no era la palabra que él hubiese utilizado, pero le quedó claro que no era una buena idea continuar por ese camino.

De pronto la puerta se abrió y varios alumnos comenzaron a entrar en el gimnasio.

Mateo, Damián y Milán, quienes caminaban entre risas, enmudecieron al ver a esos dos ahí a solas.

—Nos vemos luego en el entrenamiento —dijo Venus a modo de despedida mientras iba al vestuario de las chicas, antes de volver al gimnasio.


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