Capítulo 44

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Venus esperaba en el vestíbulo del hotel mientras veía como el director del establecimiento y Alejo discutían a pleno pulmón mientras los clientes los miraban avergonzados. Era una situación bastante bochornosa que no hacía juicio al buen nombre y prestigio del lugar.

—Creo que deberíais bajar la voz antes de que esta riña acabe en todos los medios. Ya puedo leer el titular: Prestigioso hotel de Madrid acoge disputa de mercado en sus instalaciones —ironizó.

—Señorita, he hecho lo que me ha pedido, pero este impertinente parece ser que no necesita el empleo.

—Déjanos hablar a solas —pidió Venus y el hombre se marchó a todo correr.

No quería perder más su tiempo.

—No necesito tu caridad —espetó él.

—No es caridad —respondió ella manteniendo la calma.

—Claro que lo es. 

—No, se trata de hacer lo que hay que hacer.

Alejo se rio.

—Lo único que buscas con esto es sentirte mejor y yo no estoy aquí para eso.

Venus negó con la cabeza.

—Una vez me dijiste que era triste que pensase que valía tan poco como para creer que lo único que alguien podía ver en mí era mi físico —Suspiró—. Ahora te digo yo que siento mucho que tú creas que vales tan poco como para pensar que el resto te vemos como una obra de caridad.

Alejo fue a abrir la boca para hablar, pero Venus no se lo permitió. No había terminado.

—Sinceramente me da igual, pero ¿tanto miedo te da aceptar la ayuda de los demás? —preguntó—. ¿O el problema es que no crees merecerla?

—No es la ayuda lo que rechazo. Es la limosna.

—¿Pero limosna de qué? —explotó ella.

—Se sincera, ¿por qué haces esto?

—Porque no creo que sea justo que te despidan por algo que no ha sido solo cosa tuya.

Las palabras de Venus dejaron en silencio al chico. No esperaba eso. Creía que diría algo así como que era para limpiar el nombre de su familia, para acallar el tema o así... Pero por extraño que resultase le creía.

—¿Y por qué te preocupa?

Esa era la pregunta del millón y Venus no tenía una respuesta clara que darle. Al menos no una sincera.

—No lo sé —se encogió de hombros—. Supongo que tú me diste una oportunidad cuando nadie más lo hizo —dijo en referencia a lo ocurrido en las escaleras de su casa con Paula.

Alejo la miró curioso. Sentía que había algo más. Que la chica podía sentir esa magnética conexión también, pero que no era capaz de reconocerlo.

—¿Eso es todo? —preguntó pícaro.

—¿Qué más quieres que te diga? —preguntó ella aburrida del tema.

No entendía por qué tenía que darle explicaciones de por qué quería echarle un cable.

—Venga ya, vas a echarte encima a todo el mundo con esta acción.

—Ya tengo a todo el mundo encima —respondió con sinceridad.

—A tu hermano no le va a gustar nada.

—Damián tendrá que entenderlo.

Que siempre lo nombrase Damián y no hermano no pasó inadvertido para Alejo. Cada vez su teoría disparatada cobraba más fuerza. 

—Creo que tu hermano no es una de esas personas con las que se pueda razonar —provocó.

—No lo conoces, Damián no es mala persona —defendió—. Y no sé qué pasó, pero que esté aquí no significa que esté de tu parte y crea que eres inocente en toda esta historia. 

Alejo se rio.

—Está bien —aceptó—, pero me gustaría poder pagarte de alguna forma.

—¿Quieres pagarme por trabajar? —preguntó incrédula—. Creo que no tienes bien asimilado el concepto trabajo —se burló.

—Puedo pagarte de otra manera que no sea con dinero.

Venus entrecerró los ojos. 

—¿Qué me estás proponiendo? —preguntó.

La cara de la chica provocó grandes carcajadas de Alejo.

—No, no, no es eso —respondió entre risas—. Aunque si es lo que quieres estoy dispuesto a sacrificarme —teatralizó.

Venus golpeó el brazo molesta. Ni siquiera entendía cómo se le había pasado eso por la mente. ¿Pero qué le estaba pasando?

—¿Y cómo vas a pagarme? —preguntó curiosa.

—Puedo enseñarte a boxear —ofreció—. Por lo que vi el otro día no te vendría nada bien.

Venus comenzó a reírse.

—¿Y qué te hace pensar que yo quiero eso?

Él se acercó un poco más a ella.

—Creo que estás a punto de desbordarte. El otro día golpeaste el saco con todas tus fuerzas. Pude ver tu garra, tu furia interna tratando de escapar —sonrió—. Creo que necesitas una vía de escape y el boxeo es una muy buena —aseguró sin despegarse de ella.

Venus se quedó en silencio. Había reconocido en ella cada palabra que él había pronunciado. Era algo que llevaba así desde hacía años, pero que no había hablado con nadie. ¿Por qué él parecía comprenderla?

—No —sentenció ella dando un par de pasos hacia atrás.

—Mira ahora quién tiene miedo —provocó él.

—No es miedo —titubeó ella.

—¿Y qué es? —insistió.

Venus se quedó en silencio sin saber qué decir. Claro que era miedo. Miedo de dejar salir todo y no saber qué ocurriría. Miedo de soltar todo eso que guardaba dentro y que le hacía seguir caminando cada día. Miedo de descubrir que no tenía ni idea de quién era ni quién quería ser.

—Te espero el lunes después de clases —dijo él a modo de despedida.

—No estaré —aseguró ella.


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