Capítulo 60

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—Sabía que te encontraría aquí.

Venus sonrió a su amiga.

—¿Dónde sino? —respondió cruzando las piernas a lo indio para hacer hueco a Adhara en el batículo.

—¿Por qué siempre tú acabas sentada y yo de pie? —bromeó.

—Adhara, no vengamos ahora a cambiar viejas y honorables tradiciones —respondió entre risas.

Adhara sonrió y se apoyó en la pared.

—¿Qué tal la fiesta? Te fuiste rápido.

—Bien —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Solo bien? —preguntó curiosa. 

La chica había escuchado algunos rumores sobre lo ocurrido.

—Sí, solo bien.

—Bueno, y si ha ido bien, ¿por qué te escondes en el baño a la hora de la comida?

—Podría hacerte la misma pregunta —respondió a la defensiva.

—Eh, que yo no soy el enemigo —se quejó Adhara.

—Lo siento, tienes razón —reconoció mirando hacia el techo—. He tenido un fin de semana algo complicado.

—¿Y eso?

Venus rodó los ojos.

—Largo de contar.

—Tengo tiempo — dijo Adhara haciéndose un hueco en la taza del váter.

—¡Ay!

—Muévete un poco, que no quepo.

Venus le hizo espacio a regañadientes y cruzó las piernas.

—Sin más, Lucía se cogió un pedal impresionante. En serio, tenías que haberla visto... No sé ni cómo conseguí llevarla hasta casa —Suspiró—. Y claro, ha estado todo el fin de semana de resaca. Algo que no ha pasado inadvertido para mi madre y Jorge —Hizo una pausa—. Vamos, que me he pasado todo el fin de semana discutiendo. Y por si fuera poco, Damián está insoportable —relató sin querer entrar en detalles.

—¿Tu hermano?

—Sí, Damián. Así se llama —respondió algo molesta.

Adhara pasó por alto la mala contestación porque conocía a su amiga y sabía que estaba mal.

—Él y tú siempre habéis estado muy unidos...

—Pues ya no.

Adhara sabía que era mejor dejar el tema. Además, estaba segura que fuese lo que fuese esos dos lo solucionarían. Siempre habían hecho alarde de su buena relación. Siempre se cubrían y estaban ahí el uno para el otro. En resumen, tenían la relación que cualquier padre y madre desearía para sus hijos.

—¿Quieres hablar de lo de Alejo? —preguntó de forma tímida.

Venus la miró algo alterada. ¿Qué sabía ella?

—De lo del beso... —añadió tratando de no sonar como una chismosa.

—¿Te lo ha contado? ¡No me lo puedo creer! Pero este tipo... ¿Cómo se ha atrevido? Aggg, qué asco de gente, en serio. ¡Qué rabia! No ha podido ni esperar dos días. Ha tenido que correr a contar su victoria a todo el mundo. Despreciable —señaló de carrerilla bastante dolida.

—No ha sido él —se apresuró a defenderlo Adhara—. Os vieron —explicó.

Venus se quedó en silencio. Agradecía que Alejo no se hubiese ido de la lengua. No soportaba la fanfarronería de ir contando ese tipo de cosas para sentirse más machito.

—¿Y bien?

—No sé —reconoció Venus.

—¿Pero te gustó?

Silenció. Y entonces Adhara se comenzó a preocupar. ¿Sería que Alejo le habría besado a la fuerza?

Venus al ver la cara de preocupación de su amiga supo que debía decir algo, ¿pero qué iba a responder si ni siquiera ella lo tenía claro?

—Sí, bueno, creo que sí.

—¿Cómo que crees?

Adhara no entendía nada. ¿Cómo Venus no iba a saber si le había gustado el beso o no?

—No sé —Torció el labio—. Primero me sentí bien, pero luego, no sé...

La verdad era que Venus se había sentido culpable. Culpable de haber besado a otro y de haberse sentido bien. De haberlo disfrutado, aunque hubiese sido por unos segundos.

—Sigues enamorada del otro.

No era una pregunta. No necesitaba respuesta. Adhara lo tenía claro. No lo entendía, pero sabía que era así.

Venus desvió la mirada.

—No hace falta que digas nada —dijo Adhara y Venus se lo agradeció con una sonrisa.

No quería tener que dar explicaciones a nadie de cómo se sentía.

—¿Y Anisa y tú?

Esa pregunta pilló desprevenida a Adhara.

—No sé de qué me hablas —mintió sin poder mirar a su amiga a los ojos.

—Te vi con ella —señaló Venus con dulzura.

—Ya te he dicho que nada. No me gustan las chicas.

Estaba a la defensiva. Todo su cuerpo se había tensado.

—No he dicho eso, Adhara. Pero, al igual que yo, estás aquí escondida en el baño en la hora de la comida. Y me da que estás evitando a Nisa.

—¿Y qué?

—Que...

—Que nada. Que te he dicho que no soy lesbiana —repitió violentamente.

Este tema era complicado para ella. Se sentía confusa. Ella siempre había estado con chicos. No podía aceptar lo que había pasado esa noche con Anisa. Y mucho menos reconocer que había disfrutado como nunca antes lo había hecho.

—No creo que eso importe —dijo Venus—. Yo creo que no somos una cosa u otra. Creo que nos enamoramos de las personas sin importar su género o quiénes sean —Sonrió—. Simplemente encontramos algo en esa persona que nos vuelve locos y ya está. Lo demás no importa.

Venus no tenía muy claro ya si hablaba de Anisa y Adhara o de ella y Damián, pero, en verdad, servía para ambos casos.

Esas palabras hicieron reflexionar a Adhara, aunque enseguida sacudió la cabeza como tratando de olvidarlas.

—No me gustan las chicas —repitió.

Parecía que trataba de convencerse más a sí misma que a Venus.

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