Capítulo 58

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—Lucía, sal del coche —pidió.

—¡No! —gritó esta divertida.

—¡No seas niña!

—Que no, que no quiero. Estoy cansada —respondió entre bostezos.

Venus arrastró a duras penas a Lucía fuera del coche. 

—¿En serio? Podrías poner algo de tu parte —se quejó de nuevo.

Lucía sonrió y estiró sus brazos para que Venus pudiese arrastrarla mejor.

—Genial, gracias —dijo Venus tratando de no perder los papeles.

Empezaba a recordar por qué no soportaba a su hermanastra.

Abrió la puerta con cuidado. No quería que su madre y Jorge viesen a Lucía en ese estado. Si las pillaban así estarían castigadas de por vida. Y ella no había hecho nada para merecerse eso. Al menos en esa ocasión no.

Sin embargo, para su sorpresa, nada más entrar se fijó que había actividad en casa. La luz del salón estaba encendida y, por el ruido, parecía que la televisión también.

Miró la hora. Eran las tres de la mañana. ¿Qué hacían aún despiertos?

—Lucía, estás en un buen lío —comentó entrando junto a ella.

—Estamos, estamos —corrigió ella entre risas.

Venus esbozó una controlada sonrisa. Vaya, para lo que quería parecía que sí que estaba lo suficientemente lúcida.

Agarró a la chica de cabello cobrizo como pudo y trató de subir junto a ella las escaleras de manera silenciosa, pero fue imposible. 

Al no poner de su parte, Lucía era un peso muerto, por lo que Venus no podía con ella y dio un traspié, así que ambas cayeron al suelo provocando un gran ruido.

Venus cerró los ojos y escuchó como unos pasos se acercaban hacia ellas. Estaban perdidas.

—¿Lo habéis pasado bien, eh?

Esa voz. Sonrió y se levantó del suelo.

—Mateo —comentó abriendo los ojos y dedicándole una sonrisa a su mejor amigo, pero junto a él estaba Damián. Y este no tenía cara de estar de buen humor.

—¡Sí! —chilló Lucía—. Lo hemos pasado súper bien —gritó alargando el "súper".

—Calla, que vas a despertar a todos —advirtió Venus.

—Nuestros padres no están —se limitó a responder Damián serio.

Venus respiró aliviada. Parecía que por esa vez se habían librado. Eso sí, esa había sido la primera y la última vez que salía con Lucía de fiesta. Y también la primera y la última que iba de botellón.

—Entonces ayudarme a llevar a esta borracha a su habitación —dijo resoplando.

—¡Eh! —se quejó Lucía—. ¡Yo no soy ninguna borracha! —chilló mientras Damián la cogía en brazos y subía con ella las escaleras, seguido de Mateo y Venus—. Lo que pasa es que está celosa.

Todos miraron a Venus.

—¿Qué?, ¿no veis que está borracha y no sabe lo que dice? —espetó malhumorada.

Lucía trató de poner cara pensativa.

—Pero no lo entiendo —dijo captando la atención de Mateo y Damián—. Tú has tenido una noche movidita —añadió subiendo y bajando las cejas y volviendo a simular con sus manos una penetración.

Las miradas se posaron en Venus, a la vez que Damián dejaba a su hermana en la cama de su cuarto.

—¿Si? —preguntó Mateo divertido.

—¡Sí! No ha perdido el tiempo con los nuevos —respondió divertida.

Damián comenzaba a tensarse. Esa situación era incómoda y dolorosa para él.

—¿Qué dices? No ha pasado nada con Alejo —respondió a la defensiva.

Era imposible que Lucía hubiese visto el beso. Además, en la situación en la que estaba sería fácil hacerle creer a ella y al resto que tan solo había sido una visión provocada por la ingesta de alcohol.

—¿Alejo? —preguntó Lucía confusa—. No, no es con él con quien te has acostado.

Silencio. La situación era realmente tensa, pero Lucía no era consciente de ello. Damián miraba a Venus esperando una respuesta; una aclaración; una confirmación; lo que fuese.

 —¿Y se puede saber con quién me he acostado? —preguntó aburrida.

Esta situación le podía hasta parecer hasta algo cómica, pues ella sabía la verdad, pero a Damián no le estaba haciendo ninguna gracia.

—Ya sabes —respondió pícara mientras se dejaba caer en su cama —, con Sergio —se rio—. ¡He visto cómo lo arrastrabas hasta perderos entre los árboles! —añadió como una niña pequeña antes de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño.

—¿Te has acostado con el agricultor? —preguntó Mateo abriendo la boca lo más que pudo.

Venus le miró seria.

—¿Tengo pinta de haberme acostado con alguien? —preguntó ella frunciendo el ceño.

Mateo la repasó con la mirada.

—Mmmm la verdad que no —Hizo una pausa—. Y si lo has hecho el chico ha debido ser muy malo porque...

—¿Podemos dejar el tema? —interrumpió Damián.

—Sí, mejor porque estoy reventada —respondió Venus caminando hacia su cuarto.

Mateo y Damián bajaron de nuevo al salón y cogieron las consolas. Entonces Mateo se dejó caer sobre el sofá y comenzó a reírse.


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