Capítulo 63

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Damián se sentía agobiado, cansado y furioso. Apenas había podido dormir durante el fin de semana. Todo el asunto de Venus y Lucía le había mantenido la mente ocupada.

Había tratado de hablar con Lucía acerca de lo que había sucedido en la estúpida fiesta esa a la que habían acudido. Había tratado de interrogar a su hermana para saber qué había pasado, pero todo había sido en vano. La chica fingía no recordar casi nada y se excusaba en su resaca para que este la dejase en paz y cesase en su empeño de cuestionarle todo lo ocurrido.

Damián la conocía demasiado bien como para saber que mentía. Que Lucía estaba ocultando algo y necesitaba saber el qué. Quería que le contase bien lo que había dicho sobre Venus y Sergio para entender qué estaba pasando, pero había sido imposible. 

Las piezas no encajaban. No conocía mucho a ese chico, pero sabía que no tenía nada que ver con Venus. Quizá todo se trataba en verdad de Alejo. Necesitaba estar enterado de si Alejo había aprovechado esa ocasión para meter ficha, si había utilizado a su amiguito para avanzar con Venus. 

Apretó el puño recordando algo. En cuanto Lucía había hecho mención a que había pasado algo en la fiesta, Venus había pronunciado el nombre de ese chico. Suspiró. ¿Qué era lo que le estaban ocultando?

—Tierra llamando a Damián —interrumpió Mateo.

—¿Qué? —preguntó él.

—¿En serio llevas ignorando mi conversación todo este rato? —se quejó algo molesto.

Damián fue a responder cuando Milán apareció algo agitado.

—Creo que tienes que ver esto —anunció.

Mateo y Damián lo siguieron confusos hasta el baño de chicas.

—No te pega ser un pervertido —comentó Mateo divertido.

—¿Qué? ¡no! —trató de explicarse Milán al ver la cara de sus dos amigos.

Sin duda, la situación podía llevar a confusión. Acababa de llevar a sus amigos hasta la puerta del baño de las chicas sin decirles nada.

—Yo la verdad es que paso —respondió Damián dando unos pasos hacia atrás.

No entendía qué le pasaba a su amigo. ¿Se había vuelto loco?, ¿desde cuándo se había vuelto tan repugnante?

Milán suspiró. Una imagen valía más que mil palabras, así que abrió la puerta ante la sorpresa de todos.

Entonces, los tres jóvenes se dieron de frente con una escena que ni esperaban ni sabía muy bien cómo manejar. Milán sabía que ahí había algo que su amigo tenía que ver, pero jamás se hubiese imaginado que fuese eso.

Venus y Alejo estaban ahí parados en medio sonrientes mientras él le acariciaba la mejilla.

—¡Apártate de ella! —explotó Damián entrando al baño de forma violenta, seguido de sus dos amigos.

—¡Damián! —advirtió Venus.

—¡Ya le has oído, fuera! —amenazó Milán.

Alejo los miró divertido y comenzó a reírse. Venus le miró confusa. ¿Esa situación era de lo más incómoda y él se ponía a reírse?

Mateo le miró esperando a que dijese algo que mejorase la situación, aunque no parecía posible.

—Te crees muy machito con tus gorilas detrás, ¿no? —Alejo se rio.

Venus le miró molesta. ¿Por qué no podía quedarse callado?

—Mira niñato, aquí las cosas funcionan de otra manera —anunció Milán—. Tú no eres nadie, ¿entendido? Así que cierra tu boca y lárgate de aquí si no quieres problemas.

—¿Me estás amenazando, niño de papá? —provocó Alejo remangándose los puños de su camisa y avanzando hacia ellos.

Venus sabía que si no hacía algo la situación se iba a ir de madre. Tenía que pensar rápido.

—Es mejor que te largues.

La voz de Mateo, a diferencia de la de su amigo, sonaba tranquila. No era una amenaza. Más bien parecía un consejo.

Damián, por su parte, se quedó en silencio mirando a Venus en busca de cualquier tipo de reacción de esta.

—Os creéis los dueños del mundo solo porque vuestros padres tienen dinero —comentó con desprecio.

—Paso a paso —respondió Milán entre risas—. Y la gente como tú no nos gusta. No tienes cabida aquí. Tan solo eres la obra de caridad de nuestros padres para sentirse mejor con ellos mismos cada noche antes de irse a sus camas—añadió burlón—. Este no es tu sitio, así que no te pongas cómodo porque no vas a durar.

—¿Tanto miedo me tenéis?

La pregunta de Alejo enmudeció a Milán. No estaba acostumbrado a que le hiciesen frente.

Y entonces Venus lo supo. O actuaba ya o sería demasiado tarde.


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