Capítulo 69

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Venus realizó todo el trayecto en coche de vuelta a su casa agarrando el cinturón de seguridad con ambas manos como si ese objeto la pudiese salvar de todos sus males.

Se sentía confusa y enfadada consigo misma.

Se había arriesgado, le había dado una oportunidad a Alejo y todo había salido mal. Y era culpa suya, lo sabía. Bueno, no solo suya, también de Damián. Él era en parte responsable de lo ocurrido. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él?, ¿por qué se le tenía que haber venido precisamente su imagen cuando Alejo y ella estaban a punto de hacer el amor?

Venus cerró los ojos tratando de que todos esos pensamientos se esfumasen, pero no era posible. Trató de convencerse de que era porque Damián había estado tanto tiempo en su mente y en su corazón que era casi como un acto reflejo, pero ella sabía que no era así. Quizá era un sentimiento de culpa. Damián y ella habían estado a punto de hacerlo imnumerables veces, pero finalmente nunca consumaban porque se suponía que no era correcto. Esa era la norma más estricta que tenían. Pero ella, aún así, siempre había pensado que él sería el primero. El primero y el único.

Suspiró. Debía dejar de pensar en eso.

El trayecto finalizó y Venus supo que debía dejar de sostener ese objeto que le daba esa falsa seguridad. Se bajó del coche, rehizo su coleta y se recolocó la blusa. Seguramente a esas horas no habría nadie despierto, pero aún así no quería arriesgarse a que nadie intuyese lo que había estado a punto de ocurrir.

Abrió la puerta y escuchó el sonido de la televisión. Un sonido que conocía a la perfección. God of war. Era ese videojuego con el que Damián se pegaba las noches en vela cuando su madre y Jorge estaban fuera de casa y había algo que a él no le dejaba dormir. Damián nunca había sido un chico demasiado expresivo o de hacer frente a sus emociones, así que se enfrascaba en ese juego y dejaba que su mente desconectase.

Casi sin darse cuenta, Venus avanzó hasta el cuarto de estar de forma sigilosa para no sorprenderlo. Le miró en silencio. Tenía el pelo algo despeinado y el ceño fruncido. Parecía que fuese lo que fuese que le pasase esa noche, el videojuego no lo estaba solucionando.

Sonrió y miró su indumentaria. Llevaba el pantalón del pijama y una chaqueta de deporte, algo ancha, desabrochaba. Venus nunca había entendido la razón de que Damián se pusiese eso en vez de una camiseta, pero debía reconocer que le encantaba verlo así con el torso desnudo.

Dio un paso hacia él pensando en todo lo sucedido y de pronto lo comprendió. Lo había entendido todo al revés. Lucía le había dicho que en el amor había que arriesgarse, pero ella no había querido escucharle. Tenía tanto miedo de darse cuenta de que lo suyo y lo de Damián no tenía ningún futuro que no había podido evitar pensar en Alejo. Pero en ese caso ella no arriesgaba nada. Si iba bien ganaba y si iba mal solo perdía Alejo.

Así su corazón seguiría intacto. No podían romper algo que no estabas dispuesta a mostrar.

Continuó avanzando y esa vez Damián sí que notó su presencia. Dejó el mando y la miró en silencio.

El joven deseaba preguntarle dónde había estado, pero temía que la respuesta lo destrozase, así que optó por mantenerse en silencio. Ambos lo hicieron mientras ella se seguía acercando.

—¿Mala noche? —preguntó ella sentándose junto a él y cogiendo el mando.

Él arqueó una ceja cuando ella retomó el juego.

—¿Tienes miedo a que te de una paliza? —provocó ella al ver que él no cogía otro mando.

—No tienes ni idea de cómo funcionan los controles —respondió él divertido.

—Te he visto jugar un millón de veces, creo que me las arreglaré —comentó ella divertida guiñándole un ojo.

—No lo dudo, pero el modo de juego es solo para un jugador —señaló él girándose hacia ella.

—Vaya —dijo ella fingiéndo decepción—. ¡Entonces mirarás cómo juego! —añadió entre risas.

—¿Ah sí?

—Sí —dijo ella tocando todos los botones del mando sin tener muy claro cuál era la finalidad del juego—. ¿O tienes algo mejor que proponerme? —provocó con voz seductora dejando el mando y levantandose.

—Venus —advirtió Damián algo tenso.

No estaban en su mejor momento y ambos lo sabían. Así que el chico no tenía muy claro a qué estaba jugando ella o a qué quería jugar.

—¿Qué? —preguntó ella caminando hacia la cocina y dejándolo ahí solo.

Damián cogió el mando, sabía que lo mejor que podía hacer en ese momento era olvidarse de todo y continuar con el juego, pero no podía. La imagen de Venus se había metido en su mente y la estaba taladrando de forma incesante. Dejó el mando y avanzó hasta la cocina.

Venus sonrió complacida desde encima de la encimera. Tenía las piernas cruzadas y un pedazo de chocolate en la mano.

—¿Quieres? —provocó de forma pícara.

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