Capítulo 75

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Elisabeth estaba visiblemente tensa. No le estaba gustando ni la conversación ni el tener que tenerla en ese lugar.

—¿Me estás escuchando? —inquirió Sergio.

Normalmente siempre tenía una sonrisa en su despreocupado rostro, pero en ese instante él tenía el ceño fruncido y un par de arrugas se asomaban por su mente.

—Sí, te escucho, pero ya te he dicho que no es ni el lugar ni el momento —recriminó ella en el pasillo del colegio.

Lisi no paraba de mirar hacia los lados para cerciorarse que nadie que la conociese los veía.

—Déjalo —pidió él y ella comenzó a reírse como si de una broma se tratase, pero Sergio lo había dicho muy en serio.

—No digas tonterías —pidió ella.

—¡No son tonterías! No le quieres, lo sé —trataba de sonar seguro, pero le era imposible.

En esos meses se había enamorado profundamente de esa malcriada e irritante chica.

—Sergio, tienes mucho que aprender —Sonrió—. Tu inocencia me resulta encantadora, de verdad —Volvió a sonreír—, pero ya te he dicho que esto es todo lo que hay entre nosotros. No voy a dejar a Milán.

Esas palabras eran como cuchillos que le atravesaban el pecho una y otra vez sin darle tregua, pero aún así Sergio volvía a intentarlo una y otra vez.

—Liss —dijo de forma cariñosa tratando de convencerla.

—No sé cómo explicártelo, Sergio. No hay un tú y yo, no es posible.

Lisi siempre había sido buena manejando sus emociones. Sabía comportarse de forma gélida, de forma impoluta. Se suponía que era parte de su educación como señorita de la alta sociedad.

Pero, en esos meses junto a ese ser dulce y tierno toda su vida había cambiado. Se había enamorado irremediablemente de él. De su sonrisa, su alegría, su pureza, su inocencia... Cómo odiaba que eso no fuese suficiente para poder estar juntos...

No quería hacerle daño, claro que no quería, ¿pero qué iba a hacer? El amor era efímero. Se acabaría. Pero su apellido no. Sería un legado para toda su vida. Y para mantenerlo en pie necesitaba a Milán y a su familia, no al agricultor.

Miró su carita de niño confuso y quiso acariciarlo y besarlo. Decirle que el dolor pasaría. Que se enamoraría de otra chica y que en el futuro ella no sería más que un recuerdo lejano, pero no podía.

Hacerlo demostraría al chico lo mucho que le importaba y ella no podía permitirse eso.

Debía seguir fingiendo que había sido una aventura sin importancia para ella.

—¿Qué haces con mi novia?

La voz déspota y posesiva de Milán los asustó.

Lisi parpadeó rápido un par de voces y volvió a su postura habitual.

—Ya te he dicho que yo no soy la niñera de Venus. Ve y búscala por ti mismo —dijo con desprecio mientras avanzaba hasta su novio y lo besaba.

Sergio quiso apartar la mirada, pero no lo hizo. Necesitaba ver ese beso. Convencerse de que Liss y él no tendrían nada. Necesitaba que su corazón terminase de romperse para así poder empezar desde cero.

Damián miró a Elisabeth y a Sergio serio. ¿Qué tenía que ver Venus en todo eso?

Fue a preguntar, pero decidió no hacerlo. Había dicho que no jugaría más al juego de la chica, así que no era asunto suyo lo que Sergio quisiese de ella.

—No te acerques a mi novia —espetó Milán de forma amenazante mientras cogía a Elisabeth fuerte de la cintura de manera posesiva.

—Ya te ha dicho que no quiero nada de ella, no te preocupes, campeón —respondió Sergio sin dejarse achantar.

Milán lo miró como si de una insignificante hormiga se tratase. Sonrió con aires de suficiencia, soltó a su novia y se acercó a él de forma agresiva.

Sergio no retrocedió. Ambos estaban cerca. Milán, era algo más alto, cosa que aprovechaba para tratar de intimidarle, pero Sergio no estaba dispuesto a ceder, aunque sabía que tenía las de perder.

Damián cogió a su amigo del brazo y tiró de él.

—Déjalo, no merece la pena —comentó aburrido.

—¿No crees que deberíamos dejarle claro que no puede acercarse a nuestras chicas? —preguntó amenazante—. Primero mi novia, ahora tu hermana. ¿De verdad que vas a permitir que salga con Venus?

Milán no tenía ni idea de lo que en verdad había entre Damián y Venus, pero conocía lo suficiente a su amigo como para saber que este jamás permitía que nadie se acercase a ella. Que la celaba en exceso.

—Ella sabrá —respondió él tratando de sacar a su amigo de ahí—. No voy a perder mi tiempo con este...

Lo miró por encima del hombro fingiendo indiferencia y no terminó la frase. La verdad es que lo único que quería era quitar de la mente de su amigo ese pensamiento y poder dejarse de tonterías.

Elisabeth suspiró aliviada para sus adentros por que Damián hubiese frenado a su novio.

—Es tu día de suerte, aprovéchalo —anunció Milán burlón y amenazante al mismo tiempo mientras se giraba para irse.

Sergio abrió la boca para responder, pero Lisi lo mandó callar con la mirada.

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