Capítulo 72

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Una intensa vibración despertó a Venus.

Entreabrió los ojos algo confusa y vio el móvil de Damián en el suelo de madera. Cerró los ojos. Ese estúpido aparato la había despertado.

Pasaron unos segundos hasta que Venus fue consciente de lo que había pasado y de lo que podía pasar si no reaccionaba en ese mismo instante.

Damián y ella se habían quedado dormidos en el suelo del cuarto de estar después de hacerlo. Podían haberlos pillados. Podían haber vuelto su madre y Jorge y haberse encontrado con esa escena. O podía haber sido Lucía, que bajaba a por un vaso de agua o lo que fuese, la que los hubiese pillado. Hubiese sido desastroso, ¿o no?

Venus no podía dejar de sonreír aun imaginándose en sinfín de posibilidades de que los encontrasen ahí juntos y desnudos. En ese momento la idea no le parecía tan mala. Estaba feliz. Inmensamente feliz. Damián y ella se habían acostado por primera vez y había sido mágico. Había sido único y especial. Mil veces mejor de lo que jamás se había imaginado. Había sentido un inmenso placer recorriendo cada parte de su cuerpo. Una excitación que no se podía comparar a nada que antes hubiese probado.

Se giró hacia el chico y contempló con gran ternura como él seguía sumido en un profundo sueño. Tenía una tierna sonrisa dibujada y el semblante tranquilo. Estaba realmente adorable con el pelo revuelto.

Suspiró y se mordió el labio inferior. Quería despertarse cada mañana así, feliz y en sus brazos.

El móvil volvió a vibrar y Venus lo miró molesta. ¿Quién escribía a esas horas?

Se quedó pensativa. En verdad no sabía qué hora era. Alargó la mano y cogió el móvil de Damián para ver la hora. Quizá era el momento de despertarlo.

Con cierta sorpresa comprobó que eran las seis de la mañana. Venus no tenía ni idea de dónde estarían su madre y Jorge, pero sabía que el personal de servicio entraba en media hora, así que debían ser rápidos.

Fue a dejar el móvil en el suelo de nuevo, cuando volvió a vibrar provocando que se encendiese la pantalla y Venus viese a quien pertenecían todos los mensajes. Paula.

Esa imagen la tensó. Pensó en leerlos. Se sabía la contraseña de Damián. Ambos sabían la del otro para cuando tenían que cogerlo para cualquier cosa, pero una cosa era mirarlo por X motivos y otra para meterse para inmiscuirse en su intimidad. Eso era sobrepasar la ralla y no estaba dispuesta.

Además, tampoco le importaba tanto el contenido de esos mensajes. Lo que le destrozaba era que se mensajease con ella.

Sintió una presión en el estómago. Todo su castillo comenzaba a desmoronarse. 

¿Por qué Damián se mandaba mensajes con Paula?, ¿por qué lo hacía a sabiendas de lo que le había hecho? ¿Por qué precisamente con ella?

Tragó saliva como pudo. Se sentía estúpida. ¿Habría estado hablando con Paula después de haberse acostado con ella? Por eso el móvil estaba en el suelo cerca de ellos. Todo empezaba a encajar en su mente.

Se sentía tonta. Se había arriesgado, había apostado por Damián y había perdido. Y, además, en el camino sabía que habría lastimado a Alejo, quien no tenía culpa de nada.

Se sintió miserable. Miserable y estúpida. 

Comenzaba a dolerle la cabeza. Todo en su mente iba demasiado deprisa. Le venían imágenes de lo ocurrido. Sensaciones acaloraban su cuerpo. Se había sentido tan bien, tan segura de que podía funcionar, de que ambos podían tener un futuro... pero en ese instante acababa de darse de bruces con la cruda realidad. 

Hubiese podido olvidarse de los mensajes si fuesen de cualquier otra chica. Al fin y al cabo ella había estado a punto de estar con Alejo. ¿Pero Paula?

Esa chica había ido a por ella desde el primer día y no entendía que Damián siguiese hablando con ella.

Se levantó y se vistió lo más rápido que pudo para poder subir a su habitación. Una vez dentro se metió en la ducha y dejó que el tiempo pasase mientras el agua y sus lágrimas se entremezclaban.

Jamás había sentido un dolor tan intenso en el pecho. Era como si le faltase el aire. Se sentó en el suelo de la ducha y dejó que el agua caliente abrasara su piel.

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