Capítulo 31

1.1K 148 13
                                    


Los días se habían ido sucediendo sin pena ni gloria. Venus había aprovechado para pensar, para recomponerse. Debía coger las riendas y volver al juego antes de que fuese demasiado tarde. Sabía que darle espacio a Paula no era una buena idea, pero algo dentro de ella no quería enfrentarse a la realidad.

Era viernes y había decidido que ese día sí que iría a clase. Al entrar había notado todas las miradas sobre ella y los cuchicheos que cesaban a su paso.

Sin duda, el tema seguía en auge. Era la loca que había tirado a la nueva por las escaleras.

Caminó por el pasillo tratando de dejar de lado todo. De fingir que todo iba a bien, pero a cada paso sentía cómo le faltaba el aire y cómo algo le oprimía el pecho.

Aceleró el paso y se dirigió al baño. Una vez dentro se encerró en uno de los batículos y comenzó a realizar largas respiraciones tratando de calmarse.

No era la primera vez que sentía eso. Cómo la cabeza le pesaba y a la vez todo iba muy deprisa. Cómo su visión se nublaba y sus párpados temblaban. Cómo sus labios se resecaban hasta un punto que casi dolía y la respiración era difícil de mantener.

—Ábreme —pidió Adhara angustiada.

Había visto como Venus se dirigía al baño y le había seguido sin dudarlo.

No podía ni imaginarse cómo debía sentirse en esos momentos. Durante toda la semana la gente se había dedicado a decir cosas horribles sobre ella. Todas mentiras, por supuesto, pero se envalentonaban al no tenerla delante.

Venus estiró el brazo y abrió el pestillo como pudo.

—Vale, respira conmigo —pidió Adhara cogiéndole de las manos.

—No, no, no puedo —respondió con la respiración entrecortada.

—Tranquila, voy a buscar ayuda —anunció.

Al poco regresó con Anisa.

La chica se quedó en silencio. Jamás se imaginó encontrarse a la joven de esa manera. 

La clase iba a empezar pronto y no tenían mucho tiempo para maniobras. Si no querían alertar a nadie de esa situación debían ser rápidas.

—Vale, lo mejor es echarle agua en la nuca —anunció Anisa.

Adhara se mojo la mano rápidamente para pasarla por la piel de Venus, pero Nisa la frenó.

—Es más rápido meterle la cabeza directamente en el grifo —explicó acercándose hacia Venus.

—No.

Ambas miraron a la joven de pelo castaño.

—Que no me mojes —articuló Venus recomponiéndose poco a poco—. Estoy mejor —añadió respirando de forma pausada—. Gracias.

Adhara sonrió y cogió un papel para secarse una mano.

—Venga, tenemos que ir a clase antes de que alguien se entere de esto —anunció Nisa—. Retócate un poco el maquillaje.

Venus se miró en el espejo. Tenía el rímel algo corrido creando unas pronunciadas ojeras y el pintalabios también se había difuminado algo.

En pocos minutos, Venus arregló el desastre y volvió a su impoluta apariencia de siempre.

—¿Por qué me ayudas? —preguntó algo confusa a la rubia.

No recordaba haber cruzado nunca una palabra con ella. Y, sin embargo, allí estaba la chica dispuesta a echarle una mano.

—La otra pija no me gusta —explicó en referencia a Paula—.  Y si Adhara confía en ti y dice que no la empujaste, yo confío en ti.

Sus palabras eran sinceras. No había ni trampa ni cartón. Era así de sencillo para Anisa. 

Venus no supo qué decir. No estaba acostumbrada a esa amabilidad desinteresada de gente que no conocía.

—Bueno, ¿y qué vas a hacer? —preguntó Nisa divertida.

—¿Cómo?

—Venga ya. Tú no tienes pinta de ser de las que dejar estar este tipo de cosas —señaló con una maliciosa sonrisa.

Venus se rio.

—Por supuesto que no. Pero la venganza lleva su tiempo —sonrió de forma fría—. Voy a estudiar a esa zorra al milímetro. Voy a averiguar qué hace aquí, qué quiere, qué teme, cuáles son sus sueños y pesadillas, sus ambiciones... y después le daré donde más le duele.

Venus no era de las que decían este tipo de cosas en voz alta. Decirlo podía suponer truncar todos tus planes, que alguien te traicionase, pero ahí, en ese diminuto baño, se sentía segura.

Era extraño. Quienes confiaban en ella eran aquellos a quienes ella jamás les hubiese dado una oportunidad. La vida te daba estas sorpresas y te hacía replantearte cómo estabas viviendo.

—Cuenta conmigo —anunció Adhara.

—Y conmigo.

Ambas miraron a Anisa.

—¿Qué? Este instituto es un aburrimiento. Nunca pasa nada. Necesito algo de diversión y creo que en eso eres una experta —indicó encogiéndose de hombros.

Las tres rieron juntas. Casi sin darse cuenta, acababan de forjar una poderosa alianza.



MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora