Capítulo 43

1K 127 14
                                    


Damián estaba sentado en su cocina sosteniendo una bolsa de hielo contra su labio para calmar la hinchazón.

—No me esperaba esto de ti —comenzó a decir su madre. 

Estaba realmente disgustada por lo sucedido. Había montado un gran escándalo. ¿Quién se peleaba en medio de una gala benéfica? Había sido bochornoso. Todos se habían girado y habían visto a su hijo comportarse como un salvaje.

Lucía también se sumó a los regaños, aunque por motivos diferentes.

—¿Pero a ti qué te pasa? ¡Lo han despedido, Damián!

—Y bien merecido. Ese camarerucho tiene que aprender unas cuantas lecciones —defendió su padre.

Lucía estaba furiosa con su familia. Odiaba que creyesen que eran mejores al resto por su posición. Alejo era un buen chico y muy trabajador. Si había actuado de esa forma sabía que era porque su hermano le había provocado.

Lucía quería a Damián, era su hermano, pero lo conocía lo bastante bien como para saber que podía ser demasiado provocador.

Mientras todos discutían, Damián tenía la mirada fija en Venus. Ella no había abierto la boca desde que habían salido del hotel. No le había dicho nada. Ni bueno ni malo. Y eso comenzaba a inquietarle.

—Ve a disculparte y haz que le devuelvan el trabajo —ordenó Lucía.

—No digas tonterías, Lucía. Ese chico tiene bien merecido que lo despidan —respondió su padre.

—Papá, que necesita el dinero —trató de explicar ella.

—Pues que lo hubiese pensado antes de golpear a tu hermano.

Entonces Damián se levantó y dejó la bolsa de hielo. Esa actitud de su padre como si él fuese la víctima no le estaba gustando. Él no era la víctima de nadie.

El chico le había dado un buen golpe, sí, pero él también lo había magullado. No necesitaba la protección ni los cuidados de nadie.

—Estoy bien —aseguró.

—Entonces arregla esto —insistió Lucía.

—Yo no voy a hacer nada. Ese chico tiene lo que se merece —respondió molesto.

—¿Pero qué ha pasado entre vosotros dos para que os comportéis como un par de energúmenos? —preguntó Lucía tratando de entenderlo.

Damián desvió la mirada. No podía contar qué es lo que le había dicho Alejandro y tampoco quería tener que decirlo en voz alta.

Venus suspiró.

Era la primera vez que abría la boca. No había dicho nada, pero al menos demostraba que estaba al tanto de lo que los demás hablaban.

Avanzó hasta donde Damián había dejado la bolsa de hielo, la recogió y volvió a ofrecérsela.

—Si no te la pones se va a inflamar más —advirtió.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? —estalló Lucía.

Venus le miró contrariada. ¿Qué esperaba?

—¿En serio?, ¿eso es todo? —insistió.

—¿Qué quieres que diga? —preguntó algo aburrida.

—Oh, venga ya. Tú te llevas bien con Alejo, sabes que no reaccionaría así sin más.

—Yo no sé nada. Tampoco es que lo conozca demasiado —se excusó ella y Lucía se rio desganada.

—Claro, ¿a ti qué va a importarte que pierda su empleo y que tenga problemas en casa? No sé cómo he podido pensar que podías llegar a ser humana —Hizo una pausa—. Error mío, perdona.

Entonces todos comenzaron a discutir entre ellos. Damián, Jorge y Elena no entendían por qué Lucía defendía al chico becado en vez de a su propia familia. Venus, por su parte, se había quedado en silencio meditando las palabras de su hermanastra. 

No sabía qué había pasado entre Alejo y Damián, lo que sí que sabía es que el chico le había ayudado y había confiado en ella cuando nadie más lo había hecho y creía que él merecía lo mismo.

No se pondría de su parte, pero tampoco se quedaría quieta y permitiría que lo despidiesen. No si estaba en su mano. El trabajo era algo serio, su padre siempre se lo había dejado claro. Y no era justo que Alejo fuese el único que pagase por un error que habían provocado los tres. Porque Venus no sabía qué había pasado, pero conocía lo suficiente a Damián como para imaginarse que ella también podía estar involucrada.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora